Os pinchan y no sangráis. Nos lo dijeron hace justo una semana. Y al final pues… ayer sangramos un poco.

Te ponemos en antecedentes. Requerirá un par de flashbacks, o analepsis si queremos ponernos más eruditos –o pedantes, según se vea–.
El día h
Primero nos vamos a ayer, jueves 27 de enero de 2022. Eran las 9 o 10 de la mañana y nos dimos cuenta de que nos habían hackeado la web, nuestro querido blog. Nosotros lo veíamos perfecto. Más tarde descubriríamos que lo mismo le pasaba aproximadamente al 20% de la gente que entraba. No así al otro 80% que iba redirigido, según nos contarían, a páginas de todo tipo: desde descargas falsas de Tik-Tok hasta anuncios igual de falsos que te daban la enhorabuena por haber ganado fabulosos premios. Básicamente, páginas de phishing. Dan igual las crisis, la de hacker es una profesión que no deja de ser demandada. Si pusieran anuncios, Infojobs estaría lleno.
Este hackeo raro que rebauticé “hackeo de Padrón”, porque unas veces hackea y otras no, hizo que tardáramos en enterarnos del ataque un día y medio. Fue el martes, sobre las 18h, cuando nuestras visitas se desplomaron: cayeron pues eso, un 80%. JAAC se dio cuenta el miércoles por la mañana. Llegó la angustia, una angustia que no quiso compartir conmigo hasta enterarse de qué pasaba y que le llevó a una noche casi sin dormir. Para nosotros que nos dedicamos a esto, que no entre gente al blog significa el fin no solo de nuestro negocio sino de nuestro modo de vida. Y ese miedo siempre acecha en esta profesión. Después del coronavirus, había llegado otro “enemigo” aún más invisible. Esto se acababa.
Volvamos a ayer. Cuando JAAC me lo dijo yo, sin tener idea, planteé lo del hackeo. JAAC lo confirmó y llegaron las llamadas y mensajes a expertos. Realmente que te hackeen la web es una putada, hablando mal y pronto, pero por lo menos sabíamos qué pasaba, “quién era nuestro enemigo”. Fue casi un alivio.

De cuando nos pincharon…
Mientras los expertos hacían lo suyo en el “quirófano”, nosotros, en la sala de espera, poco podíamos hacer. Solo desahogarnos, entre nosotros y en las redes. Un tuit y un Story mío en chandal en Instagram. Un Story en el que todo estaba neblinoso porque JAAC acababa de usar el móvil para llamar a los técnicos del hosting. No, no pensamos ni en limpiar la cámara frontal.
Aquí llega la parte del “sangrado”. Nunca, en los 15 años de Salta Conmigo, habíamos recibido tantos mensajes de cariño y apoyo. Tanto por parte de compañeros de la blogosfera –nadie como ellos sabe lo frágil que es este mundo y qué duro es perder el control de lo tuyo– como por parte de seguidores, muchos que nos escribieron por primera vez. Por suerte, pudimos contestarles a todos por privado, tiempo teníamos…
¿Lo de sangrar de qué va? Pues de que nosotros no solemos ser especialmente sensibles, ni cariñosos, ni sociables. Por eso se nos da mejor escribir consejos en nuestro blog que ser cercanos y crear comunidad en las redes. Pero hasta nuestro corazón de piedra y nuestras venas de acero se derriten a veces. Y ver que hay tanta gente que está ahí nos sobrepasó un poco. Sí, ayer nos pincharon, y sangramos.
Muchas gracias a todo el mundo por estar ahí. El blog está casi del todo recuperado, en postoperatorio con algún achaque todavía, pero con fuerzas. Los hackers, de momento, no han podido con nosotros. Pero recordaremos el día en que sangramos. El día en que las ofrendas a Shiva nos salvaron –no, no estamos locos, no del todo al menos, ni nos hemos convertido al hinduismo, ya lo explicaremos, o no–. Y cuando todo esté acabado al 100% y encontremos nueva heladería en Madrid –todavía estamos «de luto» por nuestra querida Da Roma– lo celebraremos con un buen helado.

¡Seguimos!