Jueves 14/05/2009 (1)
Ducha antes de desayunar, después de la sudada de ayer en la avioneta y de la «angustia» de que el bus nos dejara en mitad de la nada me hace falta.
El desayuno es tan continental como todos los demás. En este caso tampoco hay leche leche, sólo crema para cortar el café. Lo que sí que hay es bollo de pan, mantequilla y mermelada, junto con el zumo natural de naranja. Preguntamos al que lleva esto si nos podemos quedar un día más y nos responde que tiene que mirarlo. Al acabar el desayuno vuelvo a preguntarle y me dice que todavía no lo ha visto pero que no me preocupe, que la hora de salida es a las doce. Le digo que es que nos vamos ahora a la excursión. Primero iremos a las islas Ballesta y a eso de las diez estaremos aquí otra vez. El tour por la reserva natural de Paracas no empezará hasta las once. Tendremos una hora para lo que queramos.
A las 7:45 como nos dijeron estamos en la puerta de la oficina. Rellenamos la hoja del barco con nombre, edad, pasaporte, etc. Desde el hostal vamos andando en grupo hasta el embarcadero y allí mantenemos la cola hasta que estamos todos. El coste de abordar una de las lanchas es de un sol por persona que se paga al pasar la barrera del embarcadero.
En nuestra lancha van un montón de alemanes y varias monjas, algunas colombianas y otras alemanas también. Lo primero que se visita es el Candelabro. Líneas como las de Nazca que forman la imagen de un candelabro o de un cactus. Mide 150 metros de altura por 70 metros de ancho. Sólo es visible desde el mar, incluso desde una distancia de seis o siete kilómetros. Esta figura está inclinada, todas las líneas de Nazca, excepto el astronauta, son planas y de menor profundidad. La preservación de esta imagen se basa en que en esta zona no llueve nunca. Por el camino nos hemos encontrado con algunos delfines que nos han acompañado en el viaje.
La llegada a las islas Ballestas es un golpe visual. Unas formaciones de roca enormes llenas de oquedades y pasadizos por los que se mueve el mar, con la superficie visible completamente llena de aves: zarcillos, gaviotas, pelícanos, etc. Además de pequeños pingüinos de Humbolt. El algunos puntos de las islas se han construido muros para evitar que el guano caiga al mar. Se recolecta cada seis o siete años y se vende a 10 dólares el kilo. La mayoría de la «producción» se exporta a Chile donde sirve de abono natural.
Al poco de estar allí vemos una colonia de lobos marinos descansando en una de las cavernas naturales de las islas. La vuelta alrededor de las moles de piedra dura una hora y media en la que vemos la escuela de natación de los lobos marinos, las zonas por las que suben los «guaneros» a recoger su cosecha y miles y miles de pájaros sobre nuestras cabezas. Como no podía ser de otra forma el guano acaba por entrar también en nuestra lancha. Tanto pájaro sobrevolando nuestras cabezas no podía acabar de otra manera. Esta zona de Perú además de exportar guano también tiene mercado de algas marinas, como comida, materia prima para cosméticos y, también, abono.
Alguno de los lobos marinos tienen sus momentos de confrontación, aunque la mayor parte del tiempo se dedican a descansar al sol sobre las rocas. En la zona de «guardería» hay más peleas por la masificación. Observamos como uno de los lobos se come una estrella de mar mientras otros se acercan nadando hasta nuestro bote.
Una de las atracciones finales del tour es pasar bajo el arco de la buena suerte. Un hueco natural en una de las rocas por la que pasa la barca sin ningún problema. A diferencia de en la catedral todo parece indicar que el terremoto no tubo consecuencias en esta parte.
Volvemos al embarcadero, de nuevo en una montaña rusa de casi viente minutos. Cierto es que esto no se pone bocabajo, pero los saltos y las pequeñas caídas al vacío son iguales y el estómago las siente igual. Pero no tiene color con el aeroplano. Puede que sea porque aquí no hay manera de sudar con todo el viento soplando de frente, pero lo llevo muchísimo mejor. Mucho más divertido, y eso que nos hemos tenido que poner un chaleco salvavidas nada más montar en la lancha. Si esto se inundase perdería demasiadas cosas, algunas reemplazables como la cámara, el disco, Sungin… pero otras se perderían para siempre como las fotos y los vídeos que ya hemos hecho durante el viaje. Esto es porque además del ultra portátil también llevo el disco duro con la copia de seguridad.