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Viajar con tus padres: reflexión ñoño-navideña

Ternura, melancolía y envidia –que no hay “de la buena”–.

Quien nos conoce sabe que somos “más duros que el pan de ayer” –una expresión que le encanta a un amigo nuestro para describirnos, bueno, para describir a uno de nosotros en particular, no diré quién, seguro que si en algún momento leyera esto le sacaríamos una sonrisa–. Es cierto que la sensibilidad no es nuestro fuerte, para qué nos vamos a engañar. Al viajar a menudo notamos que si tuviéramos una pizquita más podríamos disfrutar de lo que nos rodea –y también sufrirlo, claro– más intensamente.

Salta Conmigo te desea... un 2O2O muy redondo

Salta Conmigo te desea…

Pero hay circunstancias que nos tocan la fibra hasta a nosotros, que seguimos teniendo nuestro “corazoncito”, aunque sea de pan duro. Una de ellas es ver a nuestros amigos o conocidos viajeros, todos ellos adultos, viajar con sus padres. A veces es iniciativa de los hijos, que quieren compartir su pasión por los viajes con sus “viejos”. Y a veces es de los padres, que, al no poder ver tanto a sus “pequeños”, ya no tan pequeños, en casa como otros, van allá donde estén acercándose físicamente a ellos y metafóricamente a ese “mundo viajero” que no siempre acaban de entender del todo.

Y aquí llega nuestro trío de ternura, melancolía y envidia.

Ternura

Tierno” no es un adjetivo que usemos mucho. De hecho cuando más lo usamos es en otra expresión que suele ser de coña para describir lo que es tan ñoño que sentimos que nuestros niveles de azúcar en sangre van subiendo a niveles preocupantes: “más tierno que el día de la madre”. Otra vez “la madre”, por cierto…

Salta Conmigo te desea... 2018

Salta Conmigo te desea…

Bueno, que me disperso. Es tierno ver a padres e hijos en edad adulta viajar juntos en entornos y circunstancias totalmente diferentes a las de cuando estaban acostumbrados a viajar –si es que lo hacían– cuando vivían bajo el mismo techo y los hijos no eran más que niños.

Seguro que no será todo color de rosa. Al fin y al cabo cuando ya no vives con tus padres, o con tus hijos, tus costumbres cambian. Vamos, que si ya con tu pareja o tus amigos hay momentos de tensión, con tus padres o hijos no van a faltar. Seguro que hasta hay algún momento en el que te arrepientes de haber tenido esa idea loca. Pero ahí estás, y al final merece la pena. Será que en las redes se comparte solo lo bueno, pero esas sonrisas no son fingidas, que conocemos a sus “autores”.

Melancolía

Como ya habrás entendido llegados a este punto, que siempre he hablado en tercera persona de quien viaja con sus padres así que he dado pistas, no, nosotros no lo hemos hecho. No en edad adulta por lo menos. Y no le echamos la culpa a ellos –tampoco se ofenderían porque no leen nuestro blog–. Lo hemos pensado en más de una ocasión pero nunca nos hemos lanzado nosotros tampoco. Y el hecho de que dejáramos el trabajo para irnos a viajar un año por Sudamérica digamos suavemente que “no fue bien recibido”. Así que lo de ir a vernos como que no… De hecho creo que hablamos un par de veces durante ese año. Nosotros no nos esforzamos tampoco en hacerles entender el por qué de esa elección. Ellos puede que no se esforzaran en entenderla, o simplemente que no lo consiguieran, que sabemos que no es sencillo.

Que los viajes te acompañen 2017

Salta Conmigo te desea…

¿Y después? No ha habido ocasión y con el tiempo se ha hecho más complicado hasta convertirse, ahora, en prácticamente –o literalmente, según el caso– imposible, por diferentes circunstancias personales de las que no voy a hablar aquí. Así que esas sonrisas de padres y madres viajando con sus hijos no dejan de provocarnos cierta melancolía. Y de hacernos plantear esos “y si”

Envidia

Pero, hablemos claro, cuando quieres algo que tienen otros, pues eso no es otra cosa que envidia. Que no hay “de la buena”, porque en el fondo siempre hay un poco de resquemor. Si te empujara a hacer algo para cambiar tendría algo de bueno, aunque a menudo simplemente te gusta quedarte ahí, regondeándote en tu “miseria”. Esto lo paso rápido, porque no es bonito decir que somos envidiosos en Navidades, que queda muy mal…

Que llegues tan alto como quieras en 2017

Salta Conmigo te desea…

Moraleja

Como todo cuento malo de Navidad, este también viene con moraleja. Podría ser que viajes más con tus padres o con tus hijos. Que al fin y al cabo este es un blog de viajes y tendrá que tener algo que ver con viajar y con lo que he contado hasta ahora, ¿no? Vamos a hacerlo más genérico: intenta entender esa pasión de gente cercana a ti que le lleva a hacer cosas de lo más raras (y si eres tú el «bicho raro», intenta explicar por qué ser «raro» te hace feliz). A lo mejor os acerca. A lo mejor empezáis a compartirla. O a lo mejor la cagas. Quién sabe… ¿Nosotros dando consejos de vida? ¿Estamos de coña? ¿Esto es un blog de viajes o un libro de autoayuda? Bueno, que es Navidad, déjanos por este vez. Prometemos no hacerlo más. Por lo menos hasta la próxima Navidad. Es la primera vez en 12 años.

Y colorín colorado, este cuento –o reflexión ñoño-navideña– se ha acabado.

Felicitación 2016

Dedicatoria

Aunque se haya acabado, nos falta algo. La dedicatoria. Nosotros, ya lo hemos dejado muy claro, no somos muy sensibles. Nuestros lectores, a veces, sí que lo son, y mucho. Y hay mensajes que nos envían que hacen que tengamos clarísimo que no les merecemos. Nos pillas leyendo esto y cortando cebolla para la comida de Nochebuena, que si no…

“Queridos amigos, porque ya lo somos.
Muchas gracias por compartir sus experiencias viajeras, pero más aún por el toque verdaderamente personal.
He disfrutado como acompañante no invitado sus viajes, afortunadamente sin interrumpir ni causarles más gastos.
Sigan disfrutando de la vida con la energía de siempre y ojalá que sigan alcanzando sus anhelos y si la vida no se los da.. entonces ustedes se lo arrebaten con la fuerza y determinación que nos han enseñado.
Un amigo en México.”

Aaron, esperamos ir a México en 2020. Y aunque no nos acerquemos a la familia, puede que nos acerquemos a un amigo. Perdona que hayamos robado tus palabras y las hayamos vilmente copiado aquí, pero has tocado nuestro corazoncito de pan duro.

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Comentarios

  • Jamila
    30 diciembre, 2019 a las 17:20

    Muy interesantes reflexiones chicos. En estos días uno no puede evitar ponerse un poco «ñoño», incluso los que tratamos de alejarnos de esos tópicos de paz, amor y regalos por Navidad. Pero me parece muy interesante sobre todo por la moraleja final. Muchas veces echamos a la culpa a los que nos rodean de no poder hacer determinadas cosas con ellos y en realidad no nos damos cuenta de que una parte importante es que no hemos puesto de nuestra parte. En este caso, habláis de viajar con los padres, lo cuál es comprensible que cueste, especialmente cuando tienen cierta edad y costumbres. Pero se puede aplicar a cualquier pasión y a cualquier tipo de relación (amigos, pareja…). Os animo a no dar las cosas por sentado y a tratar, con buena fe de compartir todo tipo de experiencias con vuestros seres queridos.

    Un abrazo

    Responder
    • 10 enero, 2020 a las 17:01

      ¡Hola, Jamila y bienvenida al blog! Desde luego la responsabilidad está siempre en las dos partes, y cualquier momento es bueno para dar el primer paso. A ver si conseguimos no dar las cosas por sentadas como bien dices. Un saludo y feliz año nuevo.

      Responder
  • Leticia
    27 diciembre, 2019 a las 17:50

    Suscrita a vuestro blog, pues me gusta mucho viajar con ustedes sin tener que salir mucho de mi propio pais ahora que no puedo. Sin embargo, en este caso particular que mencionas de viajar con los padres, creo que todo es parte de la vision que se tiene cuando uno tiene «cierta edad». No se cuantos años tienen ustedes, pero probablemente no sera mi edad sino seran muchisimo mas jovens. He viajado mucho en mi vida y durante mi juventud tambien. Pero siempre procuré hacerlo de cuando en cuando con mis padres. Juntos con los dos o separados. Con mi papa viajes dentro del pais, que odiaba aviones y fronteras. Con mi madre por todos lados donde se pudo. Y ahora decadas despues te digo que fue el tiempo de familia mejor empleado del mundo. La conoci de maneras que no la conocia siendo «sólo» mi madre. Conoci su personalidad alegre, vivaracha, vital, sin la pena de estar cuidando o criando hijos. Y sabes qué esos recuerdos y ese tiempo compartido como dos adultos amigos, sin fotos muchos de ellos, son los que se atesoran cuando ellos ya se fueron, como en mi caso. Ellos no viviran para siempre, para cuando sientas que el pan duro ya se te ablandó. Un dia se iran, estes listo o no. Que no lamentes nada cuando ese dia llegue. Desde un pais en el tropico de America Latina te abraza una amiga viajera!

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    • 27 diciembre, 2019 a las 18:48

      ¡Hola, Leticia y bienvenida al blog (por lo menos a los comentarios)! Nosotros tenemos 44 años (JAAC) y 38 yo, Sara. En mi caso, desgraciadamente, ya es imposible que pueda viajar con mis padres. Mi madre ya no está desde hace algo más de tres años y mi padre, desde entonces, no sale de casa. Ellos eran muy viajeros, poco antes se habían ido a Japón por ejemplo, y fue con ellos con quienes empecé a viajar. En definitiva, me «iniciaron» en esto de los viajes, aunque yo lo llevara «más allá» cuando dejé el trabajo para viajar durante un año con JAAC, cosa que no recibieron bien, sobre todo mi madre. No se dio la circunstancia de viajar juntos siendo yo adulta (bueno, la última vez que viajé con ellos tenía 18, nos fuimos en coche a República Checa, Eslovaquia y Hungría). Puede que no tuviéramos ese tipo de relación, que tuviéramos gustos ya demasiado diferentes, que le diéramos más importancia a otras cosas, no sé. Ahora cuando veo a los demás viajar con sus padres tengo esa envidia, aunque más que la envidia de que viajen juntos pueda que sea de esa complicidad que yo no fui capaz de tener con ellos (y ellos conmigo). Por suerte la mayoría de la gente lo hace mucho mejor que yo. Así que muy bien por personas como tú que han sabido cuidar la relación con sus padres también a través de los viajes. Este artículo intentaba animarles a seguir haciéndolo o a intentarlo a los que pueden. ¡Muchísimas gracias por tu mensaje y un abrazo desde el otro lado del charco!

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