Los aeropuertos son esos espacios casi mágicos llenos de promesas a la ida y de nostalgias a la vuelta. La casa de uno de los grandes amigos de viajeros y turistas: el avión. Pero siendo dos lugares, aeropuertos y aviones, tan especiales, no dejan de tener su lado malo, irritante, molesto… Seguro que todos tenemos nuestros motivos, pero el nuestro es, fundamentalmente, la gente.
¿Por qué la gente hace eso en el aeropuerto?
La gente se pone nerviosa, quiere llegar pronto a su lugar de vacaciones o está empanada por la depresión post-vacacional. En el aeropuerto suben las pulsaciones, demasiados carteles a los que mirar, el señor de la megafonía –que dice que no va a decir nada pero no para de hablar–, ¿lo habré metido todo en las maletas?, ¿cerré con llave la puerta?, ¿nos acordamos de cortar el gas?…
Control de equipajes: no sin mi mermelada
Está hablando por el móvil, regañando a los niños, soñando con lo que le espera o más perdido que un toro en una cacharrería cuando se da cuenta de que ha llegado al control. Mira para atrás y ve que hay un montón de gente parada porque no estaba preparado y se pone más nervioso si cabe. Monedas por el suelo, se olvida el cinturón, vuelta atrás corriendo cuando le preguntan si lleva portátil… para acabar teniendo que ser cacheado.
Y eso por hablar de lo que llevan encima. En los controles de los aeropuertos hay más navajas que una tienda de Albacete, más mermeladas que en la tienda gourmet y más cosméticos que en el duty free. Una vez no querían dejarnos pasar con un queso de tetilla por ser “semi-líquido” y hubo que discutir, pero ¿cómo convences al guardia civil de que tu navaja suiza la llevas sólo por el USB?
Subiendo al avión: no formen corrillos
Está claro, a los humanos nos gustan las colas más que a un tonto un lápiz. Cuando te dan tu billete te asignan un asiento. Listo. No vas a ir de pie. Te vas a poder sentar. Es más, te vas a sentar donde te dicen que te sientes. Si todo está tan claro, ¿por qué ponerse a hacer cola delante del mostrador cuando todavía falta media hora para que abran la puerta? Es ver llegar a la señorita al mostrador y comenzar el run-run. Nadie quiere ser el primero, pero todos están esperando que uno se levante.
Cuando las compañías low cost no numeraban los asientos podía tener un sentido: sentarse con el resto del grupo, pero ahora ni eso. Ahora la justificación es tener sitio para colocar tu equipaje de mano… Que no: ¡que sois unos prisas, unos estresados y hay algo en los aviones que os pone nerviosos!
Recogiendo el equipaje: esto es Esparta
¿Nos os ha pasado que, a la hora de ir a recoger vuestro equipaje en las cintas, os habéis encontrado con más de uno que saca la cabeza por el hueco por donde entran las maletas para ver cuándo llega la suya? En tu imaginación esa puerta se convierte en una guillotina para tensos. ¿Acaso les estás diciendo a los que colocan las maletas cuál es la tuya para que la saquen antes?
Acercarse a la cinta es más complicado que coger una posición en la zona en la NBA. Miras para otro lado y se cuela uno delante metiendo codo. Disculpe, caballero, la maleta va a salir igual sin que me aplaste el bazo. Cuando aparece la maleta en cuestión: «¡eh! la mía, un momento, por favor, me permite…» y eso si dice algo y no lo soluciona con un “sutil” empujón que te hace caer a ti en la cinta.
¿Por qué esas ganas de huir? Ver las caras de la gente que va quedando en la cinta esperando sus maletas cuando otros ya se han ido es darse cuenta de que sí: la cara es el espejo del alma. Y, en ese momento, el alma odia con todas sus fuerzas al listo ése que ya ha cogido sus dos maletas y sale por la puerta, mientras tú sigues esperando la tuya.
¿Por qué la gente hace eso en el avión?
Si los aeropuertos ponen “nervioso” al personal, los aviones son un mal necesario. Quieres que acabe cuanto antes.
Érase un hombre pegado a un teléfono
Presidentes de países, directivos de multinacionales, representantes del alto comisionado de las naciones unidas… y el que se sienta a tu lado en el avión. Todos tienen algo en común: tienen que estar localizables en cualquier momento en caso de que se desate una crisis a nivel mundial. Es por eso que tus vecinos de fila –que van de incógnito, porque con esa importancia que tienen podrían ir en su jet privado, pero van en turista como tú– necesitan hablar con su tía Puri, mientras el avión va hacia la pista de despegue, para decirle que están a punto de salir.
Lo que ves en sus ojos cuando les dices que deben tener el móvil desconectado no es odio, ni desprecio. Es sorpresa porque tú no estás haciendo lo mismo que ellos. Y lástima, cuando se dan cuenta de que tú eres un pobre.
Por cierto, su tía Puri se queda pegada al teléfono hasta que, nada más tocar tierra en destino, vuelven a llamarla, todavía con el avión rodando por la pista, para confirmar que el planeta sigue girando sobre su eje y alrededor del Sol.
El cinturón de seguridad, ese instrumento de tortura
Si las colas eran la manera de mantener la cordura antes de volar, el cinturón lo es de desquiciar los nervios. ¿Cómo un trozo de tela, que además puedes regular a tu gusto, puede estresar tanto al personal? El primer ruido que se escucha después del golpe del tren de aterrizaje contra el suelo es el de los cinturones abriéndose. ¿Por qué? Si te estaba apretando, has tenido tiempo para darte cuenta en las horas de vuelo anteriores. ¿Te parecía mucho más útil el trozo de tela cuando estabas a 10.000 metros de altura que a ras de suelo?
Lo siento, por mucha ilusión que te haga, no llegas a tu destino hasta que no sales del aeropuerto. Quitarte el cinturón no te teletransporta a la playa…
El equipaje de mano, más importante que la vida
Siguiendo con las prisas, están los que van más allá de quitarse el cinturón antes de tiempo. Son los que se tienen que poner de pie y sacar su bolso del portaequipajes mientras el avión rueda. Llegan tarde a apretar el botón que aborta el lanzamiento de los misiles nucleares que acabarán con el mundo tal y como lo conocemos y nosotros sólo queremos que el comandante acelere para que acaben en el suelo… Son unos incomprendidos. Nuestras vidas dependen de que salgan rápido de ese avión, y de que salgan con su bolso y su chaqueta.
Cuando el avión parece que frena, se desata la histeria. En ese momento las compañías aéreas deberían poner cascos a disposición de los que nos quedamos sentados. Las maletas, las mochilas, las bolsas con las botellas del duty free empiezan a volar sin control sobre nuestras cabezas. Esa señora bajita y delgada tiene una maleta, que tú jamás considerarías equipaje de mano, sobre tu cabeza. Lo de la espada de Damocles es una broma comparado con esos 10 kilos de vete a saber qué, en maleta rígida, que hacen temblar a la señora y se mueven sin control.
Einstein demostró que el tiempo es relativo, pues el espacio también. Todo el pasaje de un avión, con todo su equipaje de mano, cabe en el pasillo. ¿Cómo? No se sabe. Algunas universidades están haciendo estudios. Creen que hay algún tipo de quinta dimensión en los aviones, una fisura en el continuo espacio tiempo que sólo se ha visto antes en los vagones de metro en hora punta.
Saliendo del avión, que estoy muuu loco
Tener tu equipaje de mano antes que los demás no sirve de nada si no estás el primero en la puerta. Antes incluso de que se abra. Muchos lo saben y, para no ser objeto del odio del resto del avión, no se levantan antes de tiempo pero, una vez de pie, corren, empujan, pisan, saltan por encima. Lo que haga falta para llegar a la puerta. Saben algo que nosotros no sabemos: el aire de los aviones, como el combustible, está medido y cuando se acerca el fin del vuelo ya casi no queda para respirar.
Si es un aeropuerto pequeño y hay un par de autobuses a pie de pista esperando para recogerte, te puedes permitir el lujo de mirarles con cara de “alma de cántaro, ¿tanta prisa para esto?”. Si después te los encuentras en la cinta con la cabeza en el hueco buscando su maleta la “compasión” se transforma en desprecio y en odio cuando recuerdas el pisotón que te dio y el golpe en la cabeza con la maleta.
Aeropuertos y aviones, aviones y aeropuertos, qué bonitos lugares si no fuera por la gente… ¿Sois vosotros de los que hacen alguna de estas cosas? ¿Por qué? Si no, ¿cuáles creéis que son sus razones? ¿Algún otro motivo para odiar a la gente en aeropuertos y aviones?