El segundo día nos acercamos al Kremlin. Una turista americana nos había dicho en la cola de Peterhof que se llenaba y que luego era muy complicado conseguir entradas para la armería y el tesoro. Conseguimos la entrada para la armería a las 10:17 y en la entrada pone que tenemos que estar allí a las 10:00. De todas formas nos dejan pasar y aquello es impresionante. Por supuesto, totalmente prohibido hacer fotos, vídeos o cualquier cosa y mejor que ni lo intentes.
Después de la visita a la armería y sabiendo que al Kremlin podemos entrar en cualquier momento con la entrada (la hora es sólo para la armería) tratamos de conseguir billetes para visitar el anillo de oro. Habíamos preguntado en el albergue si nos compraban los billetes, después de San Petersburgo tampoco nos apetecía mucho luchar en la estación. Nos dijeron que no lo hacían delante de un cartel en el que ponía que sí que los compraban, pero… son rusos.
En Moscú no hay oficina de turismo, sorprendente. Nos acercamos a una supuesta oficina de turismo, pero no lo es, es una agencia de viajes. La de la agencia poco menos que tiene un ictus cerebral cuando le preguntamos en inglés si nos puede organizar una excursión a Suzdal… no puede, de hecho estaba todavía en trance cuando salimos de la agencia. En otra agencia en la que sí que hablan inglés y nos dicen que ese tipo de excursiones son de dos días y que sólo las hacen en fin de semana. Lo intentaremos en la estación de tren, qué le vamos a hacer.
El Kremlin es una auténtica maravilla. Aunque en mitad de la antigüedad han edificado un palacio de congresos (en 1.961) con la estructura rusa de los años 60: un edificio cuadrado y gris cemento que estropea bastante el conjunto.
Dentro del Kremlin está el cañón más grande del mundo y la campana más grande del mundo, el uno nunca ha sido disparado y la otra nunca ha sido tañida, pero el tamaño importa.
Como el resto de monasterios rusos cuenta con su muralla y sus iglesias interiores, aquí también palacios. Las iglesias son la Catedral de la Asunción, de la los Doce Apóstoles, la del Arcángel San Miguel y la de la Anunciación. Todas con sus cúpulas y arte interior (iconostasios y pinturas).
Las cúpulas de palacio de oro de la zarina.
El intento de compra de billetes en la estación resultó ser un fracaso. Nos habían dicho en la agencia que había una estación cerca pero no conseguimos encontrarla. Así que, para aprovechar un poco el tiempo nos dirigimos a Kolomenskoe. Un monasterio enclavado en un parque sobre una pequeña loma y al lado del río Moscova. La iglesia estaba cerrada cuando llegamos y sólo pudimos admirar las cúpulas y el exterior. Nos costó bastante encontrarlo. Puesto que no podíamos entrar nos sentamos en un banco en la entrada junto a unas chicas que estaban dibujando la iglesia y oyendo por el móvil a ¡David Bisbal con su Ave María! No pude soportarlo y me quedé dormido.
Volviendo a por los billetes, no nos habíamos dado por vencidos, encontramos un concierto en la calle.
La compra de los billetes fue… horrible. Después de decidir que no podríamos llegar a Suzdal – no había tren, había que cambiar a un autobús que nos daba sólo un par de horas para visitar el pueblo, sólo había tres al día… -, así que el viaje sería Yaroslav (que teníamos reservada una noche en hotel) y Sergei Posav a la vuelta hacia Moscú, eso para dentro de dos días. Si la compra iba bien al día siguiente trataríamos de ir a Vladimir, comprando también el billete. El principio fue muy bueno, encontramos una zona de la estación que parecía para turistas: con aire acondicionado, con un número para todos los mostradores, taquilleras eficientes… pero sólo se podía comprar la ida a Yaroslav, la vuelta al querer parar en Sergei Posav había que comprarla en la estación de «cercanías». Para allá que fuimos y también quedamos sorprendidos, esta vez sólo de la eficiencia de la taquillera que nos vendió los billetes y cerró la taquilla justo después (21:30). Así que fuimos, crecidos, a por los de Vladimir. Y ahí se nos fue el mundo abajo. Volvimos a la estación de las mil colas y las paradas reguladas (era otra estación de tren, en Moscú hay varias y dependiendo del destino hay que ir a una u otra). Después de casi dos horas de cola y varias luchas con rusos que se querían colar la taquillera nos dio unos billetes que no eran los que queríamos, a unas horas absurdas y se quedó tan a gusto. Para reclamar id a otra taquilla. Odio enorme hacia la ineficacia de este país (cuánto daño ha hecho el comunismo que les mantenía aunque no hicieran nada…) y vuelta al albergue. Al día siguiente pasearíamos por Moscú sin rumbo fijo, sería un día para la relajación.
Y el metro de Moscú.
El diario completo aquí.