Viernes 01/05/2009 (1)
Llegamos a Barajas a las 5:20, el avión sale a las 7:00 después del cambio de horario, pensamos que con más de una hora y media será suficiente. La cola de facturación da la vuelta a media terminal 1. Tan grande es que parece que es para otro avión de lo que llega a alejarse de los mostradores de Air Comet.
A las 6:20 todavía no hemos llegado a donde la cola da la vuelta para volver a los mostradores y no somos los últimos. Los últimos son unos que han estado luchando un buen rato tratando de saltarse la cola, o eso creemos porque estábamos lejos y sólo lo hemos intuido por los gestos, pero que no lo han conseguido. Les han dicho que a la cola como todo el mundo. El caso es que es poco probable que el avión salga a su hora si nos queda mínimo una hora para facturar y ya deberíamos estar embarcando. Por otra parte, ¿qué tamaño debe tener el avión? Porque es impresionante el tamaño de la fila. Puede que no haya mucha más gente que de costumbre, pero como estamos todos juntos parece mucho más. En la cola y en algunos mostradores se ve bastante gente con mascaras. ¿Será suficiente una máscara para evitar la gripe?
Llegamos al mostrador a las 7:15. El avión ya se tendría que haber marchado, pero aquí sigue (esperamos). La señorita de facturación nos dice que en cuanto acaben comenzarán el embarque, para las 7:30 más o menos. Le pregunto si llegarán las mochilas en sólo un cuarto de hora y me dice que no hay problema, en embarcar un avión de ese tamaño suelen tardar una hora, llegará todo el equipaje. Entre unas cosas y otras no saldremos antes de las nueve. Al tiempo.
En la puerta de embarque ya está la gente haciendo cola cuando llegamos, menos mal que el control de equipaje y de pasaportes ha sido rápido. No entendemos el motivo de estar de pie esperando en fila otra vez, así que nos sentamos y ya entraremos en el avión cuando no quede nadie, si los asientos ya están adjudicados.
Hora de embarque las 9:00, hora de despegue 9:25. Esta vez no hemos escrito al hotel para decir que el vuelo se retrasaba como en Jordania, para el éxito que tuvimos allí tampoco merece la pena andar conectándose a internet. Ya les avisamos de que el vuelo se retrasaba siete horas, las últimas dos que las esperen, tienen el número del vuelo así que lo tienen fácil para saber la hora de llegada.
Las doce horas de vuelo no son tan suplicio como parecía que iban a ser al principio. Estamos sentados juntos, pero en mitad del pasillo central. Para salir tenemos que pedir permiso los dos, estamos rodeados. El que está a mi lado está tratando de cambiar su asiento, viaja con su mujer y su hija que están más atrás y quiere ir con ellas. El que está sentado al lado de su mujer no le quiere cambiar el sitio porque quiere ventanilla, y la que está sentada al lado de Sara no se lo quiere cambiar a su mujer porque dice que está muy atrás y que tranquilo, que van a volar igual. Viva la buena voluntad de la gente.
Antes de despegar el marido le cambia el sitio a su mujer y aparece con una niña de un año y medio o dos años. Lo primero que hace al ponerle el cinturón es ponerse a llorar: el viaje se presenta largo (12 horas) y duro. Pero enseguida se calma. Le da de comer la madre y caen dormidas las dos… como nosotros que ya dormimos a pierna suelta. La separación entre asientos no es mala y podemos «soltar las piernas». El hecho de que tampoco haya pantalla de entretenimiento, ni nos den unos miserables cascos, también nos lleva a pensar que el viaje será duro.
Un desayuno (una media noche con una loncha de choped y un trozo de plumcake) y una comida (pollo a la riojana, una especie de ensaladilla rusa y un trozo de bizcocho) después llegamos a Lima. En el último tramo del vuelo hemos mirado la guía y «decidido» el recorrido que vamos a intentar hacer y qué vamos a intentar ver. Que no se diga que lo improvisamos en el último momento.
La gente se pone a aplaudir al aterrizar. Hacía tiempo que no lo veía (oía) y pensaba que se había superado, al fin y al cabo es lo que se espera del piloto: que haga su trabajo, y no sé si los aplausos le animarán mucho, o le deprimirán haciéndole pensar que el vuelo ha sido tan malo que ni se esperaban que fuera capaz de aterrizar el avión y que por eso le dan las gracias.
El retraso final es de un par de horas. Pasar la frontera es un trámite rápido (en el avión hemos tenido que rellenar el papel de frontera y el de aduana), pero los Symbios tardan muchísimo en salir. Con el vuelo lleno de gente y todo el mundo cargado como mulas (en la sala de espera de Barajas oí como unos comentaban que sus amigos de Madrid les usaban para llevar cosas a sus casas cuando se enteraban de que viajaban a Perú), hay un montón de maletas y les lleva mucho tiempo sacarlas todas. Además, la gente está con el trámite de pasaporte y muchas maletas no hacen más que dar vueltas y vueltas en la cinta sin dejar espacio para que pongan otras.