Sábado 03/01/2009 (y 3)
Habiendo recorrido la zona bohemia.
El puente de hierro es el primero que se construyó en Manhattan, inaugurado en 1.883. Mide 1.825 metros de largo y está suspendido por dos pilares de 40 metros de altura separados 486,3 metros. Fue uno de los primeros puentes de hierro del mundo y durante años el colgante más largo. La luz es la separación entre los pilares, el vano central. Como curiosidad el record actual está en casi dos kilómetros en el Gran Puente de Akashi Kaikyō, en Japón.
Lo malo es que el puente, como todos los colgantes, se mueve y no hay manera de conseguir una imagen perfecta con un tiempo de exposición alto, si el puente entero se mueve el trípode también lo hace. A pesar de todo la cantidad de fotos que se deben haber tomado desde allí, y las que se tomarán, debe ser incontable.
No nos lleva mucho cruzar el puente y seguimos teniendo todos los dedos y la punta de la nariz. Al final del camino nos hemos convertido en modelos para un fotógrafo que estaba allí. Nos ha pedido amablemente que si podíamos ponernos mirando a Manhattan para hacernos una foto y nos ha estado colocando. Nos ha dicho que de espaldas para no tener que pagarnos derechos. Un tipo muy simpático que nos ha dado su tarjeta para que le pidamos las fotos y nos las envíe por correo. Es fotógrafo profesional, aunque de bodas.
Volvemos al muelle desde el que hicimos las fotografías el otro día. Para llegar hasta allí volvemos a pasar por delante de “Grimaldi’s Pizzeria” que está casi debajo del puente. Como el jueves, hay cola en la calle para conseguir entrar. Va a ser verdad que es la mejor pizza que se puede comer en Nueva York. Según la web de la pizzería, el secreto no está en la masa, está en el horno. Debe ser de leña y grandecito y resulta que está prohibido construir este tipo de hornos en Manhattan. Por eso Grimaldi la abrió aquí, justo al otro lado del río con una vistas espectaculares y un horno como Dios manda.
En el muelle hace tanto frío como jueves. El termómetro sigue marcando un grado, pero aquí, al lado del río la temperatura es mucho menor. Sara se mete en un bar que hay allí cerca y busca algo caliente para beber. Vuelve con un chocolate pero sabe a demonios, está claro que en esta zona saben hacer la pizza, pero con el chocolate tienen problemas (seguro que Grimaldi también es capaz de hacer un buen chocolate). Ningún problema con las baterías y las fotos salen perfectamente.
Yo ya no sé si tengo dedos en las manos y en los pies, pero nos acercamos a Dumbo. Ya que hemos hecho el día bohemio hay que hacerlo hasta el final. Dumbo es el barrio de los artistas y las galerías de Brooklyn, está nada más cruzar el puente a la izquierda.
Otra zona más de artistas que no nos acaba de decir nada, pero encontramos otra zona desde la que sacar más fotos a Manhattan. Esta vez con el puente a la izquierda, que es la imagen típica. Mis dedos de las manos habían empezado a entrar en calor y vuelvo a castigarles con otra sesión de fotos. A estas horas, con la luz que hay, y aprovechando el trípode cada foto son casi 30 segundos esperando y en cuanto se hacen unas pocas se va perdiendo sensibilidad.
La vuelta, obviamente, será en metro. Desde High Street – Brooklyn Bridge hasta la 23rd con la octava, al lado del albergue. Hemos pasado demasiado frío como para pensar siquiera en hacer alguna parada intermedia para comer algo. Casi no hemos parado de comer en todo el viaje y lo que de verdad apetece ahora es una ducha con ese agua hirviendo que sale en el hostal.
Mañana iremos a una misa gospel y a ver el Metroplitan, que ya no nos quedan días. Todavía no hemos ido a Central Park tampoco… y la posibilidad de correr alrededor del lago cada día es más incierta. No me acaba de llamar correr con cero grados de temperatura.