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La nueva Samarcanda

Sábado, 05/03/2011 (y 5)

Nos queda por ver la ciudad nueva, donde lo más destacado según la guía es un supermercado… Así que no tenemos mucha prisa y estamos un rato en la habitación acabando la partida de cartas que empezamos en el campamento de yurtas.

Al salir preguntamos, al que nos dijo que podíamos cambiar de habitación a una en la que sí funcionaba la calefacción y pensamos que es el marido, por la parada. Nos dice que está aquí al lado, en el cruce de las avenidas Registán con Dahbet, al lado del hotel Afrosiyob. Ahora tiene sentido hacia dónde señalaban las dos que se bajaron del autobús y que nos dijeron Afrosiab. Todo el día comiéndonos la cabeza y resulta que era aquí al lado.

Vamos a confirmarlo.

En cuanto nos ven llegar preguntan si queremos ir a Urgut. Por fin, hemos dado con el punto justo. Pero son todo taxis. Les decimos que marshrustka y todos dicen que no, que taxi, taxi. Se acerca uno y nos dice que Damas. Las marshrustkas son furgonetas Daewoo (está claro que tienen una fábrica en el país) modelo Damas. Mucho más fácil decir Damas que marshrustkas. Le seguimos y nos abre su puerta. Le decimos que no, que mañana. No lo entiende y saca unos billetes. El precio: 2.000 cada uno. Comparado con los 40.000 que nos pedía el otro de lujo, vamos, ni regatear. Pero el caso es que es mañana. Saco el calendario y le señalo el domingo seis, pero no tengo nada claro que lo haya entendido. El punto es que hemos encontrado por fin la parada y que mañana montaremos en Damas.

Subiendo por Registán llegamos otra vez a la estatua de Timur y desde aquí al supermercado. La zona nueva tiene una arquitectura muy moderna: amplias avenidas y edificios bastante bonitos. Está claro que cuando escribieron la guía no habían abierto todavía nuestro supermercado de confianza, porque si a esto lo llamaban occidental, qué sería lo otro que hasta tienen dos cajas para pagar y ordenadores. Aquí la mitad de las cosas no tienen precio, la caja es una especie de tenderete al lado de la puerta con una señora dentro y las cosas están más desordenadas que un Lidl.

Eso sí, al lado hay una sala de banquetes y están celebrando una boda, digno de ver. En este país la gente no hace más que casarse. Ése debe ser el motivo de que haya tanto turismo interior cuando ellos mismos dicen que no es la mejor época del año para hacerlo. El nivel de horterísmo del salón y de los trajes de los invitados da para una exposición.

La única cosa más digna de ver por aquí cerca es el parque Navoi, Alisher Navoi (Nizām-al-Din ʿAlī-Shīr Herawī). Político, místico, lingüista, pintor y poeta uigur conocido mayormente por su seudónimo Navā’ī, en persa «el llorón» nacido en el noreste de Afganistán en 1441, llegó a administrador público y consejero del sultán. En todas las ciudades grandes del país hemos encontrado un parque con su nombre. Un parque. Sin nada más, bueno, con unas atracciones para niños.

Nos vamos al hostal que ya hemos visto todo. Según el móvil hemos andado casi 20 kilómetros entre unas cosas y otras y ya está bien. Además mañana hay que madrugar para ir a Urgut. Visitar el mercado. Volver. Y estar aquí antes de las doce para poder comer el plov.

Nos han dicho que tenemos que dejar la habitación a las doce, así que la dejaremos cuando salgamos por la mañana, y que no hay problema para dejar las mochilas. Es más, nos ha preguntado si teníamos el tren a Taskent a las cinco. Es evidente que es el recorrido estándar.

Es pronto. Jugamos otra partida de cartas después de escribir el diario y le damos un poco al fuet, que queda bastante y no puede volver a España.

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