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El motel de Psicosis

Jueves, 23/06/2011 (y 6)

Es noche cerrada cuando llegamos y no hay mucho que ver. Hay luz en el aparcamiento de la estación pero a los diez metros está todo oscuro. ¿Dónde nos hemos metido?

Volvemos a intentar lo del billete aquí con el mismo resultado. Habrá que comprar un Second General mañana poco antes de que salga el tren.

Todos los tuctucs piden lo mismo por llevarnos al hotel. Cuando reservamos en Jaipur nos dijeron que iban a buscarnos por 80 rupias. Según ellos el precio que nos cobrarían los tuctucs. Comprobamos que es cierto, todos piden 80 rupias. Como el precio es fijo lo que nos ofrecen es el hotel. El conductor trata de ganar una comisión llevándonos a otro sitio, pero le decimos que tenemos reserva. No vamos a ir ahora a otro hotel cuando tenemos la reserva del safari en el mismo sitio.

Lo que veíamos desde el tren se confirma desde el tuctuc. La ciudad, por llamarlo de alguna manera, está poco iluminada, también por decirlo sutilmente. Nuestro hotel está fuera de la ciudad. Todos los hoteles lo están. Como el atractivo es el Parque Nacional de Ranthambore, los hoteles, que lo que hacen es organizar safaris, están cerca de la entrada del parque y fuera de la ciudad.

El tuctuc va cada vez a zonas más oscuras. De vez en cuando se ve un edificio iluminado y un cartel que indica que hay un hotel o un complejo. En un momento dado gira a la derecha y toma un desvío hacia ninguna parte. Poco a poco vamos vislumbrando un edificio en penumbra y, cuando llegamos a su puerta, para y nos dice que hemos llegado.

¿Que hemos llegado? ¿A dónde? Salen dos del edificio y nos confirman que es nuestro hotel, el RTDC. Se les ha ido la luz y están arrancando el motor secundario. Esperaremos en recepción mientras lo consiguen. No es que parezca el motel de Norman Bates, es que Norman Bates no pasaría aquí una noche ¡por miedo! Lo que está claro es que somos los únicos huéspedes. El parque cierra a partir de julio y los turistas deben haber dejado de venir ya. En el resto de hoteles sí que había luz, lo que nos hace pensar que también habría turistas…

Los dos que hay en la recepción nos dicen que el parque ha estado cerrado desde la mañana por la lluvia. El primero de los safaris salió, pero lo cerraron en cuanto volvieron. Estaba todo embarrado y era difícil moverse. Hemos llegado hasta aquí para nada… Según ellos no todo está perdido. Si deja de llover, ahora mismo no llueve, mañana volverá a abrir.

Me enfado con el mundo. Hemos llegado hasta aquí en un tren con la familia Monster para que ahora no haya safari y tengamos que dormir en el motel de Psicosis. Les digo que hay un tren a las 5.10 de la mañana para salir de aquí y que lo que vamos a hacer es lo siguiente. Ellos se enteran antes de las cinco de si el parque se va a abrir o no y nosotros a las cinco estaremos preparados para que, en el caso de que no abran, vayamos a la estación y salgamos de aquí. Sara está menos ofuscada, ya usó su cuota de ofuscación con Ilu ayer por la tarde.

Poco a poco voy entrando en razón. Si no hay safari tampoco hay necesidad de salir de aquí tan temprano, yo lo decía porque era posible que hubiera plazas en el tren. Pero si no hay safari podremos quedarnos descansando tranquilamente en el hotel, durmiendo.

Vuelve la luz. Tampoco es que mejore mucho el sitio ahora que podemos verlo. Lo primero que hay que hacer es pagar, antes incluso de ver la habitación. Como estamos solos, si no nos gusta podremos pedir otra, ¿no? El safari lo pagaremos mañana si lo hacemos.

La habitación es muy grande y, si no fuera porque hay más insectos aquí dentro que en la jungla, estaría hasta limpia. Lo primero es comer algo. Los crackers vuelven a hacerle compañía al fuet. Después, darse una ducha y, mientras se la da Sara, yo lucho con la mosquitera. Hay que encontrar algo para atar la cuerda de la que colgarla. Un aplique de luz encima de la cama y otro en la pared de enfrente son los elegidos. Por el camino el cementerio de saltamontes, hormigas con alas, mosquitos y resto de bichos va creciendo.

Cada paso que damos encontramos otro bicho. Vuelve mi momento de estrés, ahora que estaba relajado después de lo de la recepción. No es que me den asco ni me asusten los bichos, lo que me preocupa es que estos saltan muy alto y no quiero encontrarme con uno en la cara mientras duerma o que se me meta en la boca. Por mucho que vamos matando es imposible limpiar la habitación, la ventana no cierra bien y debajo de la puerta de entrada hay un hueco de casi dos centímetros de alto por el que podrían entrar hasta los tigres.

Llevo un rato encerrado debajo de la mosquitera, buscando cómo ajustarla bien para que no pueda entrar nada, pero ya he encontrado algún bicho dentro. Esto va a ser duro…

Eso sí, la «dureza» duró lo que tardamos en apoyar la cabeza (en la mosquitera para que no se levantara) y dormirnos. Nuestro último pensamiento fue un deseo: que siguiera sin llover para poder hacer el safari al día siguiente. No es que tuviéramos muchas esperanzas de ver al tigre pero, llegar hasta aquí sólo para matar insectos sería muy triste, al menos entrar en el parque y visitar la jungla.

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