Domingo, 26/06/2011 (4)
Salimos de la estación por el mismo sitio por el que nos colamos para entrar y volvemos a la calle. La mezquita Jama Masjid es el destino y no está lejos. En Delhi todo está a un kilómetro.
Estamos un poco superados por todas las complicaciones que estamos encontrando. Cuando uno de los conductores nos pide 200 rupias por llevarnos a la mezquita recordamos viejos tiempos y nos reímos en su cara con una risa casi histérica que nos sirve para relajar la tensión y volver a recuperarnos. El que ha «sufrido» nuestra risa nos ha acompañado, hasta él se ha dado cuenta de que no había nada que hacer y que no iba a tomarnos el pelo por muy sudados y cansados que estemos. Pero el que había al lado no pone el listón tan alto y por 50 se lleva la carrera.
Como era de esperar, hay que entrar descalzo en la mezquita. Nosotros no es que vayamos calzados, es que vamos con todo el equipaje encima. Lo que no esperábamos es que no hubiera donde dejarlos. Confiábamos en que hubiera alguno en la puerta ocupándose de los zapatos y que pudiera hacerlo también de las mochilas como en Monte Abu. Ni lo uno ni lo otro.
Está claro que las mezquitas en India no las visitaremos Sara y yo juntos. Otra vez toca entrar de uno en uno: uno entra y el otro controla las cosas. Como las veces anteriores es Sara la que entrará primero mientras yo me quedo sentado en lo alto de las escaleras. Esta vez no sé qué es mejor. Supongo que dentro la gente mirará a la turista, pero fuera es exagerado. Tengo un corro de más de 15 personas, casi todos chicos de unos 20 años, pero también algún que otro con sus buenos 40 o más, que no me quitan los ojos de encima. ¿Quién dijo disimular o educación?
Antes de que me dé cuenta Sara está otra vez a mi lado. Le han dicho que la mezquita está cerrada por el rezo, aunque tampoco está muy segura de si es por el rezo en sí mismo o por ser mujer. Lo intento yo y comprobamos que es por el rezo: yo tampoco puedo entrar. Hasta las cinco y media estará cerrada para turistas.
Si yo sentado en la escalera con las mochilas alrededor era una atracción, los dos sentados en lo alto de la escalera con las mochilas alrededor es como si el circo hubiera llegado a Delhi. El corro va en aumento y la educación disminuye.
Tratando de ignorar la incómoda situación nos fijamos en los niños que juegan en la calle al lado del muro de la mezquita. Juegan al cricket, el deporte nacional indio. Necesitamos algo más que ver a un montón de niños echando varios partidos para ser capaces de entender el juego. Pero lo bueno es que hemos conseguido pasar el tiempo.
A las 17.31, para qué esperar más, bueno a intentarlo. El tipo de antes sale corriendo a mi encuentro para decirme que es hora de rezo. Con mi inglés, y recuperando parte de los nervios anteriores porque me parece que me está tomando el pelo, le digo que sí, que lo sé. Me dijo antes que rezo hasta las 17.30 y ya han pasado. Su respuesta es que es hasta las 17.45. Antes era a las 17.30, le pregunto si está seguro de que a las 17.45 podremos pasar y me dice que sí.
Sara está cansándose de ser el centro de atención y, junto a ella, comenzamos a mirar nosotros también fijamente a nuestro público. Obviamente no lo consideran una falta de respeto, es lo que están haciendo ellos, y nos mantienen la mirada sin problemas. Sara coge la cámara y graba la situación tan ridícula que estamos viviendo.
A las 17.46 vuelvo a intentarlo. De nuevo llega corriendo nuestro amigo, pero esta vez es para cobrar las 200 rupias que hay que pagar por entrar con cámara y para darme una especie de falda que me tengo que poner encima de las bermudas.
La mezquita Jama Masjid es la más grande de India. Construida por Sha Jahan, el del Taj Mahal. Fueron necesarios ocho años para su construcción, de 1650 a 1658, y más de 5.000 trabajadores. Nosotros hemos estado sentados en los escalones de la puerta principal, tiene otras dos. Nada más entrar nos encontramos con el patio interior. Ya lo habíamos visto a través de los arcos desde los escalones. Dentro se ve todavía más grande. Tiene capacidad para 25.000 personas.
La sala de oración está rematada por tres cúpulas en mármol blanco y negro. El resto es de la típica arenisca roja que tanto hemos visto y que sigue resultando una obra de arte. Los dos minaretes de la mezquita tienen una altura de 40 metros. En alguna parte hay un pelo, una sandalia y la huella de la pisada de Mahoma.
Cuando salgo yo, entra Sara. Me quedo, rodeado de los curiosos, junto con las mochilas. A ella también se le acerca corriendo nuestro amigo. No hay problema porque entre, pero quiere cobrarle también las 200 rupias por la cámara. No. Ella no lleva cámara y pasa gratis. Además de que por no llevar, no lleva ni dinero.
Nos hemos cansado de estar de acá para allá cargando con las mochilas. Estamos cansados y un poco hartos de todo el ajetreo del día. La visita que nos queda por hacer es al Fuerte Rojo. Ya son más de las seis y, a pesar de que el horario del fuerte es hasta el atardecer, tampoco sabemos si podremos dejar las mochilas en algún sitio o tendremos que volver a visitar por separado.