Antes de dirigirnos al aeropuerto para coger el vuelo de vuelta aprovechamos para ver más calles medievales y el interior de las iglesias. Aunque no todos estaban por la labor «religiosa»…
Cuando llegamos a la parada del autobús, ya en la ciudad baja, el cielo se abrió y comenzó a llover como si se fuera a acabar el mundo. Después llegaron los rayos, los truenos y los relámpagos. Al autobús no le afectó mucho todo este espectáculo de luz y sonido, pero los aviones son un poco más delicados. El vuelo se retrasó dos horas y media y allí nos tuvimos que quedar, en una terminal prefabricada porque estaban en obras en el aeropuerto.
Al final llegamos a Madrid a la una y media de la mañana…