Domingo 04/01/2009 (y 3)
Fuera del Metropolitan.
Todavía es pronto. Vamos a ir a la tienda de juguetes de la Quinta avenida y después a la tienda de suministros para superhéroes, la única tienda del mundo que venden botes de invisibilidad. En realidad es una organización para ayudar a una asociación benéfica 826, que trabaja con estudiantes de 6 a 18 años a los que trata de fomentar la creatividad y el interés por la literatura.
La tienda de juguetes vuelve a estar cerrada. Los domingos cierran a las seis y son y diez. Hay un montón de gente dentro, pero los de la puerta no nos dejan pasar. Vamos a la tienda de los superhéroes. Al salir del metro pasamos por delante de una tienda Aldo, zapatería y bolsos. Sara ve un bolso que le gusta y yo un par de zapatos. Las dos cosas por menos de 30 $ cada una. A ella el bolso le acaba convenciendo. A mí los zapatos no, mis problemas de tobillo “exigen” un tipo de zapato particular, más que nada zapatillas deportivas para pronador y la plantilla.
No encontramos la tienda de los superhéroes. Después, ya en el albergue, veo que es que está en la Quinta Avenida, pero de Brooklyn.
Vamos a comer una de las mejores hamburguesas de Nueva York. La mejor la buscamos el otro día y era un restaurante irlandés. Está en Corner Bistro, en el Village. Otra cola para sentarse, sigue siendo Cola York. Esta vez el camarero es de lo más desagradable que hay, tanto que nos planteamos si dejar o no propina, aunque ya se encarga él de despejarnos la duda cuando al traernos la cuenta vemos que ya la lleva incluida. Sara pide la hamburguesa Bistro y yo una de queso con patatas fritas. La diferencia entre la bistro y la mía es que la bistro lleva también bacon. Están las dos muy ricas, muy altas y muy jugosas. Ha merecido la pena la espera.
Vuelta al hostal y a preparar los Symbios que mañana hay que salir de aquí a las once. A ver si hay un sitio donde dejarlos o será en un pasillo como tantas veces. El taxi-bus al aeropuerto viene a buscarnos a las cuatro y veinte así que tendremos tiempo de visitar Central Park. Además de que he decidido que me da igual el frío, no me voy de aquí sin darle una vuelta al estanque y mañana por la mañana iré a correr. Antes de la hora de salida para poder ducharme. Sara está hecha polvo de garganta y medio resfriada (y eso que ella se metió en el bar ayer mientras yo hacía las fotos del puente de Brooklyn). Eso unido a que tampoco es una apasionada del tema zapatilla hará que no me acompañe.
El billete del metro se acababa esta noche, pero mañana lo prolongaremos un día más por 7,50 $. Cada viaje son 2 $ y con las distancias que hay aquí lo coges un montón de veces cada día.