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Linz

Nada más bajar del tren lo primero que hicimos fue buscar un taxi para llegar al hotel, el Harry’s Home. Por un momento me dio la impresión de haber vuelto a un país árabe cuando, al indicarle la dirección al conductor se nos quedó mirando con cara de sorpresa, nos dijo que sí y en cuanto entramos en el taxi (con las mochilas en el maletero) salió él a preguntarle al que tenía detrás en la cola de la estación cómo se llegaba al sitio que le habíamos dicho. La diferencia es que allí sí que funcionan los taxímetros.

Tan perdido estaba el hombre que cuando llegó a la calle en cuestión y se encontró con un enorme paso elevado nos indicó el taxímetro y nos dijo que lo paraba en ese momento y que el buscar el hotel en cuestión corría de su cuenta. Muy elegante. El hotel en cuestión estaba cien metros más allá y no perdió mucho dinero en la carrera, pero lo cierto es que fue un detalle.

Una vez instalados salimos para visitar el centro de la ciudad. El martes era el día en que podríamos recorrerla con algo de luz, porque el resto de la semana tendríamos curso hasta las seis de la tarde. El de la recepción nos dijo que el Sol se ponía a las siete y media de la tarde, pero mucho nos extrañaba que estando tan al este y siendo febrero aguantara tanto.

Cogimos el autobús en la acera de enfrente del hotel. Al intentar comprar el billete el conductor nos explicó que había dos modalidades: el de un viaje sencillo y el diario, de 24 horas. Tampoco teníamos previsto coger muchos así que le dijimos que un par de sencillos. Su respuesta fue que el diario costaba como dos sencillos… obviamente tendríamos que volver al hotel, así que tendríamos que coger (al menos) otro autobús. Le pedimos dos de 24 horas. La sorpresa fue que él no los vendía. En algunas paradas había máquinas para comprarlos (en la que lo cogimos nosotros no había). Las máquinas están en perfecto alemán y no queda muy claro qué botón es el que hay que apretar según lo que quieras, pero el conductor no tenía intención de dejarnos solos. Es más, paró en la siguiente estación y bajó con nuestro dinero a la máquina, pero era vieja y no funcionaba bien. Las máquinas tienen otra particularidad: no se pueden utilizar billetes, sólo monedas. Así que si pretendes comprar un billete más vale llevar cambio (me recordó a las máquinas de billetes de tren del Charles De Gaulle de París, también con monedas, porque las tarjetas de crédito no francesas no funcionan).

Aprovechando que teníamos el abono de 24 horas cogimos también el tranvía hasta el centro, la Hauptplatz. La plaza del mercado (220 m x 60 m), en su centro se alza la columna de la Trinidad (Dreifaltigkeitssäule). Una columna de mármol (de la montaña de Untersberg) de 20 metros de altura, levantada en 1.723 para agradecer la protección de la ciudad de la plaga y del ataque turco.

Al otro lado de la plaza se alza la catedral vieja, Alter Dom. Construida por los jesuitas entre 1.669 y 1.678 de estilo barroco.

Como puede verse por las fotos, aquí también había nevado un poco antes de que llegáramos.

Desde allí continuamos paseando hasta llegar a la catedral nueva de Linz, la Neuer Dom, Catedral de la Inmaculada Concepción (Maria-Empfängnis-Dom). Su primera piedra fue colocada en 1.862 y no fue consagrada hasta 1.924. Es la más grande de Austria (20.000 asientos) pero no la más alta. Ninguna iglesia podía ser más alta que la Catedral de San Esteban de la capital, Viena. De manera que la Neuer Dom de Linz es dos metros más baja que aquella 135 metros de altura.

Lo más sorprendente es que hacía más frío en el interior del edificio que en la calle con la nieve que había, de manera que no estuvimos mucho tiempo allí. Habrá que ver las vidrieras en otra ocasión.

Desde ahí a cenar. Era tarde (las siete y media casi ocho) y en esa zona de Europa se cena mucho antes. La mayoría de los sitios parecían ya cerrados y en los que había gente no había carta en algo que no fuera alemán. Lo que nos sorprendió mucho de los restaurantes de la zona (luego nos sucedió también en Viena) es que no sólo está permitido fumar (que algunos parecen Londres de la cantidad de humo que hay en el interior) sino que incluso los camareros no paran de hacerlo detrás de la barra y, si te descuidas, te traen el plato con el cigarrillo en la mano.

Encontramos un restaurante griego que todavía servía, éramos los únicos que estábamos allí cenando y después de eso al hotel. A decirle al de recepción que eso de que anochecía a las siete y media no se lo creía ni él.

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Comentarios

  • JAAC
    3 marzo, 2010 a las 09:31

    Ya te digo que no sólo se puede fumar… es que es una costumbre nacional! En todos los restaurantes hay una capa de humo pegada al techo que sorprende un montón.

    Linz no es tan cara… cuando llegamos a Viena sí que las cosas tenían un precio un poco más alto, pero tampoco hay tantísima diferencia con otra ciudad grande de España.

    Responder
  • conxa
    1 marzo, 2010 a las 18:13

    que se puede fumar todavía????

    habra que tenerlo en cuenta jejejeje

    es cierto que es caro?? que es una ciudad cara?

    Responder