Domingo, 06/03/2011 (4)
Entramos al mercado para comprar unas mandarinas. Sara lleva una semana sin comer fruta y la echa de menos. Yo llevo una vida, así que una semana más no me va a hacer daño. Creíamos que serían baratas. En el puesto Sara le señala las mandarinas al vendedor y le muestra un billete de 500. Él se ríe. Pone la mandarina en la báscula, marca el precio: 4.000 y le muestra que sólo una ya son más de 500 som. Nos parece increíble que un kilo de mandarinas cueste casi lo mismo que dos platos de plov. Desproporcionado el precio de las mandarinas.
Cerca de la oficina de correos vemos un banco en plena avenida Taskent. Llevo las postales en la mochila de la cámara así que podemos escribirlas y echarlas aquí. Al sentarnos a escribir comienzan a acercarse las que barren la calle a mirar. Esto tiene más éxito que ponerse a dibujar y antes de que nos demos cuenta tenemos a cuatro mirando cómo escribo. Mirar cómo se dibuja puede tener un interés porque es algo que no todo el mundo sabe hacer, o se le da bien, pero mirar cómo escribe uno una postal… Además cogen las postales, les dan la vuelta y entre ellos admirados se dicen «Samarqand». Sí, es una postal de Samarcanda, pero es que estamos en Samarcanda y lo que miras tan sorprendida en la foto se ve en realidad desde donde estamos sentados.
Antes de acabar han perdido todo el interés. Al intentar pegar los sellos nos damos cuenta de que son papel, sólo papel. No llevan goma por detrás que al humedecerse se pegue. Vamos a la oficina de correos a ver si tienen algo con que pegarlos. Está cerrada. Les pediremos pegamento en el hostal. Tienen un par de niños pequeños así que es probable que lo usen.
Entramos en el otro supermercado casi occidental y compramos unas galletas con chocolate. Sí, no es que le demos mucho a los dulces y al chocolate en casa, pero cuando salimos de viaje es de lo que más tiramos porque es lo que más energía da, un subidón de azúcar. Como el otro día empezamos a comerlas sentados en los bancos de la plaza Registán mirando las mezquitas y a un montón de críos con mochilas. Aquí hasta los domingos deben tener colegio.
Poco antes de levantarnos vemos a uno con un mono de snowboard y con una tabla en mitad de la plaza. Va seguido por dos que le van haciendo fotos mientras él hace las poses más chulescas que uno puede imaginar. No sabemos si son simplemente ridículos o es que están haciendo un reportaje para algo de este deporte. El resto de gente de los bancos tampoco lo sabe y acaban haciéndole más fotos a él que a las mezquitas. Casi todos son locales y las mezquitas es algo que tienen muy visto, pero no a un tipo haciendo el ridículo.
En el hostal nos dejan un poco de pegamento y pegamos los sellos. Pasamos por el baño y le pedimos a la señora que nos escriba «estación» en uzbeco para el taxi. Nos dice que casi seguro que nos entenderán en inglés, pero si no que digamos Vokzal. También nos indica dónde ir a coger el taxi y que, nos pida lo que nos pida, no le demos más de 4.000. Ten por seguro que no le daremos más de 4.000 lo de regatear lo llevamos a rajatabla, recuerda que tú pedías 30 dólares la noche…
En el sitio donde paran los taxis nos dicen que para ir a la estación tenemos que ir a la acera de enfrente. Sorprendente que no nos cojan y den ellos la vuelta con el coche. Al cruzar la calle llega uno que nos pide directamente 4.000 por ir. Es demasiado fácil y tenemos tiempo de sobra. Le ofrecemos 3.000 y nos lo acepta con facilidad. Es uno compartido y un poco más adelante otro le hace gestos. El sitio al que va no debe quedar muy lejos del camino de la estación porque acaba montando.
Puede que no le viniera del todo bien, pero el hecho de ir con dos turistas también puede haberle motivado. En cuanto sube se gira para hablar con nosotros en un inglés muy bueno. Es un rico de Taskent. Estudia en una universidad internacional de Singapur en Taskent y al decirle que vivimos en España nos dice que él puede que también venga en breve. Tiene que hacer un año en el extranjero y entre los sitios que puede elegir está España. Su recorrido acaba pronto, se baja y nos desea buen viaje.
Al llegar a la estación los taxistas nos ofrecen llevarnos a Taskent. Ya tenemos el billete comprado así que ni nos lo planteamos. Según la guía no merece la pena, el tren es más cómodo y tarda prácticamente lo mismo.
Tenemos tiempo de sobra. El Registan, nuestro tren, ya está aquí pero está cerrado. Faltan casi dos horas para que salga, son poco más de las tres. Volvemos a la estación porque, aunque hace algo más de calor, tampoco hace lo bastante como para esperar en la calle.
Cuando saco las cartas se sientan dos al lado de Sara. Uno de ellos comienza a hablarnos en inglés. Vaya mala suerte, hemos encontrado a los dos únicos que hablaban bien inglés de Samarcanda (además de los del hostal) justo cuando nos vamos. Nos dice que se llama Ulugbek. Pensaba que al ser el nombre de alguien tan importante para su país no sería muy común. Cuando nos lo dice le respondemos que como el nieto de Timur y él se pone muy contento. Ha estudiado en Nueva York y nos dice que allí nadie sabía que su nombre era un nombre importante. Hombre, no te lo tomes a mal. Nosotros lo sabemos porque llevamos aquí más de una semana y quitando a Timur y a Ulugh Beg no parece que haya habido mucha más gente famosa aquí. Es más, Al-Khorezmi no está nada presente por la calle y ése sí que es famoso fuera del país.
Estudia literatura inglesa y universal en una universidad privada. Tiene que hacer un trabajo sobre alguien importante y ha elegido Leonardo Da Vinci. Nos dice que hace un mes pensaba que era sólo un pintor pero que ahora sabe que era muchas otras cosas: inventor, escultor, diseñador,… A nosotros nos sorprende tanto que él supiera tan poco de Leonardo Da Vinci como a él que nadie supiera en Estados Unidos quién era Ulugh Beg. Nos dice que vive en Taskent con sus padres pero que ha venido a Samarcanda a buscar a su hermano que estudia aquí. Él está sentado a su lado pero no habla inglés. Ahora van a la casa de su abuela en el sur, porque mañana es su cumpleaños y se junta toda la familia. Nos dice que estén donde estén tienen que volver a la casa de su abuela para festejarlo. Se reúnen unas 75 personas. Todas se quedan en la casa de la abuela y comen allí. Pedazo de casa.
Nos pregunta dónde nos vamos a alojar en Taskent y le decimos que no lo sabemos. Se sorprende y cuando le confesamos que llevamos haciendo eso todo el viaje nos llama «gente arriesgada» (risky people). Se ofrece a ayudarnos, pero él va al sur. Nos pregunta si tenemos teléfono. Tenemos, pero no para usar aquí. «Gente más arriesgada» según él. De todas formas nos da el suyo. Le podremos pedir a cualquiera que nos deje llamar. Sí, porque cabinas no hemos visto ni una. Normal por otra parte, cómo te vas a poner a meter billetes y billetes por la ranura.
Cuando nos despedimos también nos da su correo electrónico. Un tipo interesante este Ulugbek.