La aldea tiene una organización circular, con casas circulares de tejado cónico rodeando el corral, manyatta en swahili, (hecho con arbustos espinosos) también circular para las vacas (por supuesto, autóctonas) y otros corrales más pequeños para gallinas y patos. Todos los niños salen a saludarnos y vemos que Senda y Bryson les saludan poniéndoles las mano en la cabeza, ellos se acercan a nosotros y bajan la cabeza, así que, nosotros también lo hacemos estilo imposición de manos, pero sólo una.
Para los masai la vida gira en torno a las vacas. Las casas están hechas con mierda de vaca seca, el techo es de hoja. Para ahuyentar los mosquitos, portadores de enfermedades, queman mierda de vaca seca dentro de las casas. Para limpiar los platos y cacharros utilizan… sorpresa: mierda de vaca seca, con un par. Otra de sus curiosidades es que utilizan el agua sólo para cocinar y para dársela de beber a las vacas. Ellos no la beben… y dudo que la utilicen para lavarse. Sólo beben leche y sangre fresca de vaca. ¡Toma ya! Tampoco cultivan nada, así que su dieta se reduce a carne de vaca, gallina, pato,… nada de fruta ni de vegetales (¡qué grandes!) El progreso ha llegado y ahora se acercan a los poblados a cambiar leche o carne por grano, y a comprar pequeñas cuentas de plástico para hacer collares y pulsares que luego venden. Abriendo horizontes.
Entramos en una de las casas. No está mal organizada, la entrada es un pequeño pasillo hecho con una pared paralela a la exterior y concéntrica (para protegerse de los depredadores); en el centro del círculo se coloca el fuego para cocinar: son los niños los que cocinan; hay otros dos huecos en los que están las camas para el hombre y la mujer, los niños duermen con el padre y las niñas con la madre; hay otro hueco más para guardar comida. En algunas casas este último hueco se sustituye por una «habitación» para los terneros pequeños. Los hombres y las mujeres no duermen juntos. Sólo están juntos en la cama con fines reproductivos, el tema placer no existe, las bodas se arreglan cuando las niñas tienen 10 ó 12 años y un hombre rico puede llegar a tener más de 10 esposas. Los embarazos se ajustan con los partos de las vacas para que haya más cantidad de leche.
Cada aldea circular corresponde a una única familia. Cuando los niños llegan a los 12-15 años se circuncidan y se les construye una casa nueva. Las niñas casadas se van a la aldea de la familia del marido. En una de las casas nos presenta a la primera mujer del señor de la aldea que tiene unos 75 años. Con esa edad ya no se sale a pastorear las vacas y se vuelve a hacer la comida con los niños.
Después de toda la vuelta por la aldea y ver las casas vemos que han montando un mercadillo completo con los colgantes y pulseras todas las mujeres de la aldea (si es que no han venido de otras cercanas). Nos sentimos culpables al ver cómo viven y lo mal que lo pasan (aunque ellos están completamente felices), así que preguntamos si podemos darle el dinero a toda la aldea en lugar de comprar nada. De todas formas acabamos comprando un brazalete por 3$ y sin regatear, la primera vez que no lo hacemos. Una de la mujeres se coloca el collar típico masai y nos hace una demostración de cómo se mueve. En esto Sara no tiene tanto éxito como con lo del arroz y no se mueve un ápice (la excusa del pañuelo y el par de capas de ropa no acaba de colar).
Senda nos explica el significado de los colores de las mantas. El negro es para los recién circuncidados, a unos cuatro meses; el azul para las mujeres; el rojo/naranja se utiliza como símbolo de la sangre, de manera que lo llevan los hombres, los cazadores; el morado es un color nuevo, sin significado más allá de la decoración. La bisutería de las mujeres también tiene un significado: el blanco lo llevan las mujeres que están listas para casarse; y cuando llevan varios colores significa que ya lo están. Todas llevan el pelo rapado debido a que transportan pesadas cargas sobre la espalda ayudándose con una tira que sujetan con la cabeza.
Los masai tienen permiso para vivir dentro de los parques porque sólo comen carne de animales domésticos. De todas formas no está permitida la entrada de nuevos masai en los parques. Cuando llegan a cierta edad los niños masai van de caza para demostrar su hombría, y lo que cazan son leones, en grupos de unos cinco. El gobiernos ha tratado de convencerles varias veces de que dejen de hacer esto pero es su tradición y siguen haciéndolo. Del león sólo toman la sangre y las vísceras, que hierven en agua para después bebérsela, con esto piensan que se hacen con la energía del animal. También se llevan las patas como demostración de ser cazadores.
Tienen su religión, son animistas, y su dios principal es el volcán. Le hacen sacrificios, de pequeños animales, para aplacarla cada vez que empieza a temblar. También tienen su propio idioma. En realidad, Bryson nos dijo uno de los primeros días que cada una de las ciento y pico tribus que viven en Tanzania tiene su propio idioma, que no se entienden entre ellos. Aunque todos hablan también swahili y es mismo que se habla en Kenya y algunos más países de la zona.
Senda nos dijo mientras andábamos por la aldea que la gente está encantada de que se les haga fotos, sobre todo los niños, porque ir al estudio es muy caro para ellos y ésta es la única manera que tienen de tener fotos suyas. Nos ha dado la dirección para que se las mandemos y su asociación se encargará de repartirlas.
Última comida de Simon. Ya no quedan muchas reservas, por suerte la carne acabó hace tiempo, no confiaba yo mucho en la nevera… y hoy sólo hay verduras y vegetales, así que yo me conformo con las patatas fritas que están muy buenas. Al terminar levantamos el campamento y montamos en el 4×4 dirección a Arusha.
En Arusha nos encontramos con la civilización en formato atasco. Bryson busca un camino alternativo para llegar a la oficina de Loth. Allí nos espera su hermano que nos pregunta por nuestro viaje, le decimos que ha sido fantástico y que sus empleados son geniales. Nos despedimos de Simon que se queda aquí, mientras que Bryson y el hermano de Loth nos acompañan al hotel, otra vez Le Jacaranda. Allí nos despedimos de Bryson y nos dan los detalles del autobús que tenemos mañana para Nairobi. Vendrán a buscarnos al hotel a las 7:30.
Nada más entrar en la habitación del hotel nos metemos en la ducha. ¡POR FIN! Cada vez que nos hemos ido lavando las manos el agua ha salido siempre negra… no nos paramos a mirar cómo sale el agua de la ducha, pero sólo de lavarnos el pelo debe estar… Ya limpios salimos a dar una vuelta por Arusha. Decidimos llegar a la torre del reloj, es lo único «visitable» de la ciudad. Una torre que marca la mitad del camino entre El Cairo y Ciudad del Cabo. El reloj que tiene cuatro caras (una por cada lado de la torre) está patrocinado por Coca-Cola. En el camino empieza a hablar un lugareño con nosotros. Nos dice que su hermano trabaja en Kananga (la agencia de viajes española que tiene oficina en Arusha) como traductor, que los españoles no saben hablar inglés. Después de un rato acaba diciéndonos que vayamos a su tienda, que se dedica a pintar, que mirar es gratis. Le decimos que mañana volvemos y que no nos queda dinero, pero insiste, que mirar es gratis. De acuerdo, miramos, no preguntamos y nos vamos. Volviendo al hotel se nos pega otro que no quiere hablar con nosotros, sólo vender. Lleva unas telas pintadas con imágenes de la sabana. Que no, que ya hemos comprado todo lo que queríamos comprar. Nos deja. Llega otro, pero éste sólo quiere hablar. Está estudiando en Arusha y quiere practicar con turistas, está preparándose para trabajar en algo relacionado con el turismo. Cuando llegamos cerca de nuestro hotel se despide de nosotros, realmente no quería vendernos nada, un tipo simpático, aunque demasiado risueño.
En el hotel conseguimos las tres monedas que hay en Tanzania cambiando un dólar en recepción. La de 50 chelines tiene una imagen de un hipopótamo con una cría, la de 100 tiene una gacela con una cría y la de 200 tiene un león, también, con una cría. Hemos perdido un poco, porque nos han dado 1.000 chelines cuando un dólar son 1.200, pero bueno, como recuerdo es lo que queríamos.
Recuperando las viejas costumbres volvemos a comer de nuestra comida, la otra lata de paté viajera y medio fuet que nos ha acompañado también todo el viaje. Y a dormir, mañana a las 7:30 llega el bus y a las siete empiezan a dar el desayuno. Por primera vez en todo el viaje, y por suerte, me despierto en mitad de la noche con ganas de ir al baño a orinar. Un detalle de mi vejiga no haber «molestado» en los campings, porque salir del saco y saludar a las hienas no me parece demasiado divertido.