Egipto fue nuestro segundo y último viaje organizado, aunque el visado lo sacamos por nuestra cuenta. Todavía no habíamos viajado por libre fuera de “Occidente” y en este viaje –aunque hubo buenos momentos y visitamos muchos sitios realmente espectaculares– entendimos que ya era hora de hacerlo. Y aquí estamos 7 años después…
El último día, sin embargo, sí que lo teníamos libre y decidimos visitar algunos monumentos de El Cairo que se nos habían escapado en las visitas guiadas incluidas en el viaje. Así que, después de haber visto, en los días anteriores, las atracciones más conocidas de la ciudad, como el Museo Egipcio, el mercado de Khan El-Khalili, la ciudadela, el barrio copto y la ciudad de los muertos, nos acercamos a descubrir algunos de los monumentos de arte islámico más bonitos que hayamos visto: las mezquitas de El Cairo.
La Madraza del Sultán Hasan
Empezamos por la Madraza del Sultán Hasan, uno de nuestros edificios religiosos favoritos. Se remonta al siglo XIV y es considerada uno de los monumentos más emblemáticos de la arquitectura mameluca. Si destaca por su belleza, también lo hace por su grandeza: con una superficie de casi 8.000 m2 y su minarete mayor de 68 metros, es verdaderamente imponente. Pasando por el portal, ya de por sí impresionante, se llega al patio, con su fuente de abluciones, probablemente añadida en el periodo Otomano. Desde el patio se abren los cuatro iwan, las salas donde se enseñaban las escrituras, cada una perteneciente a una escuela Sunita. Una de ellas funciona también de sala de oración, con su mihrab y minbar, a la derecha del cual, detrás de una puerta de bronce decorada con detalles de oro y plata, se encuentra el mausoleo del sultán Hassan.
La mezquita de Ibn-Tulun
La segunda etapa de nuestro día por El Cairo nos llevó hasta la mezquita de Ibn-Tulun, el testimonio más antiguo de arte musulmán en Egipto. Fue construida del 870 al 879 y, si la Madrasa del Sultán Assan es enorme, esta, con su más de 26.000 m2, es gigantesca y es, de hecho, la tercera más grande del mundo. Los arcos de su enorme patio están ricamente decorados con estuco, utilizado aquí por primera vez en El Cairo. El minarete, el único es su género en Egipto con su escalera en forma de espiral en la parte exterior, tiene influencias de la arquitectura de Samarra. Y las ventanas con forma de herradura en el minarete y en otros sitios tienen influencias andaluzas, traídas por los musulmanes escapados de España tras la Reconquista.
La mezquita de El-Azhar
La última mezquita del día fue la mezquita de El-Azhar, donde nos recibió su muecín, explicandonos la historia de la construcción y enseñándonos sus bellezas. Fundada a finales del siglo X, fue uno de los centros de enseñanza islámica más importantes de su época y hoy en día sigue siendo sede de una famosa universidad y su imán es considerado la máxima autoridad religiosa de los sunnís en el país. El edificio refleja muchos siglos de historia con sus diferentes estilos arquitectónicos. Se entra por una de sus seis puertas, la denominada Bab al-Muzayini, puerta del barbero, porque aquí se les cortaba el pelo a los estudiantes. Ésta lleva al grand sahn, el patio central, del siglo X, por la cual se entra a la sala de rezo, con sus capiteles de alabastro. La biblioteca, que no se puede visitar, es considerada la segunda más importante de Egipto. El muecín nos llevó a una zona interior donde nos sacó unos libros sobre el papel de la mujer en el Islam.
Algo más que mezquitas de El Cario, la Casa de Suhaymi
La visita concluyó en la Casa de Suhaymi (Beit as-Suhaymi), cerca del mercado de Khan El-Khalili, un espectacular ejemplo de mansión familiar de estilo islámico del siglo XVII. Desde su fachada, hasta su interior adornado con fuentes y muebles finamente decorados, deja al visitante boquiabierto. En el piso superior están las habitaciones privadas. A través de las celosías de madera labrada de sus ventanas, las mujeres podían ver el exterior sin ser vistas. Un detalle curioso: tiene un sofisticado sistema de refrigeración –recogiendo el viento del norte desde el tejado y distribuyendolo por toda la casa– que, junto a los suelos de mármol y las gruesas paredes, conseguía mantener fresca la mansión.
Ya estábamos justos de tiempo, en una hora más o menos vendrían a recogernos al hotel, cerca de Guiza, o sea lejos del centro, y teníamos que irnos ya. El viaje en taxi hasta el hotel fue la aventura más grande de nuestro último viaje organizado.