Martes, 25/08/2.009 (y 2)
A la hora prevista salimos del parque, después de que el ranger nos haya avisado de que no está garantizado ver nada, que depende de la suerte. Aquí también hay mantas, que el ranger dice que no tiremos si no vemos animales, que luego van a devolvérselas enfadados.
Nada más salir nos sorprende parando el motor delante de un kudú. Diez minutos delante del kudú, está claro que no espera ver muchos animales esta noche que con esto se conforma. Poco después dos rinocerontes entre la hierba y alejándose. Otro kudú y otra parada. Y la gota que colma el vaso es que para el motor por unas cebras y una jirafa que deben estar a no menos de un kilómetro. Sara no puede evitar decir que por qué no nos movemos que están muy lejos. El resto de la gente del camión se le echa encima: ¿tienes prisa? ¿ves otros animales más cerca como para no parar por esto? ¿es tu primer safari? Tienes que tener paciencia… Pues no es nuestro primer safaria, hemos visto muchos animales en Tanzania pegados al coche, incluso esta mañana aquí mismo estaban más cerca y si no nos movemos no van a venir ellos a saludarnos.
Llevamos las de perder, la tipa que pregunto si era nuestro primer safari, cuando le hemos dicho que hemos estado en Tanzania nos dice que ella también y en Masai Mara y más… y se sigue sorprendiendo por ver un par de cebras y una jirafa del tamaño de un punto. Es más, dice que es mejor verlos así que cuando están cerca. Increíble. Le diría que fuera al zoo a verlos, pero esos están demasiado cerca para su gusto. Mientras tanto el conductor nos ha llevado a la charca de los hipopótamos para ver unas orejas y unos ojos asomándose en el agua. Por supuesto ha vuelto a parar el motor y la gente a emocionarse por algo que no sobresale del agua más de cinco centímetros y que de nuevo vuelve a estar muy lejos. Pero a estas alturas y visto lo visto lo único que podemos hacer es callarnos. Tampoco es que antes nos hiciera ningún caso el conductor.
Lo mejor de toda la salida es la puesta de sol que enrojece el cielo, y una vez oscuro las estrellas que se ven al revés que en el hemisferio norte. El camión lleva un par de linternas, que tienen que manejar los pasajeros, para ir iluminando los lados del camino. Gracias a ellas podemos ver un chacal y unos perros salvajes. Lo que sí que vemos en cantidad es conejos, pero no el típico conejo no, el conejo sudafricano… que es exactamente igual a cualquier otro. Había que probar la salida nocturna, pero no merece la pena en absoluto. Cada vez hace más frío y se ve menos, lo mejor que podía hacer era llevarnos al campamento ya. Pero no, hay que volver a las ocho y hasta las ocho no volvemos.
Nada más bajar del camión nos vamos al restaurante. Allí nos tienen preparada una mesa para los seis, hoy sí. Unos pocos platos otra vez y nos quedamos solos con la americana. La chica que ya estaba en el parque y que se nos unió ayer es canadiense. Le contamos nuestros planes de viaje y se muere de envidia por lo de los tiburones y las ballenas. Ella viene de Ciudad del Cabo y nos cuenta que el día que estuvo ella en Hermanus (la ciudad desde la que se avistan las ballenas) hacía un tiempo muy malo y que no vio nada, pero que el día anterior sí que habían visto.
Le contamos por encima el viaje a Perú porque nos dice que está deseando hacerlo, pero que espera a que vuelva su novio (es militar y está destinado en Irak). Le sorprende lo barato que le decimos que es todo… aunque esta mañana fue ella la que nos sorprendió a nosotros cuando nos dijo que el dólar estaba por encima del euro a casi uno y medio. Pensamos que no está muy enterada del cambio (no ha debido viajar por Europa) porque mucho habría tenido que cambiar todo desde el sábado…
Ya es hora de irse a la habitación y a dormir. Mañana tendremos que estar listos a las cinco y media que pasará Dean a recoger nuestro equipaje, después saldremos con Mark y tras el desayuno será Dean el que nos lleve a Joburg haciendo la visita panorámica. Aprovechamos para darnos una ducha que hoy está dentro.