Nada más llegar al aeropuerto tomamos el tren a la ciudad. Resulta que el tren es un poco más complicado de entender de lo que parecía en un principio y como nosotros nos íbamos al centro fue necesario preguntar porque a base de carteles era difícil.
El tren que va al centro también pasaba por Zuid, la estación más cercana a nuestro hotel. Desde allí andando en poco más de un par de minutos, a pesar de que al preguntar todo el mundo nos decía que unos 10 ó 15 (será porque allí todo el mundo va en bici a todas partes y no acaban de controlar los tiempos andando).
El hotel era fácilmente reconocible y ya desde el principio nos encantó. El checkin lo haces tú solito en los ordenadores que tienen en el mostrador de recepción. Te pide un número de documento (con el que hiciste la reserva) y confirma tu identidad. El problema es que nosotros llegamos demasiado pronto. No se puede entrar en las habitaciones hasta las dos de la tarde. Aunque todo lo puedes hacer tú solo también hay mucho personal encantado de ayudarte y que nos dijo que no había ningún problema en que dejáramos allí la mochila.
Tras esto nos cogimos el tranvía 5 al centro.
La plaza de la catedral (Damm) mostraba una cara un poco fea, siempre sucede que hay una obra delante de las cosas más bonitas. Y en la misma catedral había una exposición de objetos de Omán.
Desde allí comenzamos a pasear por las calles cruzando canales y viendo bicicletas por todas partes. También podían verse gran cantidad de casas flotantes.
Hasta la vieja catedral… que sorprendentemente es la que marca el comienzo del barrio rojo.