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La explanada de las mezquitas en Jerusalén

Jueves 20/11/2008

Vamos a la explanada de las mezquitas. Salimos antes de las siete de la mañana que aquello abre a las siete y media y prevemos que ya habrá cola. Tardamos menos que ayer en llegar (la práctica y que vamos más rápido) y a las 7:08 ya estamos allí, los primeros. Después de haber pasado el control de seguridad pertinente para atravesar la zona del muro de las lamentaciones.

Puntuales abren a las 7:30. No se puede ni abrazarse ni besarse allí, pero no dicen nada de saltar. La explanada es enorme. Tratamos de entrar en la primera mezquita, a la derecha de la cúpula de la roca. Según nos acercamos nos llaman la atención, que sí, que sabemos que hay que quitarse los zapatos. Pero siguen llamándonos. Resulta que en esta mezquita no se puede entrar, ni casi hacerle fotos, incluso desde fuera. Esto parece descartar por completo la posibilidad de entrar en la grande.

La cúpula de la roca es una cúpula dorada que está en lo alto de la mezquita de dos plantas. La de arriba decorada totalmente con azulejos azules, verdes y dorados y la de abajo con mármol con formas geométricas en negro y verde. Desde fuera oímos que están rezando, lo que hace más difícil aún que nos dejen entrar. Y no nos dejan. Damos una vuelta viendo todas las fuentes de abluciones y otras construcciones. A lo lejos se ven iglesias cristianas y al otro lado del muro el monte de los Olivos, con la basílica de la Agonía y la iglesia de María Magdalena.

Tampoco hay mucho más que ver así que nos vamos al muro a ver si podemos ver a judíos tradicionales, con su vestimenta y sus trenzas, rezando. Vemos bastante rezando. Después de las fotos en el muro subimos a la terraza. Sara entra otra vez en la zona muro (nuevo control) para ir al baño mientras yo espero arriba. Como estoy un rato solo arriba parece que alguien ha pensado que puedo ser peligroso y aparece un chaval vestido con vaqueros y camiseta con un fusil colgado al hombro. No es una ametralladora, que a estas alturas ya casi me he acostumbrado, es un fusil de un disparo. No sé cómo reaccionar. Si me voy puedo parecer sospechoso, si me quedo también. Además lo que más me «preocupa» no es que me haga algo, porque con un rifle a esa distancia no es fácil, sino que se ponga a disparar hacia el muro y que los que estén allí empiecen a devolver el fuego sin mirar a quién. Cuando llega Sara debe pensar que no somos una amenaza y se va. Sara me cuenta que se ha encontrado con el neozelandés en el control, él entrando y ella saliendo. Ayer andando por la ciudad también nos cruzamos con la pareja italo-americana.

El cuarto judío es completamente distinto a los demás. Todo es nuevo aunque respetando la piedra y el diseño original de calles sinuosas. Aquí no hay ni zoco ni tiendas. Intentamos volver a la calle que lo separa del cuarto musulmán para ir al albergue, pero no hay manera. Parece que sólo hay una forma de entrar y salir de aquí. Así que damos la vuelta y volvemos por donde hemos venido. La calle que está al lado del cardus está elevada y hay alambre de espino para no entrar en el cuarto desde la principal.

Siguiendo por la calle principal encontramos, poco antes de llegar a la muralla, otra entrada al barrio judío. Debe hacer dos entradas, pero sí que está separado por completo del musulmán.

Pasamos por el albergue para preguntar por la tasa y el transporte. Nos dice que 130 por la salida y unos 25-30 por el transporte. La ciudadela, con la torre de David, está todavía cerrada. Son las 9:30 así que vamos a la oficina de información a confirmar el tema dinero. En la oficina, el de hoy, más simpático, dice que los taxi-bus salen de la puerta de Damasco, donde bajamos ayer, y que no cree que sean más de 10 NIS por cabeza… pues ayer fueron 34. La tasa de salida se la pregunta a la «simpática» de ayer: 146 NIS por cabeza por nuestra salida, por cualquier otra frontera son «sólo» 85. El caso es que vamos a palmar unos 30 euros para salir del país.

Nos acercamos a la puerta de Damasco buscando la parada de los taxis y para confirmar el precio. Nos cuesta un poco localizarlos porque están en un patio trasero pasada la estación palestina. El precio es de 30 por cabeza y salen cada media hora, sin esperar a que estén llenos.

Volvemos al hostal, si sales después de las 11 tienes que pagar un día más. Ya han «limpiado» la habitación. Habíamos dejado a Okihita recogida, pero allí. Pensamos si ir o no a la ciudadela y a la torre de David con el museo de Jerusalén. Nada en esta ciudad parece auténtico y la torre tampoco. Ciudadelas ya hemos visto varias así que nos vamos a la estación. De camino cambiamos otros 50 euros. Ya tenemos los 352 que nos hacen falta entre taxi colectivo y tasa de salida. El euro ha subido, ayer nos dieron 4,89 por cada euro y hoy 4,91.

Llegamos a la estación de taxis a las 11:01, a tiempo de ver cómo se va el de las 11. El de los billetes parece que habla con el conductor por la radio y nos dice que ahora sale. El precio son 60 NIS por los dos, pero la mochila son 3 más. Ya empieza a estar justo el tema dinero, es posible que haya que coger de las monedas guardadas para la colección de recuerdo.

Después de diez minutos preguntamos al de los taxis que cuándo es «ahora» y nos dice que máximo 20 minutos, a las 11:30. ¿Por qué antes dijiste que «ahora» en lugar de decir que el próximo sale en media hora? ¡Si tenemos que comprar los billetes igual! A las 11:45 seguimos allí sentados. Nos dice que en cinco minutos. Sara le dice que a cuánto equivalen en tiempo occidental cinco minutos israelíes. Según él, a cinco minutos exactamente.

Esta vez es verdad. Sale el taxi, pero da una vuelta para recoger primero algo en otra oficina de la compañía. Luego otro rato esperando a que llegue una pasajera que viene en otro taxi. Al entrar llena el maletero con todo el equipaje que lleva, supongo que habrá pagado casi más en bultos que por su billete. Aunque habrá pagado menos porque no es occidental.

Llegando a la frontera piden los pasaportes, control de bajos del taxi y pregunta si llevamos armas. La verdad es que, visto lo visto no me extraña que pregunten, parece que en Israel todo el mundo tiene un arma.

Frontera israelí. La tasa de salida son 150,5 NIS, los 146 que nos habían dicho y 4,50 NIS de tasa de la tasa. Más de 30 euros para salir. Alguien tiene que pagar todas las armas. Otra vez hay algunos con metralleta y sus chinos y polos. Adiós a las monedas de la colección. Hacen falta casi todas, sólo nos sobran 3 NIS. Lo cierto es que tampoco me hace tanta ilusión un recuerdo de Israel y ya me llevo el sello en el pasaporte. No nos ha gustado nada: Tremendamente masificado con hordas de turistas y lleno de tiendas de recuerdos y falsos sitios históricos en los que la gente se deja un dineral y las rodillas. Jesús fue crucificado como un ladrón y la religión cristiana no tuvo fuerza hasta unos 300-400 años después. Es imposible que los lugares por los que pasó se mantuvieran, que la piedra del sepulcro se sepa cuál era, que la sala de la última cena se localizara y se mantuviera en pie… pero supongo que en ese se basa la fe. Como creer en la sábana santa o en los trozos de la Lignum Crucis. Además todo está lleno de controles de seguridad y de chavales que no parecen tener edad para conducir armados hasta los dientes. No me parece un destino muy recomendable, ni a los más devotos cristianos.

Cogemos el autobús que nos cruzará el puente hasta Jordania. No hemos visto un río por ninguna parte debajo del puente, aunque en teoría hemos cruzado el Jordán. A mitad de puente, control jordano. Todos con nuestros visados sin problemas, excepto uno que parece no tenerlo. Para entrar en Jordania por cualquier otro paso fronterizo no hace falta visado, te lo hacen en el momento. Pero por esta frontera no, aquí no hacen visados. Debería haberse informado. Su amigo sí lo lleva pero baja con él, para subirse al autobús que los vuelve a llevar a Israel. No pensamos que les vayan a devolver los 150,5 ni de broma.

En la frontera jordana nos cobran el autobús, si no tienes JOD en NIS o en euros o en dólares, lo que sea. No hay problema, el que cobra lleva una calculadora. Otros 7 JOD, 3 por cabeza y uno por la mochila, que se van, con nuestros pasaportes, que no hemos vuelto a ver desde el control. En la ventanilla de la frontera nos los van devolviendo. Como no pusieron sello a la salida ayer al ir a Israel (para Jordania no salimos del todo del país porque esa zona la consideran Cisjordania, «parte» de su país) no hay sello de entrada. Lo ponen otra vez en un papel aparte.

En la salida están como lobos ofreciendo taxis a Amán. Al Farha Hotel nos piden 20 JOD, lo que nos cobró Ali por venir. Preguntamos a dos que han cruzado la frontera con nosotros si lo quieren compartir, pero nos responden que un coche irá a buscarles. Nos preguntaron en el bus cuánto tiempo hemos estado en Israel, les dijimos que nosotros sólo habíamos estado un día. Después preguntaron cuánto tiempo lleva pasar la frontera al revés, y cuando les respondemos que nosotros entre unas cosas y otras tardamos cinco horas, parece que se les quitan las ganas de volver a entrar.

El taxista no habla mucho durante el viaje, pero es el primero que nos pregunta si nos importa que fume. Total aquí fuman todos así que le decimos que vale, sólo fumó uno. Llegando a Amán pide ver otra vez la dirección del hotel. Por suerte pedimos una tarjeta en árabe en la recepción, porque aunque habla algo de inglés no lo lee. De todas formas no se orienta mucho y pregunta un par de veces. Al final nos deja en una calle paralela.

De vuelta al Farah recogemos a los Symbios que estaban en la despensa bajo llave y subimos a la habitación. Son casi las cuatro de la tarde y comemos el paté que queda con unos crackers. Descansamos una hora y vamos a ver el teatro y la ciudadela de Amán. También tenemos que ver el cambio, sólo nos quedan 54 JOD.

A pesar de que sólo son las cinco todo está oscuro y sin iluminación. El teatro está céntrico y lo vemos desde fuera, ya está cerrado. Pero no nos da mucha confianza el barrio que hay que atravesar para ver la ciudadela y mañana vamos a los castillos del desierto, así que pasamos de la ciudadela y nos vamos a cambiar la moneda. En el rato que hemos estado en el teatro el euro ha pasado de 0,887 a 0,8815. Lo que fluctúa la moneda.

Buscamos otro restaurante que está cerca del hotel y encontramos una pastelería, Habibah, al lado. Recomendada también en la guía. Vemos una cosa con bastante buena pinta y nos dicen que ¡lleva queso! Adjudicado, está riquísima la combinación de la miel dulce y el queso fundido.

El restaurante que nos interesa está al lado, también está especializado en postres, pero son sólo las 17:40, un poco pronto. Nos vamos al hotel a hacer tiempo que no hay ducha hasta las 19:00 y luego ya veremos si salimos a cenar o nos amodorramos del todo. Mientras escribo esto Sara ya lleva una hora durmiendo, como casi siempre que me he puesto a escribir.

Tras la ducha salimos al restaurante Jerusalén. De allí venimos para ir a cenar esta noche. Esperamos que no nos pidan una tasa de salida también en el restaurante.

No tenemos mucho hambre después del bollo pero Sara ve yogur en la nevera así que tomaremos uno cada uno. Cuando entramos todo el mundo está comiendo y no dulces precisamente. Nos ofrecen kebak y pedimos uno de cordero sin ensalada y al preguntar por sopas, dice sopa de lentejas: ¡pues otra! A todo esto ya están aquí los yogures y el azúcar. Todo muy rico y sólo 5,40 JOD. El restaurante El Cairo es una mierda.

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Comentarios

  • JAAC
    14 enero, 2009 a las 00:34

    No merece mucho la pena, siempre en nuestra opinión.

    Vimos muchos judíos en nuestro siguiente viaje, casi más que allí.

    Responder
  • BIRA
    13 enero, 2009 a las 12:56

    Jerusalén no era un sitio que me llamase especialmente la atención, pero después de leer vuestras desventuras, te aseguro que si me pillan allí será por equivocación.

    Además, para ver judíos prefiero pasearme por Amberes, que así de paso «regalo la pestaña» con la visión de los diamantes.

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  • JAAC
    13 enero, 2009 a las 09:30

    Conxa, nosotros sólo hablamos de Jerusalén, fijo que hay otras ciudades de Israel que merecen la pena de verdad, en las que no hay tanta metralleta por la calle, ni tanta tienda de recuerdos, ni tanta gente… pero vamos, que como tarjeta de visita no nos provocó ganas de volver al país. Eso sí, suerte tuvimos de ir en ese momento.

    La cena estuvo muy bien y el dulce más todavía (de tan rico que estaba no dio tiempo ni de hacerle una foto antes de comerlo!! jajaja)

    Sólo faltó que nos dijera «El tiempo es relativo» 😉

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  • conxa
    12 enero, 2009 a las 18:25

    pelillos de punta se me ponen, nunca he tenido gusanillo por Israel,pero después de leerte y fiandome de vuestro criterio, todavía menos.

    Sí tiene buena pinta la cena.

    Me he reido con el comentario que hace Sara de los cinco minutos.

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  • JAAC
    12 enero, 2009 a las 11:04

    Tuvimos suerte con el viaje, llegamos poco después de la bronca entre cristianos en la iglesia del Santo Sepulcro y nos fuimos un mes antes de que les diera por invadir la Franja de Gaza. Más justo imposible.

    Con la que está montada ahora no creo que ni estar por Jordania y Siria sea «cómodo» cuanto ni más para entrar en Israel :-O

    Sí, ese restaurante sí que estaba bien y los postres, pese a que no los comimos, tenían una pinta exquisita. Pero es que después del dulce de miel y queso de merienda…

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  • Masmi
    12 enero, 2009 a las 10:59

    Coincido con tu razonamiento sobre Jerusalen, y después de lo que está pasando estos días no me queda ninguna gana de ir por allí.
    Esa cena si que tiene muy buena pinta 🙂

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