Es curioso comprobar como las costumbres de pueblos que se encuentran a miles de kilómetros de distancia acaban teniendo un elemento que hace pensar que no somos tan diferentes.
El tema del agua es uno de esos que une civilizaciones y religiones.
El uso y disfrute del baño hace aparecer de forma similar a turcos/árabes, japoneses y finlandeses, con su hammam, onsen y sauna. Todo el mundo cuenta con baños en los que el agua – caliente, fría, en vapor – ayuda a recuperar el cuerpo y la mente. En Europa se inventaron/descubrieron también los spa, en la localidad belga del mismo nombre. También están las banyas rusas, los inipi (inglés) de los nativos americanos, etc. Como curiosidad he descubierto que el término jacuzzi hace referencia a una marca registrada, una empresa estadounidense. Y en la antigüedad los baños públicos romanos con sus piscinas de agua caliente y fría.
La religión islámica requiere de una limpieza de sus creyentes antes de que accedan a sus mezquitas a orar. Para ello se colocan fuentes en las entradas en las que se realizan las abluciones pertinentes. Este tipo de fuente también se encuentra frente a los templos sintoistas para que sus fieles realicen un ritual similar. Dos pueblos tan dispares como el árabe y el japonés con una misma idea de purificación y una misma necesidad de colocar la fuente en la entrada de sus templos. En el hinduismo y el judaismo la limpieza a través del agua también es básica, aunque no necesita hacerse de forma pública antes de entrar en los templos. Para la religión cristiana significa la eliminación del pecado original y es el paso necesario para entrar a formar parte de dicha religión.