Último día, último momento.
Después de volver a pasar frente a la mezquita azul sólo quedaba ir a comer. De nuevo a un lugar histórico, las antiguas cocinas de la mezquita de Solimán, Darüzziyafe. Esta vez con más luz que el día anterior. Para comer una especie de pincho moruno con puré de patata y arroz cocido y una especie de carne picada rebozada, también con puré de patata.
De postre un plato con postres típicos entre los que estaba la baklava, que resultó ser deliciosa. Lo que no triunfó fue el café turco, demasiado fuerte.
Después de eso había que gastar las 2,80 liras turcas que nos quedaban. Nos acercamos a una tienda de la calle Ordu, Ordu Caddesi, Koska. Allí Sara consiguió que nos dieran cuatro baklavas con ellas, dos de chocolate y dos con pistachos.
Probamos, de nuevo, el postre típico en el aeropuerto mientras esperábamos el embarque y hay que decir que está exquisito.
La cola para sacar la tarjeta de embarque se convirtió en una odisea. No todos los pasajeros estaban en la lista del vuelo chárter y no se sabía qué pasaría. Finalmente se solucionó y todo el mundo obtuvo su tarjeta. Aunque la hora larga de cola frente al mostrador acabó con nuestra paciencia, oír los comentarios de la gente nos reafirmó en que el mejor inventó es el check-in online.
Un gran viaje de fin de año que nos permitió pisar dos continentes en cuatro días.