Miércoles 06/05/2009 (1)
Para las cuatro y media suena el despertador. Al lado de nuestra habitación pasa el río sagrado y pasa con mucha fuerza, pero el ruido no ha impedido que durmamos ningún día. Recoger lo poco que queda por en medio y salir. En la zona de desayuno vemos que ya han colocado los plátanos así que cogemos dos para el viaje. El bollo se queda que era demasiado macizo.
Llegamos a la estación con tiempo de sobra, de hecho somos los primeros, aunque sólo durante un par de minutos que tardan en llegar otros. De todas formas no creemos que se vaya a llenar. Lo más normal es que la gente venga a esta hora y no que se vaya. Efectivamente, el vagón va medio vacío y sale puntual.
A la llegada a Ollantaytambo (última parada, se ve que a esta hora no llegan a Cuzco) nos asaltan un montón de conductores de combís y de colectivos ofreciendo el viaje hasta Cuzco. Nosotros queremos Urubamba y desde allí tenemos que coger otro que nos deje en Maras para visitar las salinas. Encontramos un taxi colectivo para Urubamba. Le decimos que nuestro destino son las salinas y nos pide 60 soles por llevarnos. Nos cuenta que el último tramo está sin asfaltar y el coche sufre. Ni hartos de vino vamos a pagar ese precio. Otro nos pregunta que cuánto estamos dispuestos a pagar y le decimos que no más de 10 soles. Nos dice que por ese precio nos acerca a Maras y desde allí cojamos otro colectivo a las salinas. Aceptamos.
Como pasa siempre que montamos en un colectivo falta un pasajero. Pasó en Jordania, pasó en Siria y pasa aquí ahora. Como ya no quedan viajeros por salir del tren el conductor arranca y nos vamos. De camino al centro de la ciudad se ofrece a una turista, que venía en nuestro tren, para llevarla a Cuzco. Le pide 10 soles y ella le regatea hasta 8. Acepta. ¿Así que nosotros pagamos 10 por Maras y por llegar a Cuzco son 8? Ya hablaremos a la hora de pagar.
El trayecto acaba en un cruce. Ni siquiera entramos en Maras. Al salir le doy 10 soles y me voy. Él nos dice que cómo, que eran 10 cada uno. Le respondemos que si ir a Cuzco son 8 no nos parece que haya que pagar 10 por llegar a menos de la mitad de trayecto. En ese momento baja a 15 por los dos y acaba la cosa en 14, que necesitamos las monedas para llamar por teléfono a nuestro «amigo» Alfonso.
En el mismo cruce comienza otro regateo con otro taxista de colectivo. Nos pide 40 soles por ir a las salinas. Bueno, ya vamos bajando a 30 ida y vuelta con una hora esperándonos. Sigue siendo mucho, rebaja a 25. Finalmente serán 20 con 45 minutos de espera. Es cierto que la pista está sin asfaltar y los últimos ocho kilómetros son duros, de masaje. Por el camino nos cuenta que ya han empezado a trabajar en las salinas. En la época de lluvias no se trabaja porque no se evapora el agua. Encontraremos terrazas ya trabajadas de color blanco por la sal y otras rojizas por la arena del lugar.
La primera impresión es que hemos vuelto a Fez, a la zona de los curtidores. Las mismas terrazas llenas de agua y como hay bastantes con distintos todos de rojo parecen tintes. Pero no, esto es sal. Nos cuenta el taxista que empiezan a trabajar sobre las diez de la mañana, así que no veremos a casi nadie.
Pasear por en medio de las terrazas de sal es curioso. Es como andar por las terrazas de cultivos incas pero aquí cultivan sal. Es de tiempos pre-incas de aproximadamente 1.350 más o menos. Vemos a algunos trabajadores con azadas o pisando la sal para favorecer la evaporación del agua. Todo el complejo está plagado de canales de riego que van abriendo o cerrando para llenar las distintas terrazas y esperar a su secado. Pura ingeniería.
Como tenemos tiempo de sobra pensamos en acercarnos a Maray, el laboratorio agrícola de los incas. Son varios círculos en los que crearon terrazas concéntricas a distintas alturas para probar las semillas en distintos climas. La idea es que en cada nivel se encuentran microclimas distintos. No parece que pueda haber tanta diferencia entre un nivel y el siguiente habiendo poco más de dos metros de altura entre ellos.
Nuestro taxista nos dice que por otros 20 nos hace lo mismo, nos lleva y nos espera 45 minutos en la puerta. Aceptamos, hay que favorecer la economía local. A la salida de las salinas se sube otro pasajero, un trabajador. Preguntándole nos confirma que sólo se trabaja durante la estación seca y que no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene la sal que tiene el agua. Le dejamos en Maras y se sube una cholita con su traje típico y dos gemelas colgadas. Le ofrecernos sentarse atrás para que vaya más cómoda pero lo rechaza. Al mismo tiempo el taxista abre el maletero y montan otra cholita con su hija de unos siete u ocho años. Ya vamos completos.