Miércoles 31/12/2008 (1)
Cada día nos vamos aclimatando más y nos despertamos más tarde. Los pitidos de la marcha atrás nos molestan menos. Más tarde significa que hoy hemos salido de la cama a las 7:30. Este viaje no es uno de los más dormilones, la verdad.
Hay varias opciones para llegar al Guggenheim, la parada es la de la calle 86th aunque el museo está en la 89th con la Quinta Avenida. Entre las opciones hay una que pasa por la Grand Central Terminal y eso nos lleva a pensar otra vez en el cheesecake de Junior’s. Decidido iremos por Grand Central Terminal y, al menos yo, compraré un pastel de queso simple (sin nada más). Sara vió ayer que en un puesto al lado vendían muffins y zumos de frutas. También venden smoothie, que son frutas trituradas en lugar de exprimidas.
Cuando salimos del hostal nos encontramos con que ¡ESTÁ NEVANDO!. Además es nieve de la de verdad, nada de agua-nieve o sucedáneos. Eso sí, los copos son muy pequeños y sabemos si llegará a cuajar, lo que sí es que hace bastante frío, y eso que el metro está bastante cerca. Y nosotros que pensábamos que no estaba haciendo mucho frío.
Al final Sara coge un muffin y su smoothie de melocotón, plátano, piña y coco. Los dos tan contentos con nuestro desayuno y al museo, que ya son las 9:30 y no va a dar mucho tiempo a ver Central Park. Cuando salimos en la 86th sigue nevando y mantiene la fuerza. Cada vez va haciendo más frío también. Eso de que cuando nieva no hace mucho frío es mentira en Nueva York. Llegamos a la puerta del Solomon R. Guggenheim Museum quince minutos antes de que abran y ya hay gente en la puerta esperando. Así que nos ponemos nosotros también en la cola. Lo malo es que no es cubierta y nos sigue cayendo la nieve.
Abren con puntualidad exquisita y para dentro que vamos. El tema del City Pass sigue dando buenos resultados y del tirón nos dan la entrada sin casi esperar nada. El edificio del Guggenheim de Nueva York, sin llegar a ser tan “rompedor” como el de Bilbao es también una obra de arte en sí mismo. Frank Lloyd Wright recibió, en 1.943, el encargo de diseñar la sede del museo en Nueva York que se completó en 1.959. El edificio está frente a Central Park, lo que hace que el viento helado de esta mañana entre con más energía. Es como una especie de cono truncado invertido.
Una vez dentro, y después de dejar los abrigos y la mochila (aquí no ponen pegas a dejar objetos electrónicos como en el MoMA y Sungin se queda en el ropero), comenzamos la visita. El museo se recorre con una rampa en espiral que bordea la pared circular del edificio dando acceso a las pocas salas que posee. El museo tiene una pequeña colección permanente porque era una de las condiciones necesarias para conseguir la licencia de apertura. Entre las obras permanentes hay obras de Picasso, Cezane, Manet, Fran Marc (no conocía a este artista, pero su cuadro “Vaca amarilla” me encantó), Kandiski, etc. Además también tiene exposiciones temporales, ahora una de una fotógrafa americana llamada Catherine Opie, con unas fotografías bastante duras, en su mayoría retratos.
Los trabajadores de museo tratan todo el tiempo de evitar que hagas fotos. Entiendo que no se hagan fotos a las obras porque si se sacan con flash puedan estropearlas (aunque si se hacen sin flash no hay mayor peligro que cuando se miran), pero es que tampoco dejan hacer fotos al edificio. Se supone que el propio edificio es arte y ése sí que no se gasta por fotografiarlo. Al final todo el mundo hace fotos sin parar, por mucho que les digan que no.
Una vez acabada la visita enciendo a Sungin en la entrada para ver el tema entradas de espectáculos y sacar el mapa de la zona de Brooklyn que pensamos visitar después. En la guía no hay mapas de Brooklyn. El museo tiene su propio acceso Wi-Fi gratuito. Vamos a lanzarnos y a comprar las entradas para un musical. Después de rellenar un montón de datos llegamos al momento en que piden teléfonos: uno fijo y uno móvil. Fijo no tenemos y el móvil no pasa la validación porque no es americano. Apuntamos el número de teléfono y veremos si así conseguimos comprarlas. Para el partido de los Knicks parece que o ya no quedan o no se pueden coger por internet.
Sigue nevando en la calle y cada vez más fuerte. Ya hay una capita de nieve en algunos coches y en las zonas en las que no se pisa de la calle. Cogemos el metro para ir a Brooklyn. El barrio que nos interesa ver es Bedford. Un barrio de tendencias con galerías de arte. Además nos acercaremos a Peter Luger Steakhouse para ver si podemos reservar para cenas el sábado o el domingo. Según la web lo mejor es reservar, además de que nos han dicho que si no, no hay manera.
El metro cruza el Hudson hacia Brooklyn por el puente de Williamsburg (casi todas las líneas lo hacen por túneles), y cuando sale a la superficie vemos que sigue nevando y ya son varias horas las que lleva haciéndolo. Ya hay una capa de nieve sobre los edificios, pero casi no se ve porque también hay mucho viento y la visibilidad es muy escasa.
Desde el metro vemos un cartel, en realidad es toda la pared de un edificio, del restaurante que buscamos y decidimos que lo mejor será acercarse lo primero. Vamos a tratar de comer hoy mismo, con la que está cayendo pensamos que tampoco habrá mucha cola, y a ver si cuando acabemos ha dejado de nevar o, al menos, no hace tanto frío.