Amiga, ¿qué me has hecho? Cuando Cristina de Viaja en mi mochila me propuso el reto de hacer un listado de 9 cosas que no sé hacer –listado que ella, a su vez retada, ya había elaborado–, pensé que sería demasiado difícil escoger. Y peor aún sería preguntarle a otros, a ver si sacaban más que ni siquiera me había planteado. Con JAAC, desde luego, ni lo consulté. No es que sea modesta, es que, junto con mi enorme cantidad de incomparables virtudes, tengo también unos cuantos defectos. Pequeños y de poca importancia, ¡claro!
Así que, puestos a escoger, me he limitado sólo al mundo de los viajes. Hablaré de las cosas que no hay que hacer cuando estás de viaje y que yo, como pésima viajera, aunque teóricamente experimentada, siempre hago. Pero prometo mejorar. Bueno, lo intentaré. Bueno, a lo mejor…
Hacer la maleta o la mochila
Cuando vivía en Italia siempre viajaba con maleta, la más grande que había. Y mi técnica para hacer la maleta era meter todo lo que se me ocurría y sentarme encima de ella hasta que se cerrara. A la llegada ya explotaría, pero, ¿y qué? Ahora ya voy con mochila y he aprendido a llevar muy pocas cosas. Aún así, nunca caben. Lo malo es que, cuando JAAC intenta meter en la mochila las mismas cosas, sobra espacio. ¡Y eso que yo creía ser buena al tetris!
Controlar los nervios
Tengo mis excusas. “Es el temperamento italiano”. “Somos así en mi familia, está en mi ADN”. Y, en mi defensa, diré que he mejorado mucho con los años. Pero, aún así, hay situaciones en las que no consigo controlarme. Sobre todo cuando creo que quieren timarme o tomarme el pelo sólo por ser turista. En esos casos me gustaría ser tan “zen” como JAAC, que no se queja nunca o, si lo hace, consigue mantener la calma. Vamos de “poli bueno” y “poli mala”. ¿Cuántos me odiarán allá por el mundo? Además, tengo que decir que suelo confiar poco en todos los que quieren vender algo a los turistas (aunque sí confío en la gente en general), ¿debería ser más confiada?
No meterme con los otros turistas
Cuando vamos de viaje tenemos cierta tendencia a odiar un poco a nuestros compatriotas y hasta a avergonzarnos de ellos. ¿No te ha pasado nunca intentar hablar bajito para que el tipo de Móstoles a tu lado, que habla de cuánto echa de menos el jamón, no sepa de dónde eres? A mí, además, ahora ya me pasa tanto con los italianos como con los españoles. Que si no pueden vivir sin su cañita o sin desayunar bien, que si no hay una buena pasta o ahí no saben hacer el café como su madre, que si no hay nadie mejor regateando que ellos… ¡Qué pereza! Y seguro que a los demás les pasa lo mismo conmigo. ¡Será una excusa para pasar más tiempo con los locales!
No ser patosa y despistada
Cuando vamos a hacer algún trekking caigo, aproximadamente, cada 27,6 metros de camino. Y en el año de viaje he perdido 7 gorras. Sólo por poner un ejemplo… ¿Qué le vamos a hacer? Lo bueno, es que no me suelo hacer daño y que nunca he perdido nada de gran valor. ¿Seguiré así?
Darle juego a la tecnología
Ir con un ingeniero informático al que le emociona cualquier cosita con teclas, botones o que se encienda, no ayuda. Y mi escasa paciencia tampoco –vaya, ¡otro defectito más!–. Sí, admito que en un año de viaje nunca he descargado la tarjeta de memoria de la cámara. De hecho, he aprendido a hacerlo al viajar sola después.
Ser más cauta
No suelo entender cuáles son los peligros hasta que alguien no me avisa de ellos. Sé que hay viajeros mucho más intrépidos que yo y que se meten por cualquier sitio. Y es que yo no soy intrépida. Simplemente, no pienso en los peligros, no me doy cuenta. Ah, y con las motos de agua sí que soy un poco intrépida, ¿verdad Cristina?
Hablar más con los locales
Siempre digo que lo mejor de los viajes y lo que los hace especiales y diferentes es la gente que te encuentras en el camino. En eso el couchsurfing y hacer algo de autostop ayudan mucho. Pero en el resto de momentos, tengo que admitir que me da un poco de pereza o vergüenza entablar conversación con otros. ¿Cómo empiezas? Hola, ¿te gusta el fútbol? Tengo que seguir practicando.
Ordenar las habitaciones de los hoteles
Con toda las ganas que tengo de bajar a desayunar, siempre tengo que quedarme más en la habitación para que, cuando entren a limpiar, no parezca que acaben tirar una bomba nuclear. ¿Cómo es posible que en un día la habitación esté así, con lo poco que llevo en la mochila?
Disfrutar del momento
A menudo no consigo desconectar y disfrutar del momento. O me agobio por tonterías. Sé que es lo peor que le puede pasar a quien viaje. ¿Cómo puede decir algo así alguien que ha estado de viaje durante más de un año? No lo sé, pero, incluso estando de viaje y lejos de las preocupaciones y de la rutina de la vida diaria en Madrid, siempre hay algún pensamiento, alguna preocupación que, a veces, no te permite disfrutar del momento. Me odio cuando me pasa. ¿Qué os parece pensar en si habíais apagado el gas el día de antes mientras deberíais estar disfrutando de un atardecer romántico en las Fiji? Algo así es lo que me pasa a mí.
¡Vaya retrato! Seguro que ahora ya nadie querrá viajar conmigo… Es toda culpa tuya, Cristina. Ahora, yo reto a Marta, Patricia y Montse –que, como buena madre, seguro que no hay mucho que no sabe hacer–. ¿Cuáles son las 9 cosas que no sabéis hacer?