Lunes 17/11/2008 (2)
Después de visitar el Palacio Azem.
El Zoco de Damasco
Salimos del palacio a las diez de la mañana, la mezquita ya debería estar abierta. Así que nos dirigimos hacia ella pasando por unas calles del zoco llenas de especias y dulces. De nuevo nos encontramos en un zoco de los que se ven y se huelen. Lo cierto es que es una vuelta al pasado, meterse en uno de estos sitios y, como en Aleppo, los vendedores no te presionan, básicamente ni te miran. Pero son muy simpáticos y cuando les preguntamos si podemos hacer una foto a sus puestos no ponen ninguna pega para que las hagamos. También pasamos frente al hamman más antiguo de Damasco fundado en 1.154 y que todavía sigue en uso, sólo para hombres.
La mezquita de los Omeya
La mezquita fue construida en el año 87 de la Hégira (la salida de Mahoma de La Meca hacia Medina, 622 de la era cristiana), 705 de nuestro calendario, por el califa al-Walid I (el mismo que diez años después mandaría construir la de Aleppo) y es de las más grandes que hay: 157×97 metros. Se construyó sobre la iglesia bizantina de San Juan el Bautista, incorporando restos del templo romano de Júpiter.
Como en todas las mezquitas hay que descalzarse para poder entrar y las mujeres deben ponerse una chilaba. Han fregado el suelo a eso de las ocho. Cuando pasamos la primera vez vimos que estaban en ello. Al ser un patio tan grande hay zonas a las que todavía no ha llegado el sol y tienen algo de agua, además de estar frías que duelen los pies al apoyarlos. Para evitar que se mojen los calcetines y pasar el resto del día incómodo decido que lo mejor será quitarse los también los calcetines. A pesar de que el suelo frío te hace sentir alfileres clavándose en las plantas la mezquita es una maravilla.
En el patio se levantan tres cúpulas: la del tesoro, la primera desde la entrada de turistas extranjeros, decorada con mosaicos; la cúpula central cubre la fuente de las abluciones; y en el este, la más alejada de la puerta de entrada, se encuentra la de los relojes, más modesta y construida en el siglo XVIII. Y dos candelabros de Bayram entre ellas.
También tiene tres alminares: “el de la novia” o “de las esposas”, el más antiguo (su base es del siglo IX y su remate del XII) está en el centro de la pared a la izquierda de la entrada; los otros dos se encuentran sobre la sala hipóstila, a la derecha, el de Qaitbey más próximo a la puerta, octogonal de estilo mameluco y el blanco o de Jesús más alejado reconstruido en el periodo otomano.
Nos sentamos un rato después de ver la decoración de mosaicos de las paredes. Los mosaicos son de estilo bizantino pero al gusto musulmán, esto es, sin representaciones humanas. Aún así la mayoría fueron destruidos, y los que se conservan fueron cubiertos con yeso y redescubiertos en 1928.
Ya que estamos sentados aprovecho para sacar fotos a la gente con el teleobjetivo. De todas formas todos los que se dan cuenta no parecen tener ningún problema, de hecho uno que está sentado cerca incluso nos dice que se la hagamos.
Después entramos en la sala hipóstila, la mezquita propiamente dicha. Un incendio destruyó en 1.893 el interior casi por completo, así que todo es relativamente nuevo. Antes había sido dañada por terremotos y la invasión mongol. Hay bastantes grupos rezando pero, como en el exterior aquí también hay un montón de turistas sirios con sus cámaras y sus móviles. Hombres y mujeres están separados por un cordel aunque se agrupan, cordel de por medio, para rezar.
Hay una capilla cubierta con una cúpula y con cristales verdes dedicada a Juan el Bautista, sobre lo que era una iglesia erigida donde se supone que se enterró su cabeza después de que Herodías se la pidiera a Herodes Antipas, al que Juan reprochó su adulterio público, puesto que estando casado se enamoró de la esposa de su hermanastro, Herodías. La iglesia cristiana no sabe dónde está enterrada la cabeza y tiene varias iglesias candidatas a tal honor, entre las que no está esta mezquita.
También hay varios relojes digitales con la temperatura y una especie de marcador con los horarios de los rezos.
Si todo el mundo conociera la cultura de los demás y su capacidad para crear arte habría muchas menos guerras.
Al salir de la gran mezquita buscamos el mausoleo de Saladino que aparentemente está al lado. Preguntamos en donde venden las entradas de la mezquita (es un edificio al lado de la mezquita a mano izquierda) y nos dicen que está cerrada hasta mañana. Antes nos habían dicho, otro tipo, que abría a las once, parece que abre a las once y cierra rápido. Vemos que la gente entra y pasamos a ver. Nos dicen que está cerrado, más que cerrado lo que está es en obras… Pero al darnos la vuelta para salir vemos que el mausoleo está allí mismo, por la parte de atrás de donde venden las entradas, y que está abierto. Nos quitamos otra vez las botas, aunque no es una mezquita es igual de sagrado, y entramos sin que pongan ningún problema (que no está cerrado vamos). Tampoco es muy espectacular, las paredes están cubiertas de azulejos otomanos y hay un cenotafio de madera original del siglo XII y otro de mármol blanco, regalado por el káiser Guillermo II, que se encuentra vacía. La importancia de Saladino fue en vida, de hecho su mausoleo se encuentra en una medersa construida bajo su mandato.
La mezquita Setta Ruqaya
Salimos hacia otra mezquita Setta Ruqaya, construida por los chiítas recientemente sobre la tumba de la nieta de Mahoma. Es increíble el nivel de “horterismo” que se puede llegar a alcanzar: cúpulas plateadas, interiores de espejos, luces de colores, neones,… parece más una discoteca que otra cosa. Con todo y con eso tiene mucho éxito. Hemos entrado poco antes de la hora del rezo y al salir nos encontramos con un tapón de gente que quiere entrar y que casi nos impide salir.
Otra vuelta por el zoco, es como transportarse al pasado. La zona que se abre al final de la calle principal, cerca de la mezquita es aún más espectacular. Hay incluso una zona con trajes de novia, esto nos devuelve al presente porque son trajes nada discretos y nada musulmanes. Cafés, tés, telas, más jabón,… es bastante más grande que el de Aleppo aunque aquél con sus estrecheces y su antigüedad tenía más encanto. Encontramos una pastelería con una pinta estupenda y nos compramos el desayuno. Tan bueno está que volvemos a por la una segunda ración.
Nos despedimos del zoco y aprovechamos que todavía es pronto, la una en punto, para acercarnos a la antigua estación de ferrocarril, hoy convertida en librería, y a un palacio convertido en museo del ejército. Éste último lo vemos desde fuera y volvemos al Al-Haramein.
Tendremos que cambiar euros porque entre taxi a la estación, taxi colectivo Amán y tasas de salida necesitamos casi 40 euros más. En la recepción no está nuestro amigo, hay una mujer que nos dice que el euro sigue bajando y que si ayer lo cambiamos a 58 fue un error del de recepción, que perdieron dinero.
Realmente fue un día muy largo… mañana el viaje de vuelta a Jordania.