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Perú (XLVIII), convento de los dominicos

Sábado 16/05/2009 (1)

Aún sin despertador para las ocho ya estamos despiertos, es lo que tienen dormirse pronto. En el hotel España no hay televisión por cable en la que elegir entre un montón de canales. Por no haber, no hay ni televisión, así que… Lo intenté con YouTube, pero el ancho de banda no es lo bastante grande para ver programas en streaming.

El agua es caliente de verdad de la buena. Aunque de vez en cuando se pierde, como la conexión. Hay un cartel en la puerta del baño que dice que si no estás usando el agua caliente cierres el grifo, que otra gente la querrá usar. Vamos que tampoco hay tanta fuerza de calentador. De todas formas es más caliente de lo habitual y se agradece.

El desayuno que ofrece el hotel en la terraza, en nuestra puerta, es el de siempre. Continental, es decir, pan, mantequilla y mermelada, café, té o mate. Nada de leche. Además cuesta cuatro soles. Ayer, paseando, vimos que casi todos los menús estaban en 5 o 6, lo que nos hace pensar que pagar 4 por un desayuno es demasiado. El americano, con huevos ya cuesta como un menú de medio día. Salimos a la calle y ya comeremos algo si lo vemos. Al salir saludamos a las tortugas que ya están dando vueltas por aquí.

El plan de hoy es visitar el museo del banco central, que nos cerró ayer casi sin ver nada; el museo filatélico; el convento de Santo Domingo, con las tumbas de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres; y acabar viendo la fortaleza del Callao, en el barrio del Callao.

Lo primero que hacemos es preguntar en una lavandería que hay al lado del hotel, en la misma calle, el precio y el tiempo que llevará lavar la ropa. No es que lo necesitemos, todavía nos queda ropa limpia, pero es tontería volver a Madrid con ropa sucia al precio que la lavan aquí. Lima es más caro y lento que Arequipa. Son cinco soles por kilo para el mismo día, pero a última hora, a las siete o cuatro soles y medio para mañana. De planchar no ha dicho nada, ni tampoco nos interesa. Volvemos al hotel y cogemos todo. Son tres kilos. El tema de la hora se vuelve peliagudo porque al ser mañana domingo no abren. Sólo entregan de nueve a nueve y cuarto en la puerta principal. Esto de tener sólo un cuarto de hora para recoger la ropa no me acaba de gustar, sobre todo porque el lunes tenemos que salir muy temprano de aquí hacia el aeropuerto. El ahorro es de un sol y medio, unos 40 céntimos de euro y no merece la pena el riesgo. Claro que tampoco sabemos si esta tarde a esa hora estaremos por aquí o nos pillará en la otra punta de la ciudad. La lavandería no puede dejar la ropa en el hotel a pesar de estar al lado. El hotel no quiere que se le moleste con eso según el caballero. Quedamos en venir a recogerla a las 18:30, la lavandería cierra a las 19:30 así que tenemos una hora de margen.

Cuando llegamos al museo del banco todavía está cerrado, son las diez menos cuarto. Nos acercamos al de correos que abre a las nueve. Allí podemos ver los buzones que se utilizaron hasta 1.930 hechos en hierro por una empresa italiana. Todo lo que exponen es de la época de la república, a partir de 1.836, excepto un maniquí que representa a un chasqui. Los chasquis, los correos incas, ya existían antes de la aparición del imperio inca. Como el resto de cosas era heredado. En el lago Titicaca nos contaron que estos chasquis sólo tomaban una comida al día y que el resto del tiempo mascaban hojas de coca para mantenerse despiertos, superar el hambre, adaptarse a la altitud, etc. Las hojas de coca eran la panacea de la zona.

Es curioso enterarse, aunque si se piensa es normal, que una de las primeras cosas que tuvo que hacer el gobierno republicano fue firmar un contrato con una empresa de vapores británica para que transportara el correo del país hacia Europa. Fue esa empresa la que introdujo el concepto de pago por adelantado de los envíos, los sellos de correos. Se probaron primero entre varias ciudades del país y posteriormente se hicieron de uso común para todos los envíos.

Desde aquí está más cerca el convento de los dominicos. Ayer nos comentaron que se podía entrar y visitar las tumbas de los santos así como ver los claustros y otras salas. Entramos en la iglesia y no vemos cómo acceder a esas zonas. Un detalle interesante de las iglesias peruanas es que casi todas tienen la bandera de Perú en el altar, exaltando su sentimiento de patriotismo. Curioso detalle, sobre todo pensando que están muy orgullosos de su pasado pre-conquista y, sin embargo, la religión tiene un papel fundamental en sus vidas. Religión que fue la impuestas por los conquistadores. Han recuperado los nombres incas, pero no su religión. El control de la evangelización fue mayor que el de las armas. Dentro de la iglesia hay un guardia de seguridad y le preguntamos por las tumbas. La entrada está en un edificio anexo a mano izquierda según se sale.

La entrada son cinco soles y el guía es la voluntad si se quiere. Puede merecer la pena, ya nos hemos acostumbrado a hacer casi todas las visitas con guía y ésta no va a ser una excepción. Nuestra guía se sabe la lección de memoria y da la impresión de que la está recitando frente a un tribunal. Nos hace seguirla poco menos que corriendo y no deja de dar datos y datos sobre el convento. Azulejos sevillanos en los claustros de 1.606 y lienzos traídos desde España con momentos de la vida de Santo Domingo cubren las paredes del claustro principal, que rodea un pequeño jardín con una fuente en el centro. La iglesia tiene una torre campanario y una cúpula. La torre se ha caído en varias ocasiones debido a terremotos e incendios, mientras que la cúpula se mantiene desde el origen. La cúpula está fabricada en un material antisísmico. Hay otro pequeño claustro al fondo de dos niveles con arcos triples. Nos comenta que el mérito de la construcción está en que trabajaban sin referencias.

Cerca de este segundo claustro están dos cuadros que representan dos milagros de San Martín de Porres : una curación de una anciana y la de un niño en España. Esta última tuvo lugar en 1.956 y el niño, ya adulto, sigue vivo y ejerce de dentista. Según la guía San Martín tenía ya en vida el poder de bilocarse, es decir, de estar presente en dos lugares al mismo tiempo. Ella parece que lo cree y nos dice que San Martín estuvo en la India, en África, en Europa, en México,… sin salir de Lima.


Su vida fue dura, hijo ilegítimo de un español caballero de la Orden de Alcántara, por ser de la orden debía mantener soltería, y una negra libre panameña. Debido a que heredó el color de piel de su madre no fue aceptado por la familia del padre, que finalmente los reconoció, a él y a su hermana. Tubo que permanecer en Lima y ejerció gran cantidad de oficios, desde aprendiz de boticario, hasta peluquero. Pero su ilusión era entrar en el convento dominico. En esto el color de su piel también fue un impedimento. No podía ser fraile de misa, ni siquiera hermano lego. Fue aceptado como criado y su trabajo principal consistía en limpiar el convento y aprovechar todo lo que había aprendido en el exterior: farmacia, medicina, barbería, etc. La guía nos cuenta que fue tentado por el demonio que le informó de que algún día sería venerado como santo en los altares y que eso le trastornó puesto que él quería ser sencillo. Sus medicamentos a base de hierbas le llevaron frente al tribunal de la Santa Inquisición bajo la acusación de brujería, de la que fue absuelto.

La otra tumba que visitamos es la de Santa Rosa de Lima, que también fue juzgada por el Santo Oficio bajo el cargo de iluminada. Desde muy pequeña ya estaba destinada a ser lo que fue. Con gran admiración la guía nos dice que desde niña tenía ayunos, guías espirituales y que llegó a tener siete confesores. Esto nos hace pensar que era más cosa de sus padres forzar su religiosidad que de la propia niña. Su tumba es la más grande de Sudamérica, siempre según la guía, porque tampoco es tan grande y seguro que la de Simón Bolivar o el propio José San Martín son mayores, se referirá a tumbas de religiosos. Frente a la tumba se encuentra un osario de diez metros de profundidad en el que se enterraba a los hermanos. Ahora está cubierto con azulejos.

La visita termina con una sala de impresionante artesonado de madera de 3.000 piezas. Montado mediante la técnica de machi-hembrado, sin un sólo clavo, cuyo principal interés (además del techo) es que allí se ensayó el himno de Perú.

Nos ha dado muchísimos datos más pero era imposible seguirlos todos. El nivel de propinas a los guías ha bajado mucho desde Cuzco y Ruth, y la velocidad con la que está mujer nos ha llevado tampoco nos ha gustado tanto. Total 5 soles, que no está mal.

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Comentarios

  • JAAC
    31 julio, 2009 a las 10:53

    Tendrás que pasar después para ver el prólogo :-p

    Responder
  • Alicia32
    31 julio, 2009 a las 09:19

    Estoy pensando que me podías adelantar vuestro próximo destino, así como un trailer de una peli para saber si voy a querer verla o no…je je

    Responder