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Perú (XVI), llegan los problemas

Lunes 04/05/2009 (y 3)

A las 16:50 salimos a ver las casa de los incas y hacia la estación a por los billetes. Llegamos a la estación a las 17:10, no hay mucho que ver y la estación está a poco más de diez minutos de la plaza. Ahora toca esperar. Mientras esperamos vemos un cartel que informa de que el último tren, el de las 20:35, hacia Machu Picchu pueblo (para railperu no es Aguas Calientes) es sólo para peruanos que vivan en alguna de las dos ciudades. Según Alfonso ése era el que íbamos a coger, según railperu no va a ser así. O bien se puede coger o bien nos darán billetes para el anterior, a las 18:57.

Como las cosas no iban a empezar a salir bien ahora, a las 17:30 allí no hay nadie. No queremos andar esperando tontamente así que le llamamos al móvil. Lo extraño es que lo coge rápido y le dice a Sara que en quince o veinte minutos llegará su compañero con los billetes y que nuestro tren es el de las 18:57. Nos parece mejor, pero habría sido un detalle habernos avisado.

Hay que ir a la estación media hora antes de que salga el tren. En nuestro caso a las seis y media, como hemos dejado la mochila y las cazadoras en el restaurante y en ir y volver van a pasar unos veinte minutos decido ir a por las cosas cuando son las 17:45. A la vuelta Sara me dice que allí sigue sin ir nadie y ya son las 18:05.
Sara vuelve a hablar con Alfonso por teléfono, nos estamos dejando un dineral, y cuando vuelve está muy cabreada. Mientras hablaba con él, Alfonso se ha puesto a llamar a la persona que tenía que llevarnos los billetes y la ha dejado colgada hasta que se ha acabado el dinero. Me toca llamar a mí ahora. Pero no va a ser fácil, se nos han acabado las monedas y no me cambian en ningún sitio, habrá que tirar de la colección.

A la segunda consigo que me lo coja y no puedo más que soltarle todo lo que nos ha ido pasando. No me valen sus excusas ni sus disculpas. Todo está saliendo mal, la guía era muy buena y el día de hoy ha estado bien, pero si hemos salido es porque llamamos nosotros ayer, llevamos más de una hora esperando los billetes de tren y no viene nadie, la visita a Sacsayhuamán no estaba incluida y, por mucho que le ha dicho a Sara antes que no hay problema que la haremos el miércoles a la vuelta que está coordinado, yo no veo coordinación por ningún sitio. Es más, nosotros nos quedaremos el miércoles en Ollantaytambo y volveremos por nuestra cuenta según los planes. Y más aún, nos ha dicho que compráramos el boleto parcial de un día, así que ¿quién va a pagar la entrada del miércoles? (el detalle de que lo hemos comprado completo lo omito) Cuando me dice que va a llamar a su compañero le digo que no se le ocurra dejarme colgado al teléfono como ha hecho con Sara, que ya nos está costando demasiado dinero en llamadas coordinar el viaje.

Mientras estoy soltándole todo esto, aderezado con el detalle de que no estamos nada contentos y que, como bien dijo el primer día la idea era que quedásemos contentos para hacerle publicidad entre nuestros conocidos, si quedábamos descontentos también diríamos que no fuera nadie, y eso es lo que va a pasar, que les vamos a decir a todos que no son de confianza, aparece Sara con los billetes. Ya ha llegado nuestro hombre. A Sara le ha dicho que él tenía que estar allí a las seis y media, que era el horario que le habían dado. Vamos listos.

Al pasar por la estación Sara me dice que también está la entrada a Machu Picchu. Miramos y sólo hay una. Nuestro hombre, José, está todavía allí y, en mi estado alterado, le pregunto por el motivo de que sólo haya una entrada. Me dice que no hay problema, que en cuanto lleguemos a Aguas Calientes vendrá nuestro guía, que comenta que lo mismo es él, y nos lo arreglará. Y que si no nos la dará mañana. No es que me “moleste” esperar al guía, aunque ya dudamos de todo (lo último que le dije a Alfonso es que me diera el nombre del hotel porque dudaba ya de que hubiera alguien esperándonos), pero me parece absurdo que nos den una entrada ahora y la otra luego. José se ofrece a “quitarnos” la entrada para que nos den las dos luego. No tiene gracia, de acuerdo que yo estoy un poco caliente y puede que esté sacando las cosas de quicio, pero es que no está saliendo nada a derechas.

Nos dice que a partir de ahora va a salir todo bien. Él vendrá en el tren con nosotros, en otro vagón, y cuando lleguemos habrá alguien esperándonos y el guía nos dará la entrada. Tampoco se puede hacer mucho más. Le pido disculpas porque el no tiene la culpa de nada, pero le pido que me entienda, cosa que tampoco hace.
El viaje en tren debe ser digno de verse, con la roca viva a un lado y el río al otro, pero a estas horas no se ve nada, el miércoles disfrutaremos del paisaje. Al llegar vemos de nuevo a José. Fuera no hay nadie esperándonos, esto es kafkiano. Nos acercamos a él y nos pregunta el nombre del hostal, menos mal que se lo pregunté a Alfonso. Busca entre los que esperan a pasajeros alguien del hostal Las Rocas, el nuestro, pero no encuentra. Justo en ese momento aparece una chica con un papel con mi nombre y el de otra pasajera. Nos vamos con ella, José nos dice que en 10 o 15 minutos pasará nuestro guía por el hostal y nos dará la entrada. Dudar es gratis y con esta gente, obligado.

El hostal está al final de la ciudad, bueno, de la calle con tiendas a los lados. Al llegar nos ofrecen primera planta o tercera. Nos quedamos con la primera que ya está bien de subir escaleras. Al decir que tenemos dos noches nos piden la factura del viaje para confirmarlo y se ponen a hablar entre ellas en quechua. Está claro que pensaban que era sólo una noche.

Esto nos lo confirma luego la guía. Para nuestra sorpresa llega enseguida. Nos pregunta por la hora a la que sale nuestro tren mañana… pues a ninguna, porque es pasado a las 5:35 de la mañana y esta vez ya tenemos los billetes. Ella pensaba que estábamos sólo una noche, como todo el mundo aquí, ¿Quién dijo coordinación? La idea será subir pronto mañana y apuntarnos para la subida a Huayna Picchu de las diez. Volver a la entrada para encontrarnos con ella a las ocho y hacer la visita de dos horas. Subir andando está casi descartado porque entre la paliza que supone luego subir al Huayna Picchu y el hecho de que hay que llegar pronto tendríamos que salir casi antes de las cinco. Ya en autobús nos dice que cojamos el primero, el de las 5:30. También nos recomienda llevar agua, que arriba es carísima, y algo para comer, que arriba también es muy caro. Según la guía no se puede entrar comida, pero nos dice que en una mochila pequeña metamos unos sándwiches o frutos secos o algo, que si vamos a estar hasta que cierren (a las 17, último bus de bajada 17:15) tendremos que comer algo.

Para acabar nos da la entrada que nos falta y nos dice que mañana la rellenemos con nuestro nombre y número de pasaporte. Para salir y volver a entrar nos hará falta llevarlo. Además en la entrada pueden ponerte un sello en el pasaporte como recuerdo de tu paso por Machu Picchu.

Berliza parece competente y con iniciativa, a ver si las cosas van mejorando. También ha dejado caer que el miércoles habrá alguien esperándonos en Ollantaytambo con nuestros nombres. Esto no forma parte del viaje y no tenemos muy claro si es algo que sabe o algo que supone. Alfonso me llegó a decir que si hacía falta la visita a Sacsayhuamán del miércoles la haríamos en su coche privado, pero yo le dije que si ni siquiera tenía idea de a qué hora íbamos a llegar cómo pensaba «coordinarlo».

Salimos a la calle a buscar la parada de autobuses, que aunque ha dicho que está cerca, es mejor tener controlada y a por agua. La parada está como a diez minutos. Hay fiesta en la ciudad. Todo el mundo está en la plaza comiendo, bebiendo y bailando. Da la impresión de que siguen disfrutando de la fiesta de las cruces.
Con la parada localizada, el agua comprada y unos plátanos volvemos al hostal. Cenamos, como en los buenos momentos: unos crackers con fuet y un plátano. A la cama. Mañana a las cinco hay que estar desayunando.

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Comentarios

  • JAAC
    23 junio, 2009 a las 09:02

    Fue «intenso», más que nada por la falta de información y el tema horario que no lo llevan muy a rajatabla (vamos, ni a raja ni a tabla ni a nada…)

    Si nos hubieran dicho que a las seis y media nos llevaban los billetes de tren no habría pasado nada, pero estar allí una hora larga esperando sin saber qué iba a pasar con nosotros :-S

    De cualquier forma se solucionó 🙂

    Responder
  • conxa
    22 junio, 2009 a las 17:21

    joerrr menuda movida!!!

    desde luego era para estar alerta, tipo felino con los bigotes tiesos!!

    Responder