Martes, 01/03/2011 (2)
En la entrada también está incluido el Serrallo de Nurullabay que está fuera de la muralla. No sabemos cómo llegar exactamente y preguntamos en la oficina de turismo.
Como está al lado del hotel pasamos primero a comprar el agua y así la dejamos en la habitación. Nos podemos quedar en la habitación hasta que llegue Bakhtiyar a recogernos para ir a Bujará.
No tenemos muy claro cuál elegir porque todas las botellas parecen iguales, pero no queremos que tenga gas. Agitamos una de Nestle y no parece que tenga burbujas así que preguntamos cuánto cuesta. Son 1.000 som, al cambio del mercado negro algo menos de cuarenta céntimos por litro y medio. Como todas las demás está muy fría y la mano que la sujeta se va congelando.
En la oficina de turismo nos dicen que el palacio, que ellos llaman Serrallo de Nurullabay, es el que está en el mapa de la guía, el palacio de Isfandiyar. Ya sabemos llegar.
Al llegar a la puerta del hotel descubrimos que está cerrado. No es muy normal que te cierren la entrada principal del hotel a las doce de la mañana, aunque sólo haya dos habitaciones ocupadas. Ayer había un montón de gente limpiando y preparando (aunque estamos casi solos todo está muy limpio y cuidado) y ahora no hay nadie. Golpeamos la ventana por si están dentro pero nada. Lo rodeamos y vemos que viene llamándonos uno que nos dice que volvamos y que corre a la puerta lateral para abrirnos. Menos mal, porque ya no siento la mano que sujeta la botella de agua.
Aunque habíamos desconectado la calefacción al salir la habitación está mucho más caliente que la calle y cualquier museo de la ciudad. Tanto, que nos dan ganas de quedarnos allí hasta que venga Bakhtiyar, pero todavía queda un palacio. Eso sí, un cuarto de hora sí que estamos, más que nada para volver a sentir los dedos de pies y manos.
No sabemos si es porque en Itchan Kala hace más frío porque las calles son estrechas y están llenas de hielo, o es que cada vez va haciendo más calor… pero nada más cruzar la muralla se está mucho mejor.
La muralla desde fuera tiene un aire a la ciudadela de Saladino de Alepo, por la inclinación, pero también a la muralla de Ávila por los torreones. La imagen curiosa es que está cubierta de nieve (que ya será hielo) en muchas partes.
Localizamos el palacio con facilidad y descubrimos con placer que está cubierto. Esto es un palacio construido como palacio y no una madraza reconvertida como todo lo demás, así que no hay patio interior congelado. Techos de madera pintado, paredes de estuco y las típicas chimeneas rusas de cerámica. Incluso tiene una sala de espejos.
Al volver al hotel vemos el coche de Bakhtiyar en la puerta. Todavía faltan quince minutos y nos queda por ver un local de artesanía que debe estar en la plaza junto al hotel. La recorremos entera y no encontramos nada aunque ya que estamos aquí entramos en una tienda. De nuevo debe ser para turismo local porque con cuatro turistas occidentales que hay en toda la ciudad no creo que hagan mucho negocio.
Otra cosa curiosa que hemos visto y que es seguro para turismo local, porque los occidentales no creo que lo trabajen, son bancos que ponen en las calles con flores, con un tigre delante (algunos grandes como de plástico y otros más pequeños de peluche) y ropa (es de esperar que para el que se siente) y un tipo con una cámara de fotos. También tienen la versión trono de kan con traje, casco, escudo y espada para la foto. Hemos visto por lo menos cuatro o cinco por la ciudad y es bastante pequeña.
Antes de la una entramos al hotel y saludamos a Bakhtiyar que nos espera sentado en recepción. Subimos a por las mochilas y nos despedimos del amigo de la entrada que ahora sí está.