Sábado 09/05/2009 (1)
El autobús, desde Puno, ha parado más de una vez, pero ninguno de los dos sabría decir cuántas ni donde. Los dos como dos rocas, en el caso de Sara, con su estómago revuelto en el lago Titicaca, muy buena señal.
Una hora más tarde de lo previsto, a las cuatro, llegamos a Arequipa. La estación está llena, pero aquí, a diferencia de en Puno, no hay nadie que te intente buscar un alojamiento u ofrecer un viaje, son todos viajeros esperando autobuses y todos locales. Tiramos de la guía para ver qué recomiendan y salimos a esperar un taxi que nos acerque al centro.
El taxista nos pregunta a qué hotel vamos. Al decirle que a la Posada de Sancho nos responde que los hay mejores y más baratos. Aceptamos su palabra y le decimos que tiene que ser con baño privado y agua caliente. Con esas condiciones nos ofrece uno por 60 soles. Eso no lo hemos pagado ni en Cuzco, así que aquí menos. También conoce sitios por 45 o 50 soles. La Posada son unos 80 según él y está peor. Aceptamos que nos lleve a donde a él más le convenga, pero si al final nos quedamos en su recomendación le pagaremos medio sol menos por la carrera que ya se lo llevará en comisión.
La primera opción está muy lejos de la plaza de armas, a cinco cuadras –manzanas–, pero cinco cuadras enormes. La segundo opción tiene mejor pinta, el Hostal Baviera. Está justo detrás de la plaza y nos asegura que tiene agua caliente y baño privado.
Antes de sacar las mochilas del taxi queremos verlo. Llama al timbre y baja un chaval a abrirnos. Parece medio dormido y no estamos seguros de si nos entiende. Queremos una habitación para entrar ahora y salir mañana, es decir, las horas de noche que quedan y la noche de mañana. Entrar el 9 y salir el 10. Lo que pasa es que entramos en 9 a las cinco de la mañana. No tengo muy claro si nos ha entendido, pero nos dice que de acuerdo. El taxista le pide precio de amigo por la hora que es y el muchacho responde que de acuerdo, 40 soles. Un muy buen precio, la madrugada de hoy nos la deja gratis. De todas formas antes de seguir queremos ver la habitación.
Subo yo sólo, Sara se queda abajo con el taxista y las mochilas. Mientras veo las habitaciones el taxista le cuenta que gran parte de las construcciones de la ciudad están hechas con roca blanca volcánica y por eso Arequipa es conocida como la ciudad blanca. Estoy esperando a que coja todas las llaves de las habitaciones que tiene disponibles para enseñarme. Hasta llegar a la primera me tengo que esforzar, el pasillo está a oscuras y no tiene intención de facilitarme el viaje. Abre la puerta, son tres camas pero dice que como nos quedamos nos la puede cambiar al día siguiente. No me importa, quiero ver el baño. Uffff, durito. No parece que esté sucio pero tiene poco mantenimiento. Le pregunto que si hay otra opción.
La hay y es la habitación de al lado. Sólo dos camas y el baño un poco, tampoco mucho, mejor. Son 40 soles así que. Bajo y se lo digo a Sara. Es muy cutre, pero como tampoco estamos para elegir y tiene baño dentro, nos quedaremos. En la recepción nos rellena la ficha. Es irritantemente lento, tanto que Sara se ofrece a rellanar su ficha. ¡Nos pregunta hasta el motivo del viaje! Negocios no te digo, por eso vengo a este antro. A la hora de pagar le doy un billete de 50 soles y me devuelve 10 soles en un billete y otros diez en monedas. Que yo pensaba que estaba comprobando si tenía para dármelo en monedas, pero no. Es que se estaba confundiendo. Con todo el tiempo que nos ha hecho perder y lo nerviosos que nos ha llegado a poner, nos quedamos con los 10 soles de más.
Nada más entrar en la habitación lo primero es buscar los enchufes. Llevamos desde Aguas Calientes sin enchufar los aparatos, más que un rato en la terminal de autobús de Puno, y las reservas están bajas. La ventana no tiene pestillo, pero está lo bastante alta como para no preocuparse. Con Sungin y Cany cargándose nos metemos a dormir. Ni nos quitamos las camisetas porque ponernos otras sería ensuciarlas. Luego tendremos que buscar una lavandería.
Al cuarto de hora de habernos metido en la cama Sara me dice que han llamado a la puerta. Yo no me había enterado pero abro. Es el de recepción que, no sabemos cómo, se ha dado cuenta de que nos había dado de más en el cambio. Me cabrea porque me estaba durmiendo estupendamente, pero le doy sus 10 en monedas y me vuelvo a dormir. Son las seis.
Antes de despertarnos del todo, puse el despertador a las 11:30, cambio los enchufes, ahora pongo el móvil de Sara y a Niki. Otra vez a dormir. A eso de las nueve y media vamos a ducharnos. El agua no se puede decir que esté caliente caliente, pero me esfuerzo. Sara no se quiere esforzar porque, aparte de que a ella le gusta mucho más caliente que a mí, no piensa que el agua fría sea lo mejor para su estómago. No se calienta. Llama a recepción, hasta teléfono directo con el de abajo tenemos, y el otro responde que hay agua tibia. Muy bien, pero dijiste caliente. Va a subir la temperatura al calentador y que lo intentemos en un rato.
Pasa el rato y el agua sigue saliendo igual. Vuelve a llamar y se presenta otro tío que nos dice que en 20 minutos y que cerremos el agua. Veinte minutos después Sara no aprecia que esté más caliente, pero hay que ducharse. Una maravilla lo de volver a estar limpio. Salimos a visitar la ciudad, buscar una lavandería y ver los precios de las excursiones al Valle del Colca.
Mal empezamos cuando el de recepción al vernos salir nos pregunta si ya nos retiramos. Nos ha costado mucho entenderle, no es que ayer estuviera medio dormido, es que habla así. No, nos vamos mañana, lo que ya te dijimos. La idea era y es, entrar el 9 y salir el 10, y todavía es 9.