Si te digo plov seguro que lo primero que se te viene a la cabeza es un cómic y un golpe, el sonido de una mano en la cara en un tebeo de Mortadelo y Filemón o el de un cuerpo cayendo desde una azotea lanzado por un supervillano. Pero si al plov le añado un ¡ñam! empezarás a pensar en algo que se come. Por ahí vamos bien. Última pista: Uzbekistán. Os hablo del plato más representativo de la gastronomía uzbeka.
El plov, plato tradicional uzbeko
Siempre que vamos de viaje incluímos la gastronomía local en el programa, aunque hay que decir que no siempre sale bien: los huevos negros del volcán Kamiyama de Japón, o las delicias de los puestos de comida de Pekín, lo demuestran. En Asia central iba a ser distinto y, cuando leímos que la comida típica de Uzbekistán, el plov, es una especie de guiso con cordero, arroz, garbanzos y patatas decidimos que eso no podía estar malo.
No tuvimos que esperar mucho para probarlo. Nuestro segundo día de viaje lo degustamos en un lugar que no podía ser más tradicional: una yurta en mitad del desierto de Kyzyl Kum. Puede sonar muy romántico, pero el hecho de que fuera febrero y que la temperatura esa noche llegara a los ¡veinte grados bajo cero!, no acompañaban. Aún así, nos pareció delicioso, calentito dentro de la yurta, cocinado al fuego allí mismo.
Para la segunda cata del plato típico uzbeko tuvimos que esforzarnos más. No fue hasta que llegamos a Samarcanda que, siguiendo los consejos de la guía, encontramos un restaurante lleno de locales que lo servía. Una pequeña puerta sin cartel en mitad de la calle que daba acceso a una especie de patio. Allí, poco visible desde fuera, había un enorme cartel de lona con las fotos de los platos que se servían con sus nombres en cirílico–todavía recordábamos un poco como se leían–, poca luz y menos calefacción.
Cuando llegamos nosotros ya se les había acabado. Nada más vernos entrar comenzaron a gritar el nombre de uno que debía ser el único que chapurreaba algo de inglés. El recuerdo de aquel guiso en el desierto nos convenció de que tendríamos que volver allí. Aunque, por el camino, probamos shashlik, una especie de pinchos morunos; lagman, una especie de sopa; y mantu, una especie de dumplings.
Al día siguiente se nos volvió a hacer tarde… pero, ya que el día anterior nos había gustado la comida uzbeka del local, le dimos otra oportunidad. Esta vez un hojaldre relleno de carne y cebolla frita con salsa de tomate que ni sabemos cómo se llama porque lo pedimos al ver que lo sacan del horno.
A la tercera fue la vencida, allí estábamos cuando se comenzaba a servir la comida. En una enorme cazuela, kazan, se mantenían calientes los ingredientes del plov en capas. Fue en ese momento cuando descubrimos exactamente la receta –aunque hay muchas variaciones–, porque en la yurta no había más luz que un pequeño candil. La capa inferior era la de la carne de cordero con una buena cantidad de aceite. Encima las patatas cortadas en dados. Sobre ésta, una de garbanzos y, para acabar, una de arroz cocido. Servir es también un arte, de arriba a abajo, como excavando en la cazuela. Comenzaron con una generosa ración de arroz, bastantes garbanzos, unas pocas patatas y unos trozos de carne.
Sí. Delicioso es la palabra que buscáis.
Origen del plov
Puede que fuera el mismo Tamerlan –el personaje más importante de la historia de Uzbekistán– el que convirtiera el plov en el plato más conocido del país. Cuenta una leyenda que encargó a un sabio la preparación de un plato que pudiera alimentar a un soldado y que no obligara a ir cargado de víveres para poder moverse rápido y sorprender a sus enemigos. Si Tamerlan no fuera lo bastante importante para los uzbecos, el otro posible padre de la criatura sería Alejandro Magno que, según otra leyenda, durante una de sus campañas, se encontró con un saco de arroz y un carnero salvaje como únicas viandas, junto con verduras y especias. La mezcla de todo dió lugar a una sabrosa comida que alimentó a su ejército.
Plato obligado en las celebraciones familiares y bodas, con más de sesenta recetas diferentes en el país, que aparece casi cada día en las mesas de todos los uzbecos… una vez que pruebas el plov entiendes el porqué.