Jueves, 25/03/2010 (y 4)
Descansamos veinte minutos y salimos para el Punakha Dzong. Está tan en Punakha tanto como nuestro hotel, pero pasada la ciudad. Se encuentra en la unión de los ríos macho y hembra. Aquí también hay un puente para cruzar el río y la famosa crecida de 1.968 se lo llevó también por delante. En este caso es el embajador alemán (con su gobierno) el que ayudó en la reconstrucción. Paramos en un parque que hay enfrente para hacer fotos. Kuenzang nos cuenta que el arquitecto que lo diseño, allá por el siglo XVII, fue llevado al paraíso de Guru Rimpoche en un sueño, y que de ahí es de donde sacó la inspiración para su diseño. Lo cierto es que todos los dzongs se parecen mucho, aunque también puede ser que después de ver tantos ya no los distingamos. El caso es que no hay tantas diferencias entre uno del 1.400 y otro de año 2.000.
Como el diseño viene del paraíso, el dzong es el de la felicidad. Aquí nos encontramos por primera vez con un grupo verdaderamente de grande de turistas. En el resto de sitios la vedad es que grupos ni grandes ni pequeños. El sitio es tan impresionante como los demás. Por supuesto están las pinturas de los cuatro protectores (Kuenzang no fue capaz de decirnos cuál era el veneno del cuarto esta mañana), de los cuatro amigos, de las siete largas vidas y de la creación de la Tierra.
Este templo está dedicado al mismísimo Buda. Además de una gran estatua del Buda presente y otra más pequeña, están las del pasado y del futuro. También están Guru Rimpoche y Zhabdsung Ngawang Namgyal. Según Kuenzang para los butaneses Guru Rimpoche es el segundo Buda. También hay dos estatuas de protectores, no los de los puntos cardinales. En los laterales están están las estatuas de los 69 antiguos jefes de los monjes de Bután, también está la del divino hombre loco a pesar de que no ocupó ese cargo, y las de los cuatro protectores de los puntos cardinales. En la planta superior hay pinturas de miles de Budas.
En la pared de la entrada se encuentra pintada la historia de Siddhartha Gautama. Kuenzang nos cuenta que Buda desde el cielo vio el sufrimiento de los seres humanos y de los animales y que decidió bajar a la Tierra a repartir sus enseñanzas. Discutió con el resto de deidades la forma en la que debía hacerlo y decidieron que sería como un elefante blanco. La familia que eligió para renacer fue la familia real. Ya eran mayores y no tenían hijos. Una noche la reina Malla tuvo un sueño en el que un elefante blanco se introducía en su tripa. Al contarlo a los sabios le dijeron que era una buena señal. El embarazo de la reina duró doce meses. El niño no nació como los demás, sino que salió del costado derecho de la reina y al nacer el niño anduvo siete pasos en cada dirección. Bajo sus pasos crecieron flores de loto. Una anciana profetizó que sería un fantástico rey para su pueblo siempre que no saliera del palacio, y en el caso de que lo hiciera se convertiría en Buda.
El niño creció y a pesar de que sus padres quisieron mantenerlo en el palacio presentándole gran cantidad de bellas jóvenes para que eligiera su mujer, acabó por salir a la edad de 35 años. Su salida fue flotando a través del techo. Al primer habitante con que se cruzó le regaló su corona y le dijo que fuera al palacio a reclamar el puesto que él no quería. A partir de ese momento no hizo otra cosa que meditar en el bosque durante siete años El primer año comía un grano de arroz al día. El segundo raíces, el tercero y cuarto un trozo de hierba y el quinto y sexto una gota de agua. Mientras tanto los demonios le tentaban para que los humanos no conocieran a un Buda real. Una de las pinturas muestra el descenso de Buda a la Tierra y los 33 peldaños que so necesarios para alcanzar la iluminación. Paras nos dijo en Swayambhunath que los niveles para alcanzar el nirvana en el budismo eran 13, pero Kuenzang nos dice que no, que son 33 y que lo que se alcanza es la iluminación.
Cuando acabó su meditación los demonios le enviaron bellas mujeres, espíritus malignos, que también rechazó pues él sólo quería ayudar a la gente y a los animales. En ese momento repartió sus enseñanzas entre sus discípulos durante una semana. Cuando le llegó el momento de morir preguntó a sus discípulos quién estaba dispuesto a hacer la misma meditación que él había hecho para que siguiera habiendo un Buda en la Tierra. Ninguno quiso porque era demasiado complicado y ése es el motivo por el que los seres humanos seguimos muriendo.
Pasando por delante de las ruedas de oración que rodean al templo vemos una que está casi rota. En su interior hay papel hecho a mano con el mantra «Om mani padme om». Le preguntamos si todas las ruedas de oración están llenas de papel hecho a mano y nos dice que sí. No estamos tan seguros de que las más grandes estén macizas, pero seguro que el mantra está dentro.
Le preguntamos cuál es el sistema para elegir al jefe de los budistas de Bután y nos dice que es una cuestión de valoración. Los monjes, como el resto del mundo, llevan chales que indican su posición. El rojo es el común y después en orden de importancia están el azul, el naranja y el amarillo. El jefe de los monjes lleva el mismo color que el rey.
Hoy sí que hay gente en el hotel así que lo mejor será bajar a cenar pronto. Kuenzang nos ha dicho que también es buffet como en la comida. Será lo mejor para nosotros. Descansamos viendo un poco la tele y para las siete vamos al restaurante.
Para empezar nos ofrecen una sopa con verduras… pues va a ser que no, habrá que ver qué hay en el buffét. El caso es que no hay mucho continental. De nuevo arroz, esta vez indio, del blanco. Una especie de pan estilo crepe. También hay ternera… alguien debería enseñarles a hacer un guiso para que no les quede la carne tan seca y dura. Patatas cocidas con coliflor y el resto de cosas picantes habituales. Nos decantamos por el arroz, el pan y unas pocas patatas. Yo también cojo algo de ternera pero tan dura como siempre. El arroz, a pesar de que se pasan el día comiéndolo tampoco han aprendido ha hacerlo. Siempre les queda muy pasado y apelmazado. Al final no cenamos casi nada porque cada vez es menos apetecible. Esto me recuerda al viaje de mis padres por Italia que volvieron diciendo que habían comido todo el tiempo macarrones con tomate o los padres de Sara en España que decían que si es que sólo se comía paella en este país. Estoy seguro de que hay muchas más cosas para comer y mucho más ricas, peto esto es lo que hay.
Como suele haber un poste y no está en ninguna bandeja me levanto para preguntar. Me dicen que sí y que nos lo llevan a la mesa ahora mismo. El caso es que no dicen lo que es.
Nos traen un plato con una mini rodaja de piña a cada uno. Han acertado de pleno con el postre. A mí no me gusta la piña y además con el estómago revuelto Sara tampoco se la come. Nos levantamos después de preguntar el precio del agua. Al preguntarlo casi conseguimos que nos traigan otra botella en lugar de decirnos lo que cuesta. De vuelta a la habitación me tomo un postre como Dios manda. Un poco de chocolate con almendras. Sí que vamos a acabar adelgazando en este viaje.
Mañana habrá que madrugar otra vez, saliendo a las ocho, para ir a Paro. Así que, diario, ducha, preparar a los Symbios y a la cama.