Miércoles 31/12/2008 (y 3)
A las diez de la noche suena el despertador. Nos ponemos las mallas debajo de los pantalones y, sólo con Niki (con su nuevo cuerpo mejorado) salimos hacia Times Square. Cogemos el metro para evitar el frío lo más posible y nos bajamos en la parada de Times Square con un par. Pensamos que los policías de Nueva York no se pueden coger vacaciones en navidad, porque están todos en los alrededores de la plaza. Está cortado el acceso por todas partes. La plaza está en la 42nd y todas las calles de entrada están cortadas con un montón de policías. Nos dicen que vayamos hacia la 60th y que intentemos entrar desde allí. Las manzanas aquí son enormes y desde la 57th, por la que finalmente nos dejan pasar, hasta la 42nd hay dos kilómetros. Dos kilómetros que hemos recorrido andando rodeados de una multitud de gente que hacía nuestra misma peregrinación tratando de entrar. Uno de los policías ha dicho que la gente lleva desde medio día esperando en la plaza a este momento, que nosotros vamos ya tarde.
Más o menos en la 53rd, que es todo lo cerca que hemos conseguido llegar, hay un par de pantallas gigantes donde vemos a los Clinton apretando la bola que marca el principio de la cuenta atrás y las imágenes de la celebración posterior. Detrás de nosotros, en lo alto de un edificio, hay un reloj termómetro que no ha subido de los diez grados bajo cero en ningún momento. Sacar la mano por encima del hombro es casi perderla congelada. La multitud mantiene una cierta temperatura entre los hombros y las rodillas, pero salir de esa zona es muy doloroso. Los dedos de los pies ya están casi perdidos.
Una vez saludado el año nuevo nos volvemos al albergue. El metro hoy también funciona estupendamente y no hay nada de aglomeración, a pesar de que mucha gente ha pensado lo que nosotros y se ha metido en la estación. Además, como la superficie, está lleno de policías. Uno de ellos acaba por sacar del vagón a dos chavales que están chillando y cantando. Otros dos no paran de recorrer el vagón deseando feliz año a todo el mundo (uno por uno) y diciendo que nos quieren a todos. Nosotros hemos sobrevivido, que no es poco. Aunque los dedos de pies y manos tardarán en recuperarse.
Para poco después de la una ya estamos en el hostal metidos en la cama tratando de recuperar el calor perdido. De entrada, con una manta más en la cama.