Poco más quedaba ya que hacer en la ciudad de los canales que dar una vuelta y comer algo antes del vuelo de vuelta.
Como siempre, pasear por las calles de Amsterdam es un placer: tranquilidad, poco ruido, nada de contaminación… lo único que hay que tener cuidado con las bicis porque ellas siempre tienen la preferencia. Es impresionante el tema de bicicletas allí: las hay incluso familiares para una familia con cuatro o cinco niños. Llevan un carrito delante con un par de filas de asientos para los niños pequeños y un asiento infantil en la parte de atrás ¿quién necesita un coche familiar si en un bici pueden ir seis?
Para comer nos acercamos de nuevo a Winkel a por otro trozo de tarta de manzana y un bocadillo de queso holandés.
Una de las curiosidades de las casa, todas no sólo las que están próximas a los canales, es la existencia de una viga en la parte alta del tejado con un gancho del que enganchar una polea para subir las cargas a los pisos superiores.