Lunes 29/12/2008 (y 3)
El museo de inmigración se había llevado toda la mañana.
En la guía (nos hemos decidido por la de Anaya después del último viaje) pone que desde el atentado del 11-S ya no es posible visitar la Bolsa de Nueva York y ver a los corredores realizando sus operaciones. Sara entró cuando estuvo aquí hace años, incluso subió a las torres gemelas. De todas formas nos acercaremos a ver, no está demasiado lejos. También ponía que no había mayor descuento en el metro que un viaje gratis cuando comprabas un bono de 10 y ahí está el “Fun-Pass”.
Antes de llegar al edificio de la bolsa pasamos frente a la estatua del toro de Wall Street. En simbología financiera el toro significa el movimiento alcista de las acciones, la subida, mientras que el oso es el contrario, la bajada y las pérdidas. Frente a la bolsa de Frankfurt hay una estatua con los dos animales, pero aquí no quieren tener nada que ver con el oso y sólo está el toro. Bueno, solo, solo no está, porque hay una gran cantidad de gente alrededor tratando de acercarse lo bastante para tocarlo y que otro le haga la foto mientras lo hace. Es increíble lo que nos gusta hacer colas a los humanos. Supongo que a muchos les pasará como a nosotros: ya que estas aquí delante… no vas a marcharte sin haberlo visto bien, así que toca esperar. También hay algunos que, en lugar de tocarle la cabeza o los cuernos, le tocan las criadillas al animal, mucho más divertido y con mucha menos espera.
Una anécdota que debo a mi trabajo en el sector financiero: la sede de mi ex-empresa está en Alemania, en Frankfurt, y cuando vinieron algunos de los comerciales a presentar el producto a Caja Madrid se sorprendieron mucho de que el logotipo de la caja fuera un oso. Por aquello de que el oso indica las pérdidas. Pero el oso es también el símbolo de Madrid, y de Berlín.
Efectivamente no es posible entrar en el edificio de la Bolsa. Pasamos primero por delante del Stock Market, con su decoración navideña y sus policías en la puerta. El edificio de la Bolsa tiene la bandera americana hecha con luces de navidad en sus columnas. Navideños, pero más patriotas. También hay un candelabro judío de siete brazos, menorah. Hemos visto que casi siempre que hay algún tipo de decoración navideña, ya sea un árbol, unas luces, lo que sea, colocan un símbolo judío, casi siempre un menorah. Suponemos que será una especie de compensación para con los judíos. Compensación que no hacen con ninguna otra religión.
Toca ahora la visita de rigor a la Zona Cero. Toda la zona continua vallada y en construcción. Los proyectos de edificios y estación de metro siguen adelante pero, aparentemente, todavía quedan muchos años antes de que finalicen, las obras todavía no han llegado al nivel del suelo. Frente a la valla se encuentra el Memorial a las víctimas del atentado. Es una especie de museo con un precio de entrada de 10 $, que según pone se destina a las asociaciones de familiares de las víctimas. Lo cierto es que consiguen que todo el mundo acabe con un nudo en la garganta viendo las imágenes, leyendo las declaraciones de supervivientes y de algunos que no lo consiguieron, de bomberos, viendo las muestras de cariño llegadas de todas partes del mundo (hay miles de grullas de papel llegadas desde Japón)… Baste decir que por todas partes hay cajas de pañuelos de papel. Al lado del museo está la estación de bomberos, con recuerdos de sus víctimas. Murieron más de 300 bomberos y sólo se encontraron unos 15 cascos completos.
Frente a la Zona Cero se encuentra la iglesia de San Paul. Durante aquellas fechas se convirtió en un centro de peregrinaje para los trabajadores en las tareas de desescombro. Se acercaban allí buscando comida y un sitio donde descansar después de jornadas de 12 y 14 horas de trabajo. Se habilitaron catres para que pudieran descansar y se gestionó parte de la comida y del voluntariado. El interior de la iglesia es, cuanto menos, curioso. El altar de encuentra nada más pasar la puerta a la derecha. Las sillas se sitúan en círculo dejando el centro de atención en el centro de la sala y no en el altar. Al otro lado del edificio, atravesándolo por completo desde la entrada y saliendo por la parte de atrás, hay un cementerio con tumbas de 1.800. George Washington acudía allí a oír misa y hay un banco que lo recuerda, aunque ahora casi todo el interior está centrado en la tragedia de las torres gemelas.
Desde aquí cogemos Fulton st y nos dirigimos a la zona de la autoridad portuaria y al Pier 17. Una zona de pescadores reconvertida en una especie de centro comercial con muchas tiendas y restaurantes. Desde sus terrazas se puede ver una buena vista del puente de Brooklyn, aunque la más conocida es desde Brooklyn con los rascacielos de Manhattan. Entramos en algunas tiendas y los precios siguen siendo muy tentadores, a ver qué encontramos en los outlets. También vemos un restaurante que no tiene mala pinta y decidimos no esperar más, son las 18:30, para cenar. Una hamburguesa, de las más tiernas y jugosas que hemos comido nunca, con patatas y un “Pot Chicken Pie” que no tenemos muy claro qué era en realidad pero que también estaba muy bueno, a pesar de llevar gran cantidad de verdura (lo que hace el hambre). Eso sí, pagamos la novatada y al pedir agua le decimos que una botella grande. Eso le extraña y cuando nos trae la cuenta lo entendemos: la botella cuesta más que la hamburguesa, más de ocho dólares. Lo normal es beber agua del grifo parece. La propina, que según todas las guías y comentarios es obligatoria, debe ser de un 15% más o menos, para simplificar el doble de las tasas. Cuando pagas con tarjeta en el recibo que te traen para que firmes hay un par de líneas extras, una para que pongas la propina (Tip) y otra debajo para que escribas el nuevo total. Firmas y puedes guardar la tarjeta, el cobro de la propina se hace en la misma transacción y no vuelven a pasar la tarjeta.
Con el estómago lleno, siempre en el Pier 17, entramos en varias tiendas de recuerdos y una galería de arte con fotografías de la ciudad en blanco y negro que nos sirven de inspiración para las nuestras.
Ya va tocando volver después de todo el día dando vueltas. De camino al metro entramos en una de las muchas tiendas Duane Reade que hay en la ciudad, un drugstore en el que venden prácticamente de todo, desde agua y comida, hasta revistas y libros, medicamentos, cosméticos,… de todo. Compramos unas botellas de agua para llevar alguna en la mochila. De nuevo tenemos suerte, y es línea directa desde la estación de Fulton st. Mientras esperamos que llegue, vemos que por ahí lo que pasan son trenes express que no hacen todas las paradas. No pone en ningún sitio cuál hace y cuál no, así que entraremos y a ver donde nos deja. Antes de que entre el tren en la estación vemos una rata moviéndose tranquilamente en las vías. Una señora rata. El metro no para en la que queremos, la 18th st, sino que lo hace justo en la anterior, la 14th st. Entre tanto se ha saltado un montón de estaciones, lo que nos viene bien para llegar antes. En la 14th st bajamos y poco después llega el “local” (línea roja, pero número 1, el express es también rojo pero número 2) que nos deja en la nuestra.
Ducha en el hostal. El agua sale ardiendo para mi gusto y no hay manera de que salga más fría. Ahora está más claro por qué hace tanto calor en la habitación cuando el radiador está frío: las tuberías de agua caliente llevan casi vapor más que agua. Descarga de fotos y a escribir. Mañana será uno de los días museo (hoy no estaba previsto pasar tanto tiempo en el de inmigración) y el elegido ha sido el Metropolitan, que está incluido en el City Pass. Aunque tampoco habrá que madrugar mucho, abre a las 9:30.