Miércoles, 26/08/2.009 (1)
El despertador suena a las cinco de la mañana. Ayer dejamos las mochilas casi preparadas a falta de las zapatillas de baño que estaban mojadas. A las cinco y veinte lo tenemos todo preparado y estamos listos para que llegue Dean.
Ayer se trató el tema de la propina. Lo cierto es que lo sacó la americana que está acostumbrada a dejar propina por «ley». Nosotros pensamos que si el que ha venido a recogernos, Dean, es el dueño de la empresa, y el guía, Mark, es su hermano, no hará falta que les demos nada, ya nos han cobrado y todo el dinero es para ellos. No es como si fueran empleados con un sueldo bajo, ¡son los dueños! La española está de acuerdo con nosotros en que siendo los jefes tampoco necesitan más. Además tenemos ciertas dudas sobre la visita panorámica. Cuando la pedimos, porque no estaba ofertada en el programa, nos dijeron que era personalizada y que teníamos que pagar un extra, pero resulta que todo el mundo la tiene incluida (excepto la americana que se queda un día más) sin coste adicional. Cuando les pedimos que incluyeran también la visita a Pilgrim’s Rest (un antiguo pueblo minero abandonado) nos dijeron que no se podía, que se tardaba mucho y que había que llegar a las cinco a Joburg. No entendimos porqué hasta ayer, la canadiense tiene la misma ruta y un vuelo a las 20:45, por eso hay que llegar pronto a la ciudad.
Dean llega puntual y se lleva a los Symbios. Salimos del parque en cuanto abren las puertas y nos dirigimos a una zona en la que se supone que hay más animales. Mark nos comentó ayer que están quemando cerca del campamento y que por eso hay menos que ver por allí.
Está claro que tiene muchas esperanzas puestas en la otra zona porque por el camino encontramos un par rinocerontes, varias jirafas, un búfalo y algún otro animal más y casi ni para (no como ayer el del nigth game drive). La salida del sol es casi tan espectacular como la puesta de ayer, todo el paisaje está cubierto de una ligera bruma que le da un aspecto de cuento.
Finalmente llegamos a la zona en cuestión y nos encontramos con un montón de coches parados. Hay un león. En realidad una leona. Según nos acercamos con el coche vemos otros dos tumbados al otro lado de la carretera. La leona que todo el mundo está mirando está haciendo guardia frente a los restos de una jirafa. La han dejado casi vacía, está claro que han comido más que los tres que están ahora por aquí, y seguro que algún macho adulto también. Nosotros seguimos sin ver uno adulto con su melena. Recordando Tanzania vemos que los árboles cercanos están llenos de buitres esperando su turno y al poco tiempo vemos acercarse un par de hienas para ver si les queda algo.
Con la misión cumplida, ver leones, vamos a desayunar. Será en el mismo campamento en que ayer paramos para comer, la capital del Kruger, Skukuza. Como todavía no sabemos qué pasará con las propinas, ni si tendremos habitación en el Brown Sugar o habrá que ir a otro que puede que no tenga tarjeta, le preguntamos a Mark por el cajero que nos comentó ayer. Nos dice que no hay problema, Dean viene a recogernos aquí y a la salida nos parará en el ATM.
El desayuno es tan ligerito como el de ayer: un par de huevos fritos, bacon, una salchicha, un par de rodajas de tomate, unos champiñones y pan de molde tostado. El mío se convierte en tres huevos y más bacon al cambiarle a Sara el tomate y los champiñones. Con la tripa llena, también con el Malarone, cambiamos de coche y nos vamos a la salida, después de despedirnos de Mark. A él no le hemos dado propina, ya veremos si luego a Dean.