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Perú (XXI), salinas de Maras

Miércoles 06/05/2009 (1)

Para las cuatro y media suena el despertador. Al lado de nuestra habitación pasa el río sagrado y pasa con mucha fuerza, pero el ruido no ha impedido que durmamos ningún día. Recoger lo poco que queda por en medio y salir. En la zona de desayuno vemos que ya han colocado los plátanos así que cogemos dos para el viaje. El bollo se queda que era demasiado macizo.

Llegamos a la estación con tiempo de sobra, de hecho somos los primeros, aunque sólo durante un par de minutos que tardan en llegar otros. De todas formas no creemos que se vaya a llenar. Lo más normal es que la gente venga a esta hora y no que se vaya. Efectivamente, el vagón va medio vacío y sale puntual.

A la llegada a Ollantaytambo (última parada, se ve que a esta hora no llegan a Cuzco) nos asaltan un montón de conductores de combís y de colectivos ofreciendo el viaje hasta Cuzco. Nosotros queremos Urubamba y desde allí tenemos que coger otro que nos deje en Maras para visitar las salinas. Encontramos un taxi colectivo para Urubamba. Le decimos que nuestro destino son las salinas y nos pide 60 soles por llevarnos. Nos cuenta que el último tramo está sin asfaltar y el coche sufre. Ni hartos de vino vamos a pagar ese precio. Otro nos pregunta que cuánto estamos dispuestos a pagar y le decimos que no más de 10 soles. Nos dice que por ese precio nos acerca a Maras y desde allí cojamos otro colectivo a las salinas. Aceptamos.

Como pasa siempre que montamos en un colectivo falta un pasajero. Pasó en Jordania, pasó en Siria y pasa aquí ahora. Como ya no quedan viajeros por salir del tren el conductor arranca y nos vamos. De camino al centro de la ciudad se ofrece a una turista, que venía en nuestro tren, para llevarla a Cuzco. Le pide 10 soles y ella le regatea hasta 8. Acepta. ¿Así que nosotros pagamos 10 por Maras y por llegar a Cuzco son 8? Ya hablaremos a la hora de pagar.

El trayecto acaba en un cruce. Ni siquiera entramos en Maras. Al salir le doy 10 soles y me voy. Él nos dice que cómo, que eran 10 cada uno. Le respondemos que si ir a Cuzco son 8 no nos parece que haya que pagar 10 por llegar a menos de la mitad de trayecto. En ese momento baja a 15 por los dos y acaba la cosa en 14, que necesitamos las monedas para llamar por teléfono a nuestro «amigo» Alfonso.

En el mismo cruce comienza otro regateo con otro taxista de colectivo. Nos pide 40 soles por ir a las salinas. Bueno, ya vamos bajando a 30 ida y vuelta con una hora esperándonos. Sigue siendo mucho, rebaja a 25. Finalmente serán 20 con 45 minutos de espera. Es cierto que la pista está sin asfaltar y los últimos ocho kilómetros son duros, de masaje. Por el camino nos cuenta que ya han empezado a trabajar en las salinas. En la época de lluvias no se trabaja porque no se evapora el agua. Encontraremos terrazas ya trabajadas de color blanco por la sal y otras rojizas por la arena del lugar.

La primera impresión es que hemos vuelto a Fez, a la zona de los curtidores. Las mismas terrazas llenas de agua y como hay bastantes con distintos todos de rojo parecen tintes. Pero no, esto es sal. Nos cuenta el taxista que empiezan a trabajar sobre las diez de la mañana, así que no veremos a casi nadie.

Pasear por en medio de las terrazas de sal es curioso. Es como andar por las terrazas de cultivos incas pero aquí cultivan sal. Es de tiempos pre-incas de aproximadamente 1.350 más o menos. Vemos a algunos trabajadores con azadas o pisando la sal para favorecer la evaporación del agua. Todo el complejo está plagado de canales de riego que van abriendo o cerrando para llenar las distintas terrazas y esperar a su secado. Pura ingeniería.

Como tenemos tiempo de sobra pensamos en acercarnos a Maray, el laboratorio agrícola de los incas. Son varios círculos en los que crearon terrazas concéntricas a distintas alturas para probar las semillas en distintos climas. La idea es que en cada nivel se encuentran microclimas distintos. No parece que pueda haber tanta diferencia entre un nivel y el siguiente habiendo poco más de dos metros de altura entre ellos.

Nuestro taxista nos dice que por otros 20 nos hace lo mismo, nos lleva y nos espera 45 minutos en la puerta. Aceptamos, hay que favorecer la economía local. A la salida de las salinas se sube otro pasajero, un trabajador. Preguntándole nos confirma que sólo se trabaja durante la estación seca y que no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene la sal que tiene el agua. Le dejamos en Maras y se sube una cholita con su traje típico y dos gemelas colgadas. Le ofrecernos sentarse atrás para que vaya más cómoda pero lo rechaza. Al mismo tiempo el taxista abre el maletero y montan otra cholita con su hija de unos siete u ocho años. Ya vamos completos.

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Comentarios

  • JAAC
    23 junio, 2009 a las 09:32

    Por eso abrí un blog de viajes 🙂 porque el que tenía, y sigo manteniendo HayQueApuntarlo, se estaba convirtiendo en un monotema viajero y no era la idea. Los destinos «grandes» en la barra de la derecha con sus fotos 🙂

    No hay que tener tampoco mucha paciencia para regatear. Sólo hay que estar dispuesto a no llevarte lo que te ofrezcan. Si te ha encantado y lo tienes que coger, o si no hay más taxis y no puedes esperar, o si no quedan más hoteles en donde dormir… ya no es cuestión de paciencia. Si el que te lo ofrece sabe que no hay más opción no hay regateo. Lo que hay que demostrar es que hay muchas opciones y que si no se queda él con tu dinero será otro.

    Claro que así alguna vez acabas sin comprar aquello que tanto te gustó o pagándole más al siguiente taxi cuando ya te estabas desesperando.

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  • Alicia32
    23 junio, 2009 a las 09:23

    Madre mía, pues no habéis ido a sitios ni ná!! Yo soy más dura pero Manuel tiene paciencia cero y muchas veces hemos pagado más por la impaciencia de él y de no querer perder el tiempo..je je
    Nosotros también hemos estado en Egipto y en China. En éste último país nos llevamos la sorpresa porque no esperábamos que fueran tan moros!!

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  • JAAC
    23 junio, 2009 a las 09:13

    De hecho ahora tiene que ser más impresionante porque todas las terrazas deben estar ya blancas y con gente trabajando (bueno, eso depende de la hora de la visita).

    Regatear es básico, se puede regatear desde el precio de un taxi hasta el precio de la habitación del hotel, pasando por excursiones, recuerdos,… todo.

    No me parecieron ni más duros ni más blandos que los marroquíes. De hecho, no les recuerdo tan complicados allí y eso que fue nuestro primer acercamiento a esta forma de ajustar los precios 🙂 Pero después lo hemos hecho en Egipto, en Rusia, en Tanzania, en Jordania y en Siria, le vamos cogiendo la práctica (aunque nos siguen timando fijo).

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  • Alicia32
    23 junio, 2009 a las 09:03

    No sé, si vamos bien de tiempo está curiosa la visita..¿no? Veo que el regateo es fundamental…Y parece que no son tan duros como los marroquies..¿verdad? Nosotros también hemos estado en Marruecos y nos encantó Fez!!

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