Jueves, 16/06/2011 (y 5)
A las ocho le digo a Sara que más vale que sigamos camino a la estación del tren. Tenemos intención de dejar a los Symbios en Jodhpur mientras vamos a Jaisalmer pero llevarnos a Okihita, que no hay que dejar las medicinas lejos como nos pasó en Perú, que estaban en la consigna justo cuando nos hacían falta. El malarone también es básico y la crema solar. Por supuesto, las sábanas de los sacos de dormir también se vienen, que no sabemos lo que nos encontraremos en el coche cama del tren.
La consigna cerraba a las once y media, y según es la estación tendríamos que haber aprovechado y quedarnos en la cafetería hasta que nos hubieran echado. Resulta que no podemos coger las mochilas, meter lo que nos queremos llevar en Okihita y dejar a los Symbios allí. Como dejamos las tres juntas tenemos que sacar las tres juntas. Tampoco será un trauma, cada mochila son 10 rupias al día. Pagamos las 30 rupias, organizamos las cosas y dejamos a los Symbios. Por el camino me he cambiado los pantalones y ya llevo yo también los desmontables. En Okihita dejamos los trapos para el cuello, que el Sol pica, y un pareo para que Sara entre en los templos.
Al dejar a los Symbios vemos una rata corriendo por debajo. Los hemos puesto altos en la estantería, pero las ratas también podrán subir por la madera… Mejor no pensarlo.
Salimos a la calle porque en el vestíbulo de la estación es mejor no estar ni un momento de más. Allí nos ponemos a lavarnos los dientes con el agua caliente que nos quedaba en una botella y nos convertimos en el espectáculo de la ciudad. Otra, de las muchas que debe haber, rata sale a saludarnos mientras lo hacemos. Esto nos quita las ganas de acercarnos a Deshnok, a 30 kilómetros de Bikaner. La atracción de la aldea es un templo, Karni Mata, en el que las ratas son sagradas. Además en el templo hay que entrar descalzo y ya hemos visto ratas y no queremos que se nos suban por los pies.
Mientras organizábamos las mochilas y me cambiaba hemos visto que hay una sala de espera para primera y las clases con aire acondicionado. La sala tiene un par de máquinas de aire acondicionado, pero no dan abasto para enfriar el ambiente. De todas formas mejor que en la calle. Aprovecho para escribir un poco de diario. No me da tiempo a nada y sólo escribo unas líneas como telegramas de lo que ha pasado. Por otra parte he decidido que Sungin se va a quedar dentro de Symbio. Pesa poco, pero no sabemos si podremos dejar a Okihita en ningún sitio mañana y es mejor que pese lo menos posible.
A la media hora llegan a limpiar la sala y acaban apagando las máquinas del aire. Pues mejor nos vamos a la calle. Nos quedamos sentados fuera de la estación en un bordillo, en el menos sucio que encontramos. Allí pasamos una hora hasta que a eso de las once menos cuarto nos metemos en la estación otra vez para ver el andén. Antes preguntamos si había que sacar otro billete o si valía con la hoja impresa del billete que habíamos comprado por internet. Nos dicen que con la hoja impresa es suficiente, mejor, porque ponerse en una cola de estas no iba a ser fácil.
Nos han dicho que el tren sale en la vía dos, allá que vamos. Llega el tren a las 22.55. Debe estar un rato aquí parado. Buscamos nuestro vagón y nuestras camas. Las encontramos y estiramos las sábanas. Hemos comprado el billete en categoría AC3-Tier, literas de tres alturas con aire acondicionado. Son compartimentos de seis. La de Sara es la de arriba del todo y la mía la intermedia, pero no estamos uno encima de otro, estamos en diagonal. Sara ya está arriba tumbada y yo voy a ver si hay un baño, infeliz…
El aire acondicionado del tren está muy fuerte y nada más entrar se nota frío. Eso sí, a los treinta segundos de estar allí te parece que está a la temperatura ideal. El cuerpo se acostumbra muy rápido a lo bueno.
Sara, desde arriba, me dice que confirme que el tren va a Jaisalmer. Es un poco absurdo, pero le pregunto a uno que está hablando por teléfono… y resulta que no va a Jaisalmer. El tren viene de Jaisalmer y va a Delhi.
Recogemos todo a toda prisa y con las sábanas en la mano y la mochila media abierta bajamos corriendo. Hemos estado a punto de volver a Delhi sin enterarnos. Volvemos al edificio de la estación a preguntar qué ha pasado. Uno de la estación nos dice que el tren a Jaisalmer es el que está en la vía dos. Le decimos que no, que ése viene de Jaisalmer. El tipo se queda a cuadros y se mete en la oficina a preguntar después de porfiar un rato. Sale y nos dice que sí, que el que está en la vía dos va a Delhi. Pero que el de Jaisalmer se pondrá en esa vía cuando se vaya el otro. Hemos entendido que ese tren tendría que estar en la vía uno pero que no sabe por qué está en la dos, eso sí, lo iban a cambiar ahora.
Volvemos a la vía dos. El anden está lleno de gente tirada, como en el vestíbulo, y el olor que sube de la vía según va y viene el viento tampoco ayuda. En la misma vía también hay un montón de gente tumbada sobre sábanas mientras espera el tren… o que es aquí donde duermen sin que haya un tren en su vida. Encontramos a un tipo con pinta medianamente elegante al que le preguntamos y nos dice que sí, que vendrá. Él también va a Jaisalmer. Media hora después sigue sin llegar el tren. Tres cuartos de hora y tampoco. Le pregunto a este hombre si es normal el retraso y me dice que no es muy raro que pase.
Una hora más tarde de lo que tenía que ser llega el tren. Esta vez nos aseguramos de que sea el que nos interesa.
Según va llegando el tren lo seguimos en cuanto localizamos nuestro vagón. Está a oscuras, no sabemos si es que ya están todos durmiendo. En cuanto para el tren nos montamos y estaba a oscuras porque no tiene luz. Lo malo de que no haya luz es que tampoco hay aire acondicionado y con las ventanas cerradas esto es peor que estar en la calle. Con la luz del móvil localizamos nuestras camas y esperamos a ver qué pasa.
Al poco tiempo se enciende el aire acondicionado y la luz. Esta vez yo me pongo en la de arriba porque hay mucha gente, en concreto un par de militares, delante de la cama de Sara y no le parece fácil subir de una manera «elegante».
Subo y me llevo otra botella de agua, en las estaciones las venden a 12 rupias a todo el mundo, tienen el precio escrito en un cartel. También me llevo otra botella vacía, bajar desde aquí arriba si me entran ganas de orinar a media noche está descartado, además de que es mejor mantenerse alejado del baño. Al poco llega uno trayendo sábanas, mantas y almohadas. Las sábanas tienen pinta de estar limpias, pero están húmedas y resultan muy molestas. Las mantas tienen el aspecto de haber vivido muchos viajes y pocos lavados, aunque pienso que es más impresión que realidad (que estarán más o menos limpias). Y las almohadas… pues para apoyar la cabeza, que tampoco hay que ser tan tiquismiquis. Saco uno de los trapos y me lo pongo por encima, que aquí arriba estoy al lado del aire acondicionado y sí que está un poco alto. Tampoco sé qué hacer con las zapatillas. Dejarlas en el suelo está descartado porque las necesitaré para bajar de aquí (las escaleras casi se clavan con ellas como para bajar descalzo), y no me apetece tener las zapatillas pegadas a la nariz toda la noche. Sólo queda una opción: dormir con ellas. No pretendo moverme mucho y ya tengo los pies por fuera de la cama, es un poco corta, así que no mancharé la sábana.
El siguiente que pasa es el revisor. Yo ya había apagado la luz del compartimento. Los dos militares se habían sentado en la cama lateral y no tenían pinta de querer dormir, por eso apagué la luz para dejar claro que nosotros sí que estábamos interesados y que agradeceríamos que dejaran de hablar. El revisor se lo conoce y sabe cómo encenderla sin chocarse con nada. Con lo nuestro es fácil no chocarse, Sara está durmiendo con Okihita y yo con Cany. Revisa nuestros billetes y no nos dice que nos hemos equivocado de tren. Perfecto, porque ya está en marcha desde hace un rato.
A dormir, que en poco más de cinco horas llegaremos a Jaisalmer y empezará el turismo. A ver si podemos dejar a Okihita en la estación y nos movemos sólo con la cámara que, aunque le hemos quitado casi todo, con el calor que hace es mejor llevar encima lo menos posible.
Jaisalmer es la última parada, no habrá problemas con que nos pasemos. A dormir en cuanto nos vuelven a apagar la luz.