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Sudáfrica (XXXVIII), Museo del Apartheid

Domingo, 06/09/2.009 (1)

A las ocho menos cuarto suena el teléfono. Ayer al irnos a dormir Sara llamó a recepción para preguntar cuánto se tardaba en llegar al parque y descubrimos que el teléfono de la habitación no funciona, había que llamar desde el baño. Para descolgar pasa lo mismo. De todas formas cuelgan antes de que lo cojamos. Llamo a recepción para preguntar qué pasa y me dicen que era la señora Carmela que nos ha dejado un mensaje. Le digo que muy bien y que ya lo leeremos cuando bajemos.

Poco después nos pasan un sobre con el mensaje por debajo de la puerta. Nos preparamos para la lucha mientras recogemos los Symbios que hoy se quedarán en el hotel, no creo que echen de menos las recepciones de los albergues. Poco después de las ocho y media vuelven a llamar. Lo dejamos sonar. Diez minutos después otra llamada. Está claro que no lo podremos dejar pasar. A la tercera Sara lo coge y le pasan con Carmela que está abajo esperándonos. Para venir a cobrar sí que ha tenido tiempo.

Lo dejamos todo cerrado y bajamos con la intención de no estar más de cinco minutos hablando para seguir estando a las diez en el museo. En recepción una mujer se levanta nada más vernos y suponemos que será ella. Efectivamente lo es.

Nos pide perdón por todo lo que ha pasado y nos dice que va a despedir al conductor, que no se puede beber con el cliente. Siempre es desagradable que alguien pierda su trabajo por una queja tuya y le dejamos claro que la culpa no era de él sino suya por haber enviado a una persona que no era la adecuada en un coche que no era el adecuado. Es más, le decimos que gracias a él ayer vimos algo, porque cualquier otro no se habría metido con el Golf por donde se metió él. De todas formas ella se mantiene en que no puede seguir trabajando con esa persona. Pues haz lo que quieras, ya eres mayorcita y él también para saber que emborracharse no era lo mejor que podía hacer, además de que ya se lo dijimos.

Nos vuelve a contar todos los problemas que ha tenido: el coche, la guía, el otro guía, etc. Que tampoco pudo llamarnos porque estaba en la feria en Pretoria y que no tenía acceso a un ordenador para enviarnos un correo electrónico avisándonos de todos los problemas. No habría cambiado nada de lo que pasó, pero nos habría gustado que nos lo hubieran dicho nada más recogernos en lugar de sacarlo como excusa cada vez que fallaba algo. Ella no quiere engañar a nadie y acepta que todo ha salido fatal. Al preguntarnos por el lodge le decimos que bien, pero que no es el lujo que suponía que era. En el espejo de nuestra habitación había una gota blanca que lo cruzaba de arriba a abajo y que se limpiaba con pasar el dedo. Además de que, con todo el tiempo que perdimos, no pudimos ni darnos una ducha. Llegar y corriendo a la puesta de sol, volver y corriendo al game drive, ya habían retrasado el baile para ese momento. Baile, cena y más baile y ya eran más de las diez, a la mañana siguiente nos teníamos que levantar a las 5:30 así que a la cama del tirón.

Nos vuelve a pedir perdón y nos desea que pasemos un buen día en Jo’burg, sabe que es nuestro último día. La están esperando en la feria, tiene prisa, nosotros también, al final hemos estado bastante más de cinco minutos. Se levanta, se despide y se va.
No ha habido ninguna lucha. Ella misma ha sido la primera que no ha pedido nada de dinero. Pensamos que cuando ayer el conductor la llamó al llegar al hotel y le dijo que nos había dejado en el Intercontinental llegó a la conclusión de que era ella la que invitaba.

Dejamos a los Symbios en la consigna, Okihita y Cany se quedan en la caja fuerte (portátil y cámara de fotos). Preguntamos por el teléfono de los taxis para llamarlos desde el parque para la vuelta. Nos dicen que le pidamos directamente la tarjeta al que nos lleve para que vuelva a buscarnos. También nos informan de que el hotel tiene su servicio de taxis y que la diferencia frente a los del aeropuerto es que si pasa algo el hotel se hace cargo. No está mal. Le preguntamos cuánto es, más o menos, la carrera hasta el parque y mirando el listado de precios nos dice que unos 490 R. Eso destroza nuestro presupuesto. Tenemos unos mil y queríamos pagarlo todo con ellos para no usar más la tarjeta. Nos vamos a la puerta del aeropuerto a buscar otro.
Se llega en un minutos, por lo menos nos ahorramos el viaje desde el hostal al aeropuerto. Nada más vernos nos preguntan si queremos un taxi. Nos llevan hasta un conductor en una cola de Mercedes Benz. Le preguntamos por cuánto será y nos dice que 350 R. Esto se ajusta más.

El coche, como buen Mercedes, es muy cómodo y amplio. Le preguntamos para la vuelta y nos da su tarjeta. Habrá que llamar entre una hora y 45 minutos antes del momento en que queramos que venga para darle tiempo. Antes de llegar quedamos en que la vuelta será a las cinco. El parque cierra a esa hora y el avión sale a las ocho y media, tendremos tiempo. El taxista nos dice que perfecto, que estará aquí a las cinco menos cuarto. Será porque como el parque cierra a las cinco no podrá entrar después de esa hora. Confirmamos que la vuelta será también 350 R. Esto nos ajusta el presupuesto, con las entradas (30 R en el museo y 120 R en el parque por cabeza) y el taxi acabamos con los 1.030 R que nos quedan.

Es sorprendente que un museo que trata un tema tan serio y grave como es el de la segregación racial, el apartheid, se encuentre dentro de un parque de atracciones, Gold Reef City. El parque es una antigua mina de oro reconvertida.

La primera «sorpresa» es que el precio de la entrada al museo es de 40 R en lugar de los 30 que ponía en su página web. Como el parque es de los mismos no confiamos mucho en que no esté también cambiado ese precio, de manera que pagamos con tarjeta.
El museo tiene demasiada información: decenas y decenas de paneles, fotos, vídeos, etc. Existe la posibilidad de contratar un recorrido guiado, pero no nos hemos dado cuenta en la entrada y ahora nos arrepentimos porque no hay manera. La entrada está dividida en blancos y no europeos y negros. Durante los años del régimen era posible comprar el «cambio de color», lo que permitía mejorar en la escala social. El número de rangos era enorme y la discriminación no se reducía a las personas de color, chinos, indios y cualquier otro no europeo lo sufría en sus carnes. Tantas razas e inmigrantes eran debidos al descubrimiento de diamantes (1.867) y oro (1.886) en la zona que animaron a los buscadores de todo el mundo que vinieron a la zona a buscar fortuna.

La exposición temporal está dedicada a Nelson Mandela. Toda Sudáfrica está llena de calles, avenidas, montes, hoteles… con el nombre de Nelson Mandela. Hijo de un jefe tribal que perdió su posición y cayó en desgracia.

El nombre de Nelson se lo debe a su profesora. En aquella época los profesores daban nombres occidentales a los niños y Nelson fue el que recibió. Posteriormente pasó a escuelas religiosas y en la universidad tuvo sus primeros contactos con la ideología comunista. Al acabar su carrera de derecho comenzó a trabajar y a involucrarse en política, junto con uno de sus mejores amigos Oliver Tambo, de quien recibe el nombre el aeropuerto de Johannesburgo. Llegó a convertirse en el líder del ANC, Congreso Nacional Africano, y realizó una gira por todo África y parte de Europa buscando apoyos. A pesar de que ya existía temor sobre su seguridad en el país decidió regresar para estar con su gente. Ya en 1.952 dijo que se convertiría en el primer presidente negro del país.
Fue arrestado en 1.962 y debido al régimen imperante en el momento su pena se convierte en una cadena perpetua sin sentencia. Cuando se van cumpliendo los plazos se le condena a más años, casi todos ellos en Robben Island, la isla que no pudimos visitar en Cape Town. Su número en aquella prisión es un símbolo de lucha por la justicia, 466/64. A partir de 1.984 el gobierno sudafricano comenzó a entablar contactos con él y los restos de presos políticos presionados por la opinión pública internacional. Tras siete años de negociaciones se liberó el último preso en 1.991. Estas negociaciones les valió el premio Nobel de la Paz para Nelson Mandela y Frederik De Klerk, el presidente del país en aquella época.

Las primeras elecciones democráticas del país tuvieron lugar en 1.994 le convirtieron en el primer presidente negro del país, como había pronosticado. Desde ese momento y hasta hoy el gobierno siempre ha estado en manos del partido ANC, aunque con cuatro presidentes distintos.

Dentro del museo está incluso uno de los vehículos blindados que se utilizaban para disolver las manifestaciones, lo que da una idea de su tamaño. El proceso de democratización no fue sencillo y gracias a la política de cierto perdón a los anteriores gobernantes se pudo superar el cambio. Todas las fuerzas con representación política fueron invitadas a unas conferencias de paz. No todo el mundo se tomó bien el cambio y algún partido de supremacía blanca tomó las armas y luchó para boicotearlas.

Empezamos a estar saturados de tanta información y no encontramos la salida por ninguna parte. Tanto es así que acabamos volviendo a la entrada para salir por ahí.

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