En pleno siglo XXI el gesto de admiración que aparece en nuestras caras al ver las obras de los grandes artistas en las pinacotecas del mundo me hace preguntarme ¿qué cara pondrían nuestros antepasados de hace más de 17.000 años cuando vieran los toros, los caballos, los ciervos… en las paredes de la cueva de Lascaux en la actual Francia? Cierto es que parte de nuestro asombro frente a las pinturas rupestres de la cueva de Lascaux hoy en día se debe a sus miles de años de antigüedad, pero, casi aunque las hubieran hecho hace menos tiempo, la localización en las paredes de una gruta, la forma con la que aprovechan los relieves naturale s, la complejidad del lugar… seguirían provocando nuestra admiración. No hemos entrado en la cueva original de Altamira en Cantabria y tampoco pudimos hacerlo en la de Lascaux –cerrada al público desde 1963–, pero las réplicas y la visita al taller donde las crean nos llevaron a la era de las cavernas primero y a la actualidad con la más avanzada tecnología después.
Arte rupestre y pintura prehistóricas
Una ofrenda para una caza provechosa, representaciones de dioses, ritos religiosos… no se sabe con exactitud el motivo que llevó al hombre a pintar en las paredes hace miles de años. El arte paleolítico está en las paredes –por eso se denomina arte parietal– pero no hay una nota que explique su finalidad. En cualquier caso, la belleza de las formas animales y la fuerza y la precisión del trazo dejan claro que no eran el dibujo de un niño en las paredes de la casa de sus padres. Aunque no sepamos para qué lo pintaron, no podemos dejar de agradecerles el haberlo hecho y de alegrarnos de que hayan llegado hasta nuestros días.
Ubicación de la cueva de Lascaux
El Périgord, en el sur de Francia, es el paraíso de las cuevas y cavernas con más de mil de ellas en su subsuelo. La caliza es el material perfecto para que corrientes subterráneas vayan creando huecos hasta formar grandes sistemas de cuevas.
La humedad y la calcita –la que forma las estalactitas y las estalagmitas–, presentes en la mayoría de cuevas de caliza, no son las mejores amigas de la pintura. Pero la cueva de Lascaux es especial: una marga –roca sedimentaria compuesta de calcita y arcilla– impermeable recubre su techo evitando filtraciones y humedades y una corriente que mantenía el aire frío y evitaba que se condensara sobre las paredes. Unas paredes cubiertas, en parte, por calcita cristalizada que puso el lienzo blanco sobre el que los hombres de Cromañón pintaron su arte.
El acceso a la cueva de Lascaux, llamada así porque se encuentra en la colina de Lascaux al sur de la ciudad de Montignac, está cerrado y protegido para evitar el deterioro de esta maravilla prehistórica. Pero a unos 200 metros se construyó Lascaux II.
El descubrimiento de una joya
No había un explorador buscando la cueva con un plano secreto, ni una tribu persiguiéndole o una antiquísima secta que protegiera el lugar como en cualquier película o libro. Fueron el azar y el olfato de Robot, el perro de Marcel Ravidat los que llevaron a descubrir el lugar. En septiembre de 1940 Robot descubrió un pequeño hoyo en la ladera de la colina de Lascaux. Pocos días después, Marcel, junto con sus amigos George Agniel, Simon Coencas y Jacques Marsal, hizo más grande el agujero y se coló en la sala de uno de los museos de arte más antiguos del mundo.
A partir de ese momento, Marcel se dedicó a proteger la entrada, acampando frente a ella con Robot, consiguiendo que aquél legado no desapareciera por el éxito –ya en aquella época eran miles los visitantes–.
La capilla sixtina de la pintura rupestre: la sala de los toros de Lascaux
La cueva de Lascaux es el bestiario de la región en el paleolítico superior, con representaciones de lo que veía el hombre de la época Magdaleniense cada día. Pero poco de lo que comía, ya que se ha comprobado que su dieta se basaba casi por completo en reno y apenas hay unos pocos pintados en las paredes. Los extintos caballos de Prjwalski, los tarpanes, los uros, los bisontes –como un catálogo de lo que se puede ver en Paleolítico Vivo– y, sobre todo, los toros y las vacas son los protagonistas de las pinturas rupestres de Lascaux.
Sin llegar a pensar en las sensaciones de los coetáneos de los artistas hace miles de años, ¿qué sentirían Marcel y sus amigos cuando iluminaron la sala de los toros con sus lámparas de 1940? Los imagino curiosos al encontrar un trazo y asombrados cuando, al seguirlo con la luz, apareciera ante sus ojos un toro de casi tres metros y medio. Cabeza, cuernos, cuerpo, patas, sexo… no hay nada que no esté dibujado y nada que no fuera conocido por el artista –dado que eran los hombres los que cazaban en aquella cultura se considera que los artistas también lo eran, por el conocimiento de la anatomía de las presas que demuestran las pinturas–.
La sala de los toros de Lascaux no está escondida, al contrario, es la primera sala desde la entrada. El hombre Magdaleniense se refugiaba en los abrigos de las cuevas pero no vivía en su interior –sí, el hombre de las cavernas no vivía en cavernas… al menos en Lascaux–. Así que su obra maestra estaba al lado de la entrada. Cuatro enormes toros de más de dos metros cada uno, comparten espacio con el llamado unicornio –por la forma que pintaron sus cuernos– y con ciervos, bisontes y caballos grises y rojos –uno de ellos de dos metros de longitud–.
No hay zona de la pared que no tenga un trazo o un grabado –la técnica parece que se basaba en grabar el boceto, pintar y volver a grabar el contorno y los detalles sobre el color–. La maestría de los artistas lleva a pensar que se dedicaban a esto casi en exclusiva y que estarían liberados del resto de tareas –aunque sus conocimientos de los animales que pintaban llevan a pensar que asistían a las partidas de caza–.
Lascaux II, Lascaux itinerante y Lascaux IV,: el centro internacional de arte parietal
La cueva de Lascaux, que había permanecido intacta y aislada durante miles de años –se cree que el derrumbe que la cerró tuvo lugar poco después de acabar sus pinturas hace más de 17.000 años–, no aguantó la fama y, sobre todo, la cantidad de visitantes más que veinte años. El deterioro de las pinturas: primero unas algas –enfermedad verde– y después cristalizaciones en las paredes –enfermedad blanca– obligaron a cerrar la cueva en abril de 1963.
Gracias a la labor del abate André Glory hoy podemos disfrutar de la réplica Lascaux II a 200 metros de la cueva original, así como de la exposición itinerante y, a partir de 2016, de Lascaux IV. Durante once años, de 1952 a 1963, el abate calcó las paredes de la cueva. Con esas referencias, la artista Monique Peytral se encargó de reproducir, hasta el más mínimo detalle y con unas técnicas parecidas a las originales, las pinturas de la sala de los toros y del divertículo axial en Lascaux II.
Lascaux IV irá más allá. Se reconstruirá toda la superficie de la cueva –con el panel de la huella, el de la vaca negra, el de los ciervos, los bisontes, la galería de los felinos y la escena del pozo– a unos kilómetros de la original. Lascaux II se ha quedado pequeña y, aunque se seguirá usando para investigadores, el gran público visitará el centro internacional de arte parietal. Enormes pantallas de realidad aumentada, realidad virtual, imágenes en 3D, visitas en pequeños grupos, grandes paneles con reproducciones de las pinturas fuera de la cueva… y mucho que aprender, con exposiciones que acercarán todavía más el arte parietal. Estamos deseando que abra para visitarlo.
Donde la prehistoria vuelve a la vida
Tuvimos la fortuna de acceder a los talleres donde los artistas trabajan reproduciendo todos los detalles de las cuevas de Lascaux. El lugar en el que los pigmentos minerales más antiguos se juntan con los proyectores y sistemas informáticos más modernos para que no haya ni una pincelada, ni un grano de roca fuera de lugar respecto a lo que nuestros antepasados crearon.
Fue casi como ver a aquellos hombres del magdaleniense subidos en sus andamios de madera, con sus lámparas de cebo y sus “pinceles” de tendones de reno evolucionados a hombres y mujeres del siglo XXI, subidos en sus andamios de metal, con sus proyectores y sus focos y sus pinceles. ¿Será posible que alguno de éstos sea una reencarnación de aquellos?
¿Cómo lo harían? ¿Por qué? ¿Conseguirían su objetivo? Si era asombrar a sus descendientes veinte mil años después lo consiguieron. La cueva de Lascaux nos pone los pies en la tierra, nos da una bofetada de humildad: hace decenas de miles de años ya se hacían estas maravillas… y tú sin haber ido a verlas.
Aquí tienes nuestra ruta por Aquitania
Puedes hacer un recorrido virtual de la cueva de Lascaux en su aquí y más información sobre el proyecto Lascaux en su página web.
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