Poco tiene que ver la Albufera de Cañas y barro, donde Vicente Blasco Ibáñez contaba la vida de sus habitantes a finales del siglo XIX, con la Albufera de hoy en día. Ya no hay barca correo que lleve a los habitantes de El Palmar hasta El Saler. Hoy las carreteras y las vías pecuarias comunican todas las poblaciones con la capital, Valencia, que ya no es “una ciudad misteriosa y fantástica para aquellos chiquitines criados en una isla de cañas y barro”. Pero la belleza del lago de la Albufera y de sus arrozales y el hecho de que la paella tenga en El Palmar otro sabor son motivos más que suficientes para que siga mereciendo, y mucho, la pena hacer una excursión a la Albufera desde Valencia, inclúyelo en la lista de cosas que ver en Valencia.
“No me iría a vivir a otro sitio aunque me lo regalaran”. Eso fue lo que nos dijo Raúl, jefe de cocina y propietario del restaurante Bon Aire de El Palmar. Algo sigue teniendo esta tierra que atrapa a los suyos –y a los de fuera– de una forma tan intensa.
Por qué Albufera, cuál es su significado
¿Te has preguntado qué significa “albufera”? Nosotros sí, porque nos pareció un término “raro”, y fuimos a buscarlo… La palabra albufera tiene su origen en el árabe albuḥáyra, que significa “el marecito” o el “pequeño mar”. Eso era en un principio, de hecho, albufera es una palabra genérica, no es sólo la de Valencia. Pero la de Valencia no es un pequeño mar, desde hace siglos sus aguas son dulces.
Una curiosidad para tener en cuenta a futuro: prácticamente todos los topónimos que existen en la península ibérica que comienzan por “al” tienen origen árabe. ¿Lo sabías?
Antes de la conquista, los romanos la conocían como Nacarum Stagnum, lago de nácar. También era bonito, ¿no?
Parque natural de la Albufera
El parque natural de la Albufera ocupa más de 21.000 hectáreas. Entre ellas está el lago natural más grande de España, el lluent de Blasco Ibáñez, de unos 24 km2. Se trata de un humedal costero declarado parque natural el 1986. En el parque se pueden encontrar especies en peligro de extinción y es un paraíso para la observación de aves, al ser zona de paso para muchas especies de aves migratorias.
Las casi 30.000 hectáreas originales del lago en el momento de su formación, hace más de 2,5 millones de años, al comienzo del Pleistoceno –ahí es nada–, han ido reduciéndose hasta las 2.800 actuales. La llegada de los arrozales y el trabajo de arrebatar espacio de la laguna para crear campos de cultivo le ha robado unas 14.000 hectáreas, las que se conocen como marjal o tancat. Pero, más allá del lago y de los arrozales, el parque natural de la Albufera también está formado por la dehesa del Saler –el cordón de tierra que separa al lago del mar– y el monte –en Cullera y Sueca–.
En barca por la Albufera
Las embarcaciones tradicionales, con sus velas latinas –triangulares– y sus perchas –los palos que se clavan en el fondo del lago como los de los gondoleros venecianos– ya no son las únicas que recorren el lago, pero sigue habiendo pescadores que las utilizan. Las de la pesca tradicional y de las embarcaciones con vela latina son tradiciones que sería triste perder y que se han intentado proteger declarándolas bien de interés cultural en 2016.
Hoy en día, los paseos turísticos en barca se hacen casi todos con embarcaciones a motor, aunque en ciertos puntos se apagan para disfrutar de la tranquilidad de ese entorno único, momento en que te podrás sentir dentro de un cuadro de Sorolla. Nosotros recorrimos los canales, que parecen tajos en la tierra del parque, hasta llegar al lago. Una sensación casi como la de recorrer el Siq de Petra: los estrechos canales giraban entre los arrozales hasta el momento en que, tras el último recodo, se abría toda la lámina del lago, sólo rota por algunos islotes de cañas y por el vuelo de las aves que viven o pasan por allí durante todo el año.
Tras el paseo pudimos entrar en una reconstrucción de barraca. Las barracas eran las construcciones típicas de los pescadores de la zona, fabricadas con cañas, barro y paja en los tejados. Sólo una queda en el casco urbano de El Palmar y, como nos sucedió en el Cabanyal, nos explicaron que los incendios y la insalubridad, unidos a las comodidades de los edificios de ladrillo, han ido acabando con ellas. Atravesar la puerta nos llevó a la barraca del tío Paloma: los útiles de pesca colgados de las vigas, los de labranza en el suelo, la cocina en el centro, el techo de paja y la pequeña cama… Es fácil entender que se fueran abandonando este tipo de construcciones, aunque, cómo no, nos habría encantado ver el paisaje de la Albufera con todas las barracas.
En nuestro caso partimos del embarcadero de El Palmar, aunque es posible hacerlo también desde otros puertos y embarcaderos del lago. El coste de un paseo en barca de este tipo ronda los 4-5 € dependiendo de la compañía con que se haga. También tienes la opción de hacer un free tour por la Albufera con paseo en barca, aquí puedes reservar tu plaza.
El mejor momento para visitar la Albufera de Valencia
Siempre es buen momento para hacer una excursión a la Albufera: en el mes de mayo los arrozales se cubren de agua multiplicando por tres la superficie del lago; a finales de junio y julio el verde intenso de los arrozales se convierte en un espectáculo para la vista, dando paso después al amarillo antes de la recogida en septiembre; de octubre a febrero, la temporada de pesca, es posible ver el trabajo de los pescadores capturando lubinas y anguilas durante los paseos en barca… Y en cualquier momento del año, por supuesto, se puede disfrutar de la gastronomía de la zona.
Una paella en El Palmar: restaurante Bon Aire
Después del paseo en barca volvimos al embarcadero de El Palmar con la intención de disfrutar de un buen arroz en el restaurante Bon Aire. No estaba previsto, pero acabamos compartiendo mesa y charla con Raúl, el jefe de cocina y propietario. La tierra y sus productos son su pasión: cada mañana se levanta al alba para ir a trabajar en sus arrozales y su huerto antes de abrir el restaurante, en el que sirve su propio arroz y muchos ingredientes salen también de su huerta. Dos días antes de nuestra llegada, en una de sus horas de trabajo comprobando cómo crecía el arroz, tuvo un accidente: uno de los caminos de tierra que separan los campos se venció bajo su peso y acabó con la cabeza bajo el agua y el pie atascado. Acabó en un susto y un esguince de tobillo que le impedía estar frente a sus fogones, lo que nos permitió disfrutar de su compañía a la mesa.
Enamorado de El Palmar y de sus gentes, nos contó que después de las 18, cuando los turistas vuelven a sus casas, en el pueblo quedan 900 almas, contando a los perros. Todos se conocen y son más familia que la propia familia que vive fuera del pueblo.
Con él visitamos las tres plantas de su restaurante, en el que han llegado a preparar 132 arroces secos en un día y trabajan 28 personas, mientras nos explicaba el origen del nombre paella. Según él, se debe a que era un plato que preparaban los hombres mientras las mujeres iban a rezar el Angelus, era un plato ”para ella”. Una versión romántica pero que tiene como base el hecho de que tradicionalmente cocinar era cosa de mujeres pero la paella siempre ha sido preparada por los hombres. Nos contó también que estudió cocina después de casarse y pudimos comprobar que es un perfeccionista viendo sus fogones –con los fuegos de gas más parecidos posibles a la leña que ya no se puede usar en los restaurantes– y cómo estaba atento a cualquier detalle de la mesa, de los platos y de los camareros.
Ya en la mesa, se encargó de abrir la paella para para la cocción y para que todo el mundo pudiera tener su porción de socarrat –la parte que se pega al fondo de la paella–. Pero, además de la paella, all i pebre –anguila, patatas, ajo y pimienta–, clóchinas –una especie de mejillones típicos de Valencia–, esgarraet de llisa –pescado–, anchoas y un arroz a banda pasaron por nuestras emocionadas papilas gustativas.
¿La mejor paella de El Palmar? El cuarto comensal, valenciano de nacimiento, nos dijo que es muy difícil elegir la mejor paella de entre todos los restaurantes que hay en el pueblo. Cada uno tiene su preferencia, pero pocos como Raúl están tan enamorados de su tierra y lo transmiten con tanta pasión. Nos habló del caso de familias en las que el amor por la paella del Bon Aire se ha ido transmitiendo de generación en generación y abuelos, padres y nietos se lo contagian también a sus amigos. Nosotros no podemos tampoco responder a si es la mejor paella, pero podemos decir que Raúl es El Palmar y que su arroz está delicioso.
Cómo llegar a la Albufera de Valencia
Como contaba Vicente Blasco Ibáñez, El Saler sigue siendo la última población de la Albufera camino de Valencia o, lo que es lo mismo, la primera desde la capital. Pero, una vez allí ya no hace falta esperar a la barca correo hacia El Palmar, basta con seguir conduciendo el coche y dirigirse hacia el sur sobre la lengua de tierra que separa la Albufera del mar Mediterráneo por la CV-500. Otra opción es conducir por las carreteras del interior, rodeando el lago, V-31, AP-7, A-38, más rápidas, más grandes, más nuevas… pero más alejadas de la belleza del lugar.
Nosotros llegamos conduciendo desde la Toscana valenciana, desde Fontanars dels Alforins y, como si nuestro GPS supiera que nos importaba más ver los mil tonos de verde que tenían los arrozales que llegar pronto, acabamos recorriendo pequeñas vías pecuarias por las que casi nos sentíamos como en una barca con ruedas en mitad de la Albufera.
También es posible llegar a la Albufera en transporte público: desde el centro de Valencia parten los autobuses urbanos de la línea 25 que llegan hasta El Palmar y El Perellonet por 1,50 €. O el bus turístico: Albufera Bus turístic , que incluye un paseo en barca por la Albufera por 17 €.
Otra opción es con una excursión a la Albufera desde Valencia, con guía oficial y paseo en barca, aquí puedes ver los precios y características.
La Albufera sorprende tan cerca de la ciudad de Valencia por su tranquilidad y por ese viaje a la tradición que supone el paseo en barca por su lago. Mucho más que el lugar en el que se Vicente Blasco Ibañez colocó a sus personajes de Cañas y barro.
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