Después de la visita al castillo disfrutamos de una competición de honda en el parking. Es curioso ver como hemos sido capaces de sacar un arma de cualquier parte.
No quedaba más que hacer en la ciudad que ir a comer. Volvimos al centro paseando de nuevo.
La idea era ir a comer a otro Celler, pero el hecho de que fuera temporada baja, excesivamente baja de hecho, hizo que nos los encontráramos cerrado, así que poco podemos decir. De todas formas no hay mal que por bien no venga y encontramos otro donde comimos estupendamente.
Estaban en fiestas, San Sebastián, no es que todavía estuvieran las luces de Navidad. La noche anterior nos acercamos a un escenario con orquesta, aunque estábamos nosotros y pocos más. No tenía mucho éxito… temporada baja.
Con la tripa llena volvimos al paseo marítimo hacia la playa y la recorrimos paseando. La playa no es algo que nos llame especialmente la atención, pero pasear por una playa tranquila (vacía) y sin un sol terrible es una experiencia muy agradable. Estuvimos un rato viendo como el mar rompía contra las rocas. Rompía poco, el Mediterráneo es lo que tiene: pocas mareas y pocas olas.
Autobús municipal camino al aeropuerto y vuelta a casa.