Si estás buscando una ruta de senderismo fácil entre la Comunidad de Madrid y Guadalajara, en un sitio que no esté lleno de domingueros madrileños que huyen de la ciudad el fin de semana y donde hacer unas fotos espectaculares, sigue leyendo.
Nosotros, todo hay que decirlo, no somos grandes senderistas y no conocemos mucho la sierra de Madrid, aparte de las rutas que salen de Cotos –sitio al que se accede fácilmente con el Cercanías– y que se llenan de madrileños, nosotros incluidos en algunas ocasiones, los fines de semana de verano. Fue gracias a unos amigos senderistas que pudimos descubrir un paisaje completamente diferente y que jamás habríamos imaginado encontrar tan cerca de Madrid: el de las cárcavas de Patones. Desde el verde de la sierra se llega a un paisaje desértico y casi lunar, que nos recordó el del chileno valle de la muerte o del boliviano valle de la luna. Eso sí, aquí parece que no hay suficiente público como para darle un nombre marketiniano, pero estaría bien llamarlo, yo que sé, ¡Marte en Madrid! Aunque, eso sí, realmente están en Guadalajara, aunque a sólo un par de kilómetros de la Comunidad de Madrid.
El punto de partida de la ruta de las cárcavas: la presa del Pontón de Oliva
En realidad hay más de una ruta que lleva a las cárcavas, pero todas empiezan por la presa del Pontón de Oliva, en la sierra de Ayllón, en la frontera entre la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha, en la provincia de Guadalajara. La presa se encuentra a 5 km de Patones de Abajo y a unos 80 km de Madrid capital –una hora y diez minutos en coche aproximadamente, también hay autobuses a Patones desde el intercambiador de Plaza de Castilla–. Justo al lado del Pontón de Oliva hay un aparcamiento.
La presa del Pontón de Oliva en sí ya es una atracción: es el más antiguo de los sistemas de canalizaciones y presas del Canal de Isabel II, el que abastece de agua la capital. Se construyó a mediados del siglo XIX, bajo el reinado de Isabel II, en su mayoría por presos de las guerras carlistas. Había 1.500 presos, 200 obreros libres y 400 animales, y muchos murieron en la obra o bien por las duras condiciones de trabajo o bien por la epidemia de cólera que afectó al campamento durante la obra. Aún así, las condiciones del terreno no eran las adecuadas y las filtraciones hicieron que se tuviera que cerrar pocos años después. Tanto sufrimiento y tantos muertos para nada… ¡si no hay fantasmas aquí, no sé dónde puede haberlos!
Eso sí, el sitio de la presa, en el río Lozoya y cerca de la confluencia del arroyo La Lastra, es muy agradable. Hay un pequeño embalse donde bañarse en verano y ahora la presa se puede cruzar pasando junto al dique para llegar al río Lozoya y acceder a la ruta más larga.
Las diferentes opciones de rutas a las cárcavas
Hay diferentes opciones de rutas para llegar hasta las cárcavas. La más larga es una ruta circular que sigue al principio el río Lozoya, cruzándolo más de una vez, y que llega hasta la localidad castellano manchega de Alpedrete de la Sierra. Desde ahí, y en un camino que en parte está sin marcar –es bueno llevarse un GPS–, se llega a la carretera y luego a un camino de tierra que llega hasta el punto más alto de las cárcavas, para volver a bajar después hasta el pontón de Oliva. Esta ruta más larga permite disfrutar también del paisaje de los cañones del Lozoya. En la web de rutas de senderismo wikiloc se encuentran algunas variantes de esta ruta, de unos 13 km –cinco horas y media o seis– y dificultad media/moderada.
Pero, ¡que no cunda el pánico! También está la versión fácil. Sin cruzar la presa sino dirigiéndose al lado opuesto, la zona más alta de las cárcavas se encuentra mucho más cerca. En la página de la Comunidad de Madrid encontráis los detalles de la ruta fácil y mucho más corta: son 2,5 km y 45 minutos de camino hasta arriba, 4 km y una hora y cuarto si se quiere llegar hasta el vértice geodésico de Guadarrama. Se vuelve por el mismo camino.
El paisaje extraterrestre de las cárcavas de Patones
Rocas rojizas y amarillentas cortadas por socavones producidos por la erosión del agua durante milenios. Formas que parecen extraterrestres, colores que no esperas encontrar en medio de la sierra y al lado de un valle verde, un silencio y una soledad únicos a pocos kilómetros de una metrópolis como Madrid. Todo fascina y casi asusta. Eso son las cárcavas de Patones: lo que te espera al final de la ruta. Merece la pena, ¿no?
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