Lunes 04/05/2009 (2)
En Pisac hay que comprar los boletos turísticos. Preguntamos a Karen si merece la pena comprar el completo si queremos visitas Sacsayhuamán el miércoles o es mejor pagar esa entrada sola. Nos dice que no, que completo, sólo la entrada a Sacsayhuamán cuesta 70 soles. Una vez completado el trámite volvemos al autobús hasta llegar a la zona de aparcamiento. Desde allí serán algo más de dos kilómetros y una hora y veinte. De entrada parece que vamos a ir pisando huevos, pero cuando vemos el camino y las cuestas puede que no vayamos tan lentos.
Vemos los graneros de los incas. Toda la ladera de la montaña está llena de terrazas de cultivo. Cuando acaban vemos las construcciones que hacían de almacenes. Karen nos cuenta que algunos investigadores ven la forma de un cóndor en vuelo en la organización de las edificaciones. Seguimos subiendo, esto no ha hecho más que empezar. A “media altura” está la zona sagrada. Con templos perfectos, como el Qoricancha en Cuzco y algunas construcciones de Machu Picchu.
No todas son perfectas, hay una que es de época anterior y que no tiene las piedras cortadas con la misma maestría. Excavaciones actuales llevan a pensar que se utilizaba como cocina en las ceremonias que ejecutaban los sacerdotes.
Uno de los templos está dedicado al dios Wiracocha el creador del cielo, de la tierra, de todo lo de alrededor y de todos los dioses. Este templo es el único circular y tiene una piedra redonda sobresaliente a la que supuestamente se ataba para tenerlo “controlado”. Sorprende la existencia de una gran roca viva sin tallar en mitad del complejo, es la representación de la Pachamama, la madre tierra. Hay gran cantidad de estas rocas vivas consideradas sagradas por los incas.
La vista es impresionante, con dos grandes valles rodeando la zona sagrada. Por si fuera poco los habitantes de la ciudad vivían todavía más arriba, en la cima de la montaña. El camino que lleva hasta ellas es un auténtico camino inca que llega a cruzar los Andes hasta Brasil.
Vuelta al autobús camino de la comida. Hacemos una parada para los que no puedan esperar hasta ese momento para visitar un baño, uno de pago, un sol la visita al señor Roca. A la llegada al restaurante Karen comenta que el menú de bufé está formado por ensaladas, platos principales, postres y bebidas calientes. El precio es de 20 soles, aunque algunos lo llevamos ya incluido en la visita. Esos algunos somos nosotros, al menos Alfonso no nos ha fallado en esto. La comida no es gran cosa, pero está buena y es abundante.
Siguiente y última parada para los que vamos a Machu Picchu, Ollantaytambo. Ollantay era un general inca y “tambo” es lugar de reposo, de manera que la ciudad era el lugar del reposo de Ollantay. El origen del nombre es confuso, puesto que tambo en quechua es también albergue o zona de acopio. De esta manera, en la ciudad con nombre Ollantay los incas mandaron construir un tambo. Si Ollantay procediera del aymara en lugar del quechua el nombre sería el albergue o almacén del mirador o la atalaya.
Se considera de única ciudad inca viva, puesto que el trazado es original y la gente sigue habitando en las casas de los incas. Como en el caso de Pisac hay varios niveles. La ciudad no está completa, su trabajo se abandonó con la llegada de los conquistadores, aunque ya se había trabajado en ella por 120 años. Toda la ciudad es un enorme templo dedicado al dios agua, con fuentes y canales que la recorren por completo. Una de estas fuentes perfectas está tallada en una única roca y su caño tiene una inclinación inferior a un centímetro, lo que permite “cerrar” el grifo con solo pasar el dedo por él, “abriéndolo” de igual modo. Se la conoce como la fuente de la princesa, pero es obvio que no era tal. Es perfecta y la perfección en la cultura inca equivale a sagrado.
Aquí se pueden apreciar de nuevo impresionantes terrazas, en este caso algunas son sólo para poder soportar el peso de las edificaciones sagradas y otras como decoración y tierra de cultivo. A diferencia de Pisac, aquí sí que hay escaleras para subir entre los distintos niveles, allí eran escalera voladizas. Una de las cosas que más llama la atención es la presencia de una imagen tallada en la montaña (aunque es de origen natural). Es la cara de un inca viejo con barba, la ciudad es la del viejo inca. A los lados de está “escultura natural” se hayan dos graneros. Se colocaron a esa altura, con la complejidad que implicaba el llevar hasta allí el trigo y la patata desecada, porque el viento constante es capaz de mantenerlos aptos para consumo durante cinco años.
Los escalones entre los distintos niveles tienen una gran altura. Esto no indica que fueran altos, al contrario, los habitantes de las zonas altas tienden a ser más bajos. Otras características de los incas es que tenían la nariz grande, para calentar el aire frío a esta altura, y una amplia caja torácica con unos pulmones más grandes. Según Karen éste es el motivo de que no haya una Miss Universo de Cuzco. El inca Atahualpa (decimotercer gobernante inca), que era alto y guapo no era de Cuzco, era de Ecuador.
Arriba del todo encontramos seis rocas de granito rosa traídas desde una montaña situada al otro lado del río. Cada una de ellas pesa unas 50 toneladas y está perfectamente tallada. La unión se realizó colocando finas tiras de piedra del mismo material, una técnica Tiahuanaco. Está dedicado a la madre tierra, un labrado de la chacana o cruz andina lo confirma, aunque algunos opinan que está dedicado al dios Sol.
Al otro lado de estas piedras se aprecian los planos inclinados que utilizaban para subir las piedras hasta esta altura. Un estudio realizado hace unos años demostró que 15 personas sólo tirando de cuerdas pueden subir una roca de una tonelada por estos planos, sin rodillos, ruedas, ni nada. De hecho el experimento se realizó con mujeres. La idea era que los hombres del pueblo ayudaran, pero la fecha elegida era la de la mayor festividad de la zona y todos los hombres acabaron borrachos. Así que fueron las mujeres las que tiraron de las sogas, 150 mujeres movieron una piedra de 10 toneladas. En los planos se pueden ver enormes piedras que quedaron ahí, lo que demuestra que la ciudad no se acabó.
El autobús nos deja en la plaza de Armas de Ollantaytambo y sigue su recorrido. Es el momento de coger a Okihita y las Columbias que han estado todo el tiempo en el autobús. Karen nos dice que lo podemos dejar todo en un restaurante de la plaza que son amigos y luego recogerlo cuando llegue nuestro tren. Así lo hacemos, aunque nos quedamos casi una hora en el restaurante bebiendo agua y zumo con tranquilidad.