Sábado 21/06/2008
Despertarse a las 6:30 de la mañana ya es una costumbre. De hecho, ni ha sonado el despertador. Los Symbios y Okihita estaban preparados desde ayer. Lowi2 no necesita nada, porque siempre está cerrada y con todo lo que tiene que tener dentro. Nos vamos a desayunar con todo puesto, total, para lavarse los dientes hay que usar agua mineral… no hace falta un baño (ayer cogimos un par de botellas de agua del 4×4, teníamos derecho a dos botellas diarias y todavía quedaban).
En el restaurante del hotel estamos a punto de liarla. Le pido al camarero una tortilla sólo con huevos y otra con todo (hay setas, tomate, cebolla, …). Esto les crea un problema, porque para ellos parece que la tortilla no lo puede llevar todo, tiene que ser un revuelto. A nosotros nos da lo mismo, a mí sobre todo que quiero la tortilla limpia y moronda, pero vemos que entre los camareros hay más de un malentendido. Están tardando un montón en prepararlo. Empezamos a pensar que nos iremos sin haber acabado de desayunar porque ya son las 7:20. Tampoco es que confiemos mucho en la puntualidad del autobús (horario africano), pero las discusiones de los camareros nos hacen dudar. Al final se ponen de acuerdo y nos sirven las tortillas en cuestión tal y como las pedí.
Llega el bus. Sólo para nosotros. Está completamente vacío. Nos dice el conductor que viene a por nosotros pero que en la parada tendremos que bajar y cambiar a otro que será el que haga el trayecto completo. Llegamos a la parada y nos indican el nuevo autobús. Montamos, aunque no pone que sea Rainbow. Nadie nos dice que tengamos que pagar nada y todo el mundo parece saber que tenemos que montar ahí. El bus es mucho mejor que el de la otra vez, hasta hay sitio para las piernas y los asientos pueden tumbarse un poco. Al rato llega un conductor que saluda a Sara por su nombre y que le desea un buen viaje. Pues será aquí donde tenemos que estar, aunque no hay casi ningún turista. De hecho, le preguntamos al conductor si el autobús va al aeropuerto, porque parece que va a la ciudad. El conductor asiente aunque no estamos seguros de que nos haya entendido, la verdad. Lo bueno es que los Symbios esta vez viajan dentro.
Este tipo es un asesino. Las carreteras en Tanzania no se puede decir que sean una maravilla, de hecho están llenas de agujeros y pasan a ser de tierra en cualquier momento. De todas formas este tipo va a una velocidad endiablada que nos hace saltar constantemente por los aires, si no fuera por el cinturón de seguridad que nos hemos puesto ya habríamos dejado una buena marca en el techo con la cabeza. Al igual que la otra vez nada más montar nos han dado los formularios de salida de Tanzania y de entrada en Kenya (el otro día eran al revés). La salida de Tanzania nos lleva menos de un minuto y la entrada en Kenya poco más, el funcionario kenyata al ver que mi pasaporte era español me ha saludado con un «hola». Al igual que el otro día nos para en la misma tienda de recuerdos.
Al llegar a Nairobi la cantidad de coches crece hasta límites insospechados. El autobús se desvía cuando llegamos a la zona del aeropuerto, así que sí, nos va a llevar allí. Con todo el atasco final que hemos tenido, este tipo ha tardado una hora y media menos que el del primer día, lo que da una idea de la velocidad y los saltos que hemos tenido que sufrir. Vamos, si ni he podido dormir en todo el viaje en bus. Al llegar al aeropuerto nos pregunta por nuestra compañía aérea, hay tres zonas de embarque divididas por compañía. Nos deja en la de KLM. Nos deja poco después de las dos y nuestro vuelo no sale hasta las diez, pero sólo hay dos autobuses al día, el otro salía a las dos de la tarde, y no había que apurar que había que cruzar una frontera.
Para entrar en la terminal hay que pasar un control de equipajes. Un taxista en la puerta nos pregunta por nuestra compañía y al decirle que es KLM nos dice que falta mucho parar que salga ese vuelo (se conoce todos los horarios) y que podemos aprovechar el tiempo tomando un café en la ciudad. Por lo poco que hemos visto desde el autobús y lo que hemos leído en la guía de Kenya, no parece que Nairobi sea una ciudad que merezca la pena visitar, y menos con todas las mochilas encima, puede resultar demasiado peligroso.
A hacer tiempo. Para entretenernos tenemos el espectáculo de una tipa que se quiere colar en la terminal o sí o sí, saltándose todos los controles y a toda velocidad. Lo intenta varias veces entre gritos y se tira al suelo medio loca, pero al final se la llevan los de seguridad. Comemos el resto del fuet y acabamos con el agua, cuando pasemos el control habrá que tirar el agua o bebérsela. Jugamos a las cartas un rato. Mientras jugamos ponen el mostrador de KLM y el de la compañía se acerca a nosotros para preguntarnos si vamos a volar con ellos. Le decimos que sí y nos dice que si le damos los papeles nos indicará dónde hacer la facturación. Le decimos que no tenemos prisa, que estamos esperando, que queremos acabara de jugar la partida (son sólo las cuatro, así que, tampoco hay prisa, hasta las diez no sale el vuelo). El tipo parece que se mosquea, pero bueno, es cosa suya. Cuando acabamos la partida no está en el mostrador. Pero hay otra que nos controla el pasaporte.
En la facturación nos damos cuenta de que nos hemos dejado el palo de los pintores, a partir de ahora «el palote tanzano». Volvemos a por él y la del mostrador nos dice que hay que facturarlo, que eso no puede ser equipaje de mano. Pues vale, si llega a Barajas bien y si no, pues bien también. Nos dice que si lo queremos plastificar para que se pegue mejor la etiqueta del destino. Le decimos que vale, que lo plastifique, y ella nos dice que está por allí. Hay un puesto de plastificado de maletas como en todos los aeropuertos. Siendo así le decimos que nada, que sin plastificar. El palote tanzano ha sido un regalo, no vamos a pagar ahora por plastificarlo. La del mostrador acaba por pegar, bien retorcido, el papel del destino y nos dice que lo tendremos que entregar cuando hagamos el embarque, hasta entonces lo llevamos nosotros.
Rellenamos el papel de salida de Kenya (en el pasaporte hay cuatro sellos de Kenya y en total no hemos estamos mucho más de 18 horas, y casi nueve en el aeropuerto). Pasamos el tema de pasaportes y entramos en la zona de tiendas del aeropuerto. No hay que pasar el equipaje de mano hasta que no entras en el avión. Hay un control por cada puerta, así que podíamos haberos quedado con el agua. Después de dar una vuelta por las cuatro tiendas que hay compramos unas postales y las enviamos, a ver cuánto tiempo tardan en llegar… y nos ponemos a jugar a las cartas en unos asientos.
A las ocho y media nos vamos a la puerta, con eso de que hay que pasar el control de equipaje queremos llegar con tiempo. Ya en la puerta nos volvemos a dar cuenta de que el «palote tanzano» se nos ha vuelto a olvidar. Corremos al sitio en el que estábamos jugando a las cartas para recuperarlo. Al final no llegará a Barajas, pero será porque nosotros lo olvidamos antes. Pasamos el control y se quedan con el palote. A ver si con un poco de suerte te volvemos a ver en Madrid. La subida al avión se hace por zonas, te ponen una pegatina de un color en el billete y luego van llamando por colores para entrar. Somos los últimos, a cambio seremos los primeros en salir, siempre después de los de business y los de primera, claro.
Mal empezamos, salimos con un poco de retraso. Esta vez sólo hay una hora y media en Amsterdam. Hemos decidido que queremos llegar pronto a casa y que desde Amsterdam los Symbios, si no llegan a tiempo, podrán coger cualquier otro vuelo sin problemas. Poco después de despegar preguntan por megafonía si hay un médico entre los pasajeros, que uno de los pasajeros está indispuesto. Vaya, no si… al final damos la vuelta y todo. Hay muchos médicos y el paciente debe mejorar porque seguimos el vuelo. Nos traen la cena y es una cosa repugnante. ¿Simon dónde estás?