Cuando uno llama a un viaje #koalatrip no puede menos que ir a ver a los koalas en algún momento. Ese momento llegó el jueves. Después de nuestra inmersión en Alva Beach –y de lo que nos costó llegar–, regresar a Tonwsville fue sencillo gracias a Jill y su coche. Durante el viaje nos fue diciendo los sitios que no nos deberíamos perder camino de Brisbane. El primero de ellos ya lo teníamos en mente, y era el motivo por el que queríamos volver a Townsville: la isla Magnética.
La Isla Magnética, Magnetic Island, y el error de la brújula
Como casi todo lo que hay por aquí, debe su nombre al Capitán Cook que informó de errores en la brújula de su barco al pasar cerca de su costa. A pesar de ser un isla en la que muchos australianos pasan sus vacaciones, más de la mitad de sus 52 km2 los ocupa un parque natural. Jill nos habló de un albergue, el Bungalow Bay Koala Village, en el que podías dormir por un buen precio y además entrar en su «parque natural» –un zoo, vaya– y abrazar a un koala. Como intentamos ir a ver la puesta de sol desde el mar con ella y su hija nos quedamos a dormir en la ciudad, pero al día siguiente no dejamos pasar la oportunidad de coger el ferry hasta la isla.
Desde Townsville hasta Magentic Island hay un servicio de ferrys bastante frecuente, 32 AUD ida y vuelta, y, una vez en la isla, bastantes autobuses, alquiler de coches, motos, etc. –es lo que tiene ser destino vacacional–. Pero lo que en España o Italia significaría estar lleno de turistas domingueros que saturan las playas llenas de chiringuitos, en Australia no. Un país con una densidad de población de 3 habitantes por km2 no tiene capacidad para llenar sus playas –y en Magnetic Island hay 23 playas–. ¡Ni siquiera llena el ferry!
El zoo del Bungalow Bay nos permitió acercarnos a algunos de los animales endémicos del país, como a un wombat, una cacatúa negra, varias especies de lagartos e iguanas… pero el plato principal sabíamos cuál era. El abrazo al koala no está incluido en la visita –21 AUD, 19 AUD con carnet de alberguista– y son 15 AUD más. Cuando compramos las entradas y Sara pidió el abrazo, la chica del albergue le preguntó si sólo uno. Sara me miró y le dijo que sí, que sólo uno. Mi respuesta fue: de acuerdo, si tú no quieres abrazar a un koala me parece bien, porque ése «uno» es para mí. Así que… compramos dos.
Abrazando a un koala en Bungallow Bay
Sí, es como parece. Coger a un koala en brazos es como tener a un peluche. Tiene una gruesa capa de pelo suave y esponjoso y se mueven más bien poco, como los peluches. La cuidadora nos dijo que duermen entre 20 y 22 horas al día, tan activos como los pandas chinos. Para coger a un koala hay que transformarse en «su árbol»: brazos rígidos y nada de balancearse como si tuvieras a un niño en brazos o se pondrá nervioso, tratará de trepar y las garras que se gastan le quitan a uno las ganas de que las use en tu piel.
Después de visitar el zoo, dimos una vuelta por uno de los senderos, The Forth, del parque natural. Es complicado ver koalas en libertad aunque se trata del lugar con mayor concentración de ellos en Australia, pero si pudimos ver un tigre por qué no un koala. Porque el tigre es más grande… No hubo koalas pero sí unas impresionantes vistas de las playas de la isla.
Islas Whitsunday, más Capitán Cook
El segundo punto que Jill nos había dicho que no nos podíamos perder eran las islas Whitsunday y, en concreto, la Whitehaven Beach. De nuevo el Capitán Cook. Fue él quién le dio el nombre. En realidad se lo dio a un paso entre las 74 islas que forman el archipiélago. Lo «malo» es que no había calculado bien el tiempo y no fue el domingo de Pentecostés (Whitsunday en inglés), sino el lunes cuando lo descubrió. A estas alturas ni se plantean cambiarle el nombre.
Para llegar hasta las islas hay que contratar una excursión, que puede ser de uno o varios días, desde Airlie Beach En nuestro caso de uno con Whithaven Express por 155 AUD –con el carnet de alberguista, lo contratamos en el albergue de Magnetic Island–. La más grande de las islas, a la que nosotros fuimos, también recibe el nombre de Whitsunday, y su principal atracción es la playa de Whitehaven. Una impresionante playa, entre las mejores del mundo, de arena blanca y pura –98% de silicio– de siete kilómetros a la que sólo se puede llegar desde el mar. Su otro punto importante es el mirador de la playa: Hill Inlet.
La excursión incluía nuestro primer snorkel en Australia y no nos decepcionó. Gran cantidad de peces de mil colores alrededor del barco y de nosotros –aquí la GoPro sí que funcionó bien–, pero nos dejó una sensación rara. Los corales parecían muertos: sin color, sin brillo. Tampoco somos unos expertos y la cosa quedó en sensación… aunque lo confirmamos después en nuestra segunda experiencia de snorkel en el país el las islas del arrecife sur.
Otras actividades de la excursión eran nadar en la Whitehaven Beach, aunque la verdadera experiencia es pisar su arena fina y blanca como la harina, y una barbacoa en la misma playa.
Antes de que nadie piense mal: sí, es un parque natural y sí, hemos dicho barbacoa en la playa, pero está muy organizado. Hay zonas de barbacoa entre los árboles en las que las tripulaciones de los barcos preparan la comida. No se deja nada detrás y toda la basura vuelve al barco, tampoco se puede –y te lo repiten mucho– dar de comer a los animales. En nuestro caso comimos con una cría de iguana –cría de más de un metro de largo– prácticamente debajo de la mesa.
Habíamos reservado un par de noches en el albergue de Airlie Beach pero antes de la segunda las cosas se precipitaron y un rápido cambio de planes nos llevó a dejar la habitación y pasar la noche y algo más –11 horas– en un autobús camino de Agnes Water…
Pero eso es otra historia.
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