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Perú (XXVIII), Taquile

Viernes 08/05/2009 (1)

A las seis suena el despertador. Incluso con las paradas hemos dormido casi diez horas Sara y más de ocho horas yo. Nos hacía falta después del viaje en autobús. Según ella está mucho mejor, ha sudado mucho y ya no tiene fiebre. Ir directos a Puno desde aquí puede ser todavía peor por la cantidad de tiempo que pasaremos seguido en el barco y se ve con fuerzas de llegar a la siguiente isla.

Con todo preparado suben a avisarnos de que ya está el desayuno. Tortitas y el mate para el estómago. Me como casi todas las tortitas y Sara se bebe los dos mates, ha perdido mucho líquido y tiene que beber.

A las 7:45 nos avisan para llevarnos al puerto. Según el guía el que no esté allí a la hora se queda en tierra. Nos dijo que en la zona del lago la hora era importante y la gente puntual. Tiene razón porque aunque no llevan reloj cuadran las horas perfectamente. En esta ocasión es la hija mediana la que nos acompañará al puerto. Antes de salir le damos 10 soles a nuestra mama por todo. En el puerto encontramos un oso de lana de alpaca baby. Antes de despedirnos de la niña le damos otra propina. Esta gente vive sin apenas luz eléctrica y sin agua corriente.

El barco nos llevará a Taquile. Es una isla comunal. No hay políticos, ni ricos, ni pobres. Todos trabajan sin un salario y todo se reparte. De esta forma los objetos que venden tienen el precio fijado por la comunidad y no se puede regatear. También hay muchos restaurantes, pero regentados por varias familias y con beneficios a repartir entre todos.

Llegamos en poco menos de una hora. El puerto está en la zona baja. Todas las islas naturales del lago son antiguas montañas, de manera que desde el puerto lo único que se puede hacer es subir y mucho. Sara descarta la opción de quedarse en el barco, el balanceo no le agrada. No volveremos aquí sino que cogeremos el barco de vuelta desde el otro lado de la isla. La entrada a la isla cuesta dinero. Son cinco soles por persona, aunque estaban incluidos en el precio de la excursión.

El guía nos dice que la subida es más ligera que la de ayer y que no hay prisa. Tenemos que estar en la plaza principal alrededor de las diez y media y todavía no son las nueve. Sara se anima a subir aunque despacito. Es cierto que la subida es más ligera, aunque tiene tramos duros, pero es bastante larga. Paramos varias veces para descansar y llegamos casi con la hora. De todas formas no somos los últimos, todo el camino hemos ido cruzándonos con gente del grupo que se sentaba a descansar.

La plaza principal tiene una iglesia que no parece que tenga mucho uso (nos explican que las comunidades interiores no son tan católicas), el centro de arte donde venden sus productos con precio fijado y la municipalidad (un edificio de cristal y piedra que decidieron construir entre todos para tener un edificio como los de la ciudad). El 95% de la población de esta isla no sale de ella en toda su vida. Todos llevan la misma indumentaria aunque varían los colores. De esta manera reconocen quién está soltero o casado, quién trabaja para la municipalidad, etc. El problema de esa «necesidad/costumbre» de permanecer en la isla es que cada vez es más endogámica y los niños nacen con alguna malformación.

El nombre de la isla proviene de un caballero español que fue su «dueño», González de Taquila. La organización comunal se creó hace unos 70 años (68 comenta el guía) y sigue funcionando. No hay policía y no hay delitos. Se guían por la trilogía moral inca (la que Víctor nos comentó que no creía que fuera inca sino posterior): No robar, No engañar y No ser ocioso. De manera que todo funciona bien. Nos ha sorprendido que un hombre nos pidiera dinero en la subida. Si todo se reparte no debería haber pobres. Después de comer el guía nos dice que es habitual que los inválidos pidan porque se han acostumbrado, pero no los que puedan trabajar. El que nos pidió a nosotros no era inválido…

La comida la haremos todos juntos en uno de los restaurantes comunitarios, el menú sopa de verduras y trucha a la plancha, con mate de coca, café, té u otra infusión. El precio, no está incluida en el recorrido, es de 15 soles por persona. La trucha viene acompañada de arroz cocido, patatas fritas y ensalada. Sara le pide cambiar las patatas fritas por hervidas para su estómago y en buena hora. Se hacen un lío y su plato llega cuando ya hemos acabado todos de comer. Estamos sentados frente a una pareja de argentinas, una de ellas es vegetariana y hasta que consigue que le lleven el segundo con toda la guarnición pero sin trucha también le cuesta lo suyo. Hablamos todos el mismo idioma pero no nos entendemos. Yo hago de tripas corazón y como gran parte de la sopa. La trucha está muy buena. No es oriunda del lago, nos dijo ayer que la introdujeron desde Canadá, y es roja como el salmón, de hecho es trucha asalmonada.

Después de la comida hay que seguir caminando hasta llegar al otro lado de la isla, al puerto principal. Es todo cuesta abajo, más de 500 peldaños. Al ser cuesta abajo se lleva un poco mejor y con dos o tres paradas conseguimos llegar sin novedad. Esta mañana al montar en el barco una pareja de franceses le dieron a Sara unas pastillas para la diarrea y parece que van bien. Nosotros también llevamos, pero las dejamos en los Symbios en la estación de autobuses de Puno.



El barco nos llevará directos a Puno donde acabará la excursión. Por suerte, Sara está durmiendo todo el trayecto sin aspavientos. Esta noche cuando bajemos del autobús buscaremos un hostal y mañana seguiremos en Arequipa, hay que recuperarse.

Sungin vuelve a tener problemas y tengo que arrancarlo en modo prueba de fallos. Espero que dure hasta la vuelta al menos.

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Comentarios

  • JAAC
    13 julio, 2009 a las 09:54

    Lo de que no salgan de la isla es lo que más nos sorprendió a nosotros. De acuerdo que la isla es tu casa y lo que quieras, pero todo lo que ofrecen las ciudades de la costa… es raro que los jóvenes no quieran vivirlo.

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  • Masmi
    12 julio, 2009 a las 02:09

    Muy interesante esa forma comunitaria de organizarse, y me ha sorprendido mucho que se siga manteniendo después de tantos años.
    Eso y que casi nadie salga de la isla y se vaya a vivir a otros sitios.

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  • JAAC
    3 julio, 2009 a las 08:51

    Gracias por lo de las fotos 🙂 en esta entrada en particular no hay ninguna de Sara (no estaba en condiciones), pero sí que hay muchas suyas por el resto.

    Según la guía no se puede ir a la isla más que en excursión organizada. De hecho, creo que no hay transporte público que te lleve, sólo los barcos de las agencias… pero no estoy seguro.

    También según la guía y el guía, en Amantaní no hay más alojamiento que las casas de la gente, así que con ir al puerto y ver si hay alguna «mama» a la espera debería valer. Lo que no sé es si no estarán «asociadas» también a agencias y no cogerán gente libre.

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  • Alicia32
    3 julio, 2009 a las 08:37

    Hola JAAC, preciosas las fotos. Una pregunta, mientras hacíais el tour ¿viste gente que fuera por su cuenta?¿había posibilidad de encontrar alojamiento en Amantani sin que sea por agencia?

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