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La cosa se complica

Domingo, 26/06/2011 (3)

El metro más cercano desde aquí es JLN Stadium Metro Station. Desde allí iremos a Central Secretariate, el final de la línea seis. Después con la línea dos hasta New Delhi y desde allí la línea del aeropuerto.

El primer tuctuc que nos encontramos nos pide 150 rupias. Ya vamos mal. Desde la estación tenían que dar una vuelta por las vías del tren, pero aquí es una calle todo derecha con varios carriles en cada sentido. No tienen ni que girar las ruedas y no llega a un kilómetro. Nos han visto cara de tontos por llevar la mochila. Ayer hablamos de que hay veces que nos pasamos regateando, que no merece la pena ni discutir por el precio en algunas ocasiones… pero hoy no puedo evitar enfadarme por este timo descubierto. El hecho de haber confirmado que la compra del billete de autobús desde Agra fue un atraco tampoco ha ayudado a que me deje «convencer» por la amabilidad de los conductores. Es más, mi percepción está por los suelos hoy.

Seguimos andando. Sabemos a dónde queremos ir y cómo llegar. Los conductores nos siguen para decirnos que 150, última oferta. Para esto no hace falta ni que te acerques. Lo que ellos pretenden es llevarnos a donde queramos. Cuando les hemos dicho que queríamos ir a la estación de metro han preguntado que a dónde queríamos ir después. Me preocupa que, una vez subidos, sea imposible bajar en la estación y haya que llegar hasta New Delhi (con suerte) o incluso hasta el hotel.

Me he encelado. Lo reconozco. Hace calor. Mucho. Pega el sol. Mucho también. Llevo tres mochilas y estoy sudando como si se acabara el mundo. No tenemos agua y hace mucha falta, pero no son más que diez o quince minutos. La demostración completa de que me ha afectado el timo de los billetes, y puede que el calor, es que uno nos ofrece llevarnos por 30 rupias y aún así le digo que sigue siendo mucho. No hemos conseguido menos de 20 en ningún momento, pero… el calentón no estaba sólo al sol.

Cuando llegamos al metro descubrimos el paraíso. No sabemos en qué momento entre la entrada y la escalera mecánica nos hemos teletransportado a Europa o incluso más avanzado. El vestíbulo está impoluto. Muy tranquilo y casi silencioso. Hay aire acondicionado que te golpea nada más cruzar la puerta, pero esta vez con criterio, sin congelarte.

El mapa de la guía muestra sólo tres líneas (2008) y en el mapa actual hay seis más la express al aeropuerto. Está claro que lo acaban de hacer y que es mucho menos accesible que los tuctucs de superficie.

Hay varios tipos de billetes, desde el sencillo al diario. Los precios van por trayecto. El billete diario cubre todas las líneas y todas las zonas, excepto la express al aeropuerto. El billete sencillo en esa línea cuesta 80 rupias y es un viaje largo. Nuestro gozo en un pozo. La idea de ir y volver se complica, más por el tiempo que por el precio, que es poco más de un euro. De todas formas lo vamos a intentar. Un viaje sencillo en metro desde aquí hasta la estación de New Delhi cuesta 15 rupias, está claro que para los locales es mucho más económico el tuctuc. El diario cuesta 150, pero sin la línea del aeropuerto está claro que no merece la pena.

Con el billete en la mano tenemos que quitarnos las mochilas y pasarlas por una máquina de rayos X y nosotros por un arco detector de metales. La seguridad en el metro es brutal, casi más que en las calles de Jerusalén.

En el vagón el resto de pasajeros nos mira con mala cara. El metro es casi un transporte de ricos en Delhi y nosotros vamos peor que unos intocables. Como tenemos que cambiar dos veces ni nos planteamos quitarnos las mochilas. Tampoco hace falta porque no va lleno ni por asomo. Por otra parte, quitarse la mochila de la espalda, empapada, puede que no fuera buena idea. Fuera del vagón el aire acondicionado es correcto, pero dentro está tan fuerte como nos han acostumbrado. Mejor quedarse tapado.

Cuando llegamos a New Delhi tenemos que salir del metro para entrar en la línea express. Es como otro metro. En el pasillo subterráneo entre una estación y otra hay tiendas, pero lo que también hay y más nos llama la atención es un puesto armado. Un militar detrás de una ametralladora con las patas bien apoyadas en un montón de sacos terreros que le sirven de parapeto. Les han ganado. Más paranoicos que en Jerusalén. Sabíamos que allí, en Jerusalén, es buena idea tener todas estas precauciones y más, pero no teníamos presente que fueran necesarias en Delhi. Empieza a preocuparnos un poco dónde nos hemos metido. Hemos estado a pocos kilómetros de la frontera con Pakistán, en Jaisalmer, y era mucho más tranquilo. ¿Hay otra guerra?

Lo más extraño es que el puesto está apuntado al final de las escaleras que llegan a la calle. Cualquiera que baja esos escalones acaba encañonado, pero parecen acostumbrados. Al menos no cambian el gesto al entrar. Más preocupante aún. Sólo un terrorista suicida tendría la capacidad de mantener la calma frente a eso… y aquí todos están tan tranquilos.

La línea del aeropuerto tiene más seguridad que las demás, es necesario pasar el control antes incluso de comprar los billetes. Y el control es distinto: hay cacheo. Hasta los policías ponen cara de asco cuando tienen que hacerlo, pero no se fían de nosotros lo bastante como para dejarnos pasar a pesar de que las camisetas están empapadas.

Hay máquinas para comprar los billetes y dos taquilleros. Lo intentamos con las máquinas, seguro que es más rápido. Resulta que no lo es. No somos capaces de conseguirlo. Nos da un error al final todas las veces que lo intentamos. Aceptamos colocarnos delante de otro humano para comprar el billete y ver su cara de asco al mirarnos.

No hay cara de asco. Lo que hay es cara de pena. La estación Delhi Aerocity no está en servicio, por eso no podíamos comprar el billete en la máquina. Si no está en servicio, ¿por qué está en todos los mapas de metro que hay aquí dentro? La razón no importa. Lo que importa es que nuestra idea de ir, dejar las mochilas y volver se acaba de volatilizar por completo.

Un cambio de planes más y van no sabemos ya cuantos desde que hemos llegado a la ciudad. Buscaremos la consigna en la estación de tren y haremos las visitas a la vieja Delhi desde allí. Luego volveremos aquí, cogeremos el tren al aeropuerto y desde allí un taxi al hotel. Al final iba a ser buena idea coger un hotel que incluyera el transfer desde el aeropuerto aunque llegáramos a Delhi en tren. La estación de tren está aquí al lado, teóricamente. De hecho se supone que se puede llegar sin salir a la calle.

Siguiendo unos carteles llegamos a una zona completamente vacía de la estación de metro. Aquí sólo hay un guardia de seguridad que nos dice que para ir al tren tenemos que ir en dirección contraria, salir a la calle y cruzar. No sabemos si es que no le hemos caído bien o que está cortado el acceso subterráneo.

El idílico paseo bajo tierra con aire acondicionado y libre de ruidos se ha convertido en una prueba de habilidad para cruzar una calle atestada de tuctucs, coches, autobuses y motos que parecen no vernos, con un ruido infernal, casi tan infernal como el calor, el sol pega de pleno sin sombra, y una contaminación que casi la masticamos. Por si fuera poco delante de la entrada hay una especie de aparcamiento que es un laberinto para los peatones. Más vuelta y más tiempo fuera.

A la entrada de la estación de tren también hay un control de equipajes pero, como aquí hay muchísima más gente, es posible escabullirse entre los arcos y pasar sin tener que pararse. Por un lado nos viene muy bien para no perder el tiempo, pero visto que hay tanta seguridad nos asusta que sea tan fácil saltársela. Nosotros no queremos hacer nada malo, pero…

La parte buena es que en la estación volvemos a encontrar los puestos a pie de andén con botellas de agua a 15 rupias. La mala es que, cuando encontramos la consigna, encontramos también un cartel que dice que está cerrada de cuatro a cuatro y media. Son las cuatro y cuarto. Esto se está convirtiendo en una prueba de concurso, y sólo queremos dejar las mochilas. Esperaremos, son sólo quince minutos y hay agua.

Mientras esperamos vemos que los demás, no somos los únicos, están rellenando un papel. Nos hacemos con uno y vemos que es necesario indicar los datos del billete de tren. No tenemos billete de tren. Sólo queremos dejar aquí las mochilas. Tampoco se puede dejar ningún equipaje sin su correspondiente candado. Tenemos dos pero las mochilas son mochilas, siempre se podrán abrir por mucho candado que pongamos.

Decidimos seguir haciendo turismo cargados. No tiene sentido seguir esperando aquí cuando no vamos a poder dejar el equipaje. Nos lo ha confirmado otro que está esperando y que habla inglés.

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Comentarios

  • JAAC
    7 noviembre, 2011 a las 09:44

    Lo malo es que me «calenté» demasiado y ya ni al de 30 rupias le hice caso… Por suerte era prácticamente el último día del viaje 🙂 Aguantamos mucho, pero es que la mañana ya había empezado mal y eso se iba notando.

    No esperábamos tanto control, pero luego leyendo sí que hemos visto que ha habido atentados en Delhi con cierta frecuencia. Incluso en la mezquita Jama Masjid que visitamos después.

    Responder
  • conxa
    4 noviembre, 2011 a las 10:32

    Lo de la «seguridad» es tremendo, tampoco podía imaginarme tanto control en Delhi, fijate..

    Responder
  • conxa
    4 noviembre, 2011 a las 10:31

    menudo día!!
    cuanta resistencia y paciencia!!!

    Aunque te cabrearas,pero menudo aguante.

    Responder