Miércoles 31/12/2008 (2)
Ya en Brooklyn, en el Peter Luger Steak House.
De entrada no nos dicen que no hay nada que hacer sin reserva. Es más, nos dicen que en unos 20 minutos podremos comer. Con la que está cayendo fuera veinte tampoco son tantos. Está claro que debe ser de los mejores steakhouse de Nueva York porque no hace más que entrar gente con reserva. Incluso con reserva hay que esperar. Sólo aceptan su propia tarjeta de crédito y puedes regalar una tarjeta del restaurante con un importe para que quien sea vaya a comer allí.
En una media hora estamos sentados y pidiendo. Siendo lo que es no tiene sentido pedir otra cosa que no sea carne para dos. Lo acompañamos con patatas fritas para uno y crema de espinacas para dos (después de la tortilla de ayer puedo intentarlo, aunque no tengo muchas esperanzas). La carne que nos traen es enorme, más de un kilo seguro. El camarero nos pone un par de trozos en el plato a cada uno y se nos hace la boca agua. Más aún cuando la probamos: es deliciosa y muy tierna, prácticamente se deshace en la boca . Exquisito. Eso sí, la crema de espinacas a mí no me lo parece tanto, aunque Sara dice que es de lo mejor que ha comido nunca también, que está muy suave. Con la carne han traído una salsa propia que también venden en botellas. No acaba de gustarnos su sabor, además de que no le falta nada a la carne para comerla (bueno, puede que un poco de sal gorda). En la mesa nos han puesto también un bote de ketchup que nos parece un insulto a la comida, pero…
Nos ha costado comernos toda esa carnaza, a mí más porque Sara decidió parar antes. Puede que compartamos un postre. En la carta está el pastel de nueces que Sara probó cuando estuvo viviendo en USA y le pareció delicioso. También está el postre “Vaca sagrada”, un hot fludge sundae, como el de ayer. No es del todo como el de ayer porque este viene en una copa que tiene un tamaño mayor que la carne (en proporción) y lleno de helado, de nata, de chocolate, de nueces,… Me dejo llevar por la tentación y yo me pido uno de esos, aún a riesgo de pasarlo mal para acabarlo.
Lo paso mal. Sara lo ha pasado casi peor y ha echado en mi copa casi toda su nata, lo que ha complicado que yo me comiera lo mío sin reventar.
Mientras estábamos comiendo se ha acercado nuestro camarero para desearnos feliz año y decirnos que él se va y presentarnos al camarero que se va a quedar con nosotros. Qué elegancia en esto. Lo cierto es que como la propina es casi una obligación pensábamos que los camareros no se lo currarían en absoluto. Nada más lejos de la realidad, todos los camareros que nos han servido han sido de lo más atentos. Desde el del Pier 17, al del Elephan&Castle, todos.
Salimos rodando por 150$, con la propina incluida. No ha sido tan caro como podía esperarse. Eso sí, hoy nada de botella de agua. Ya aprendimos ayer que lo normal es beber agua del grifo. Es más, que hay uno que te va rellenando el vaso cuando ve que te lo bebes. A todo esto no ha parado de nevar en ningún momento.
La calle Bedford no nos parece tanto como esperábamos. Puede que la temperatura tenga a los artistas y a sus tiendas un poco fríos y no se dejen ver. Como hemos comido como si se fuera a acabar el mundo recorremos la calle andando hasta el final. Hemos encontrado un par de tiendas de ropa que nos han llamado la atención y una tienda de comida, de quesos en particular, con un montón de productos europeos, entre ellos jamón serranos y un montón de quesos italianos y franceses.
Son casi las cinco y pensamos que lo mejor será volver al hostal para descansar un rato antes de intentar ir a Times Square. Además de que, con este frío y a estas horas poco más se puede hacer. Lo que sí intentamos es comprar las entradas del musical por teléfono, ya que por internet ha sido imposible. Nos dejamos un dinero en la cabina y al final para nada: por teléfono son mucho más caras que por internet y la primera función disponible que tienen es para cuando nosotros estaremos en el avión de vuelta. La opción que nos queda será acercarnos a las taquillas del teatro y ver si queda algo. Ya que hemos cogido velocidad con el teléfono toca las entradas de los Knicks. Con esto también agua. Más agua que antes, porque aquí lo que contesta es una grabación diciendo que ya no están.
Para entrar en calor en el albergue nos damos una ducha caliente. De tanto frío como hace hoy hasta me parece que el agua sale más fría, y eso que el otro día me escaldaba en lo más frío que conseguí ponerla. Eso sí, el agua caliente sienta genial viniendo de la calle. Además de que nos deja muy relajados, dispuestos a tumbarnos un rato en la cama. Antes miramos los posibles brunchs a los que acercarnos mañana que es uno de enero. Los brunchs en Nueva York son casi una institución. Hay muchos restaurantes que los sirven los fines de semana y el primero del año, como gran festivo, también. El Elephant&Castle tiene uno de año nuevo y nos parece el más adecuado. Lo de cenar está descartado después de la panzada a comer que nos hemos pegado. Y aprovechamos para felicitar el año a los que están en casa. En Europa, con sus seis horas de adelanto, ya están en 2.009.
Una de las cosas que veo es que el Museo Metropolitano que teníamos pensado visitar mañana por la mañana cierra el primero de enero. El museo de historia natural y las visitas guiadas al Madison Square Garden si que están abiertas mañana, así que, eso haremos. Ya que pasamos por el estadio veremos si podemos comprar entradas para el viernes: New York Knicks – Indiana Pazers.