Desde el monasterio de los Jerónimos volvimos a la Praça do Comércio, esta vez en tranvía sí, pero en uno de los nuevos. En la plaza hicimos la visita de rigor a la oficina de turismo (parada obligada cuando se viaja) para informarnos de cómo llegar al Castelo de São Jorge, en el barrio de Alfama.
En Lisboa se puede llegar a todas partes con el tranvía 28, el de madera de toda la vida. Para cogerlo hay que salir de la plaza por el Arco Triunfal a la vía Augusta y cogerlo en la segunda calle perpendicular. Lo malo de ese recorrido por la vía Augusta es que no se puede dar un paso sin que te ofrezcan costo, chocolate, marihuana, o cualquier otro nombre que se les ocurra. Te enseñan la mercancía sin ningún pudor, piedras pequeñas, tabletas como de chocolate,… increíble, y llega a ser bastante molesto.
Una vez en el tranvía el problema era que no sabíamos dónde había que bajar. Como habíamos comprado el abono del día tampoco teníamos problema en bajar y subir todas las veces que nos apeteciera y así lo hicimos. La primera bajada fue en el mirador de Santa Luzia. Las escaleras para llegar hasta allí demuestran que la mejor idea es coger el tranvía.
Después al mirador de San Pedro de Alcántara, desde donde se disfruta de una estupenda vista del Castillo.
Fue nuestro primer intento de llegar al castillo y fue un fracaso. Como no sabíamos donde bajar y tampoco queríamos pasarnos acabamos andando más de la cuenta, volvimos a coger el tranvía y cuando preguntamos que si iba al castillo nos dijo la conductora que sí. Pues iría dando una vuelta, porque nos llevó de nuevo a la Plaça do Comércio y allí bajamos.
Caminando por la via Augusta llegamos al elevador de Santa Justa. Una enorme estructura de hierro levantada entre 1.900 y 1.902 que con sus 45 metros comunica Baixa con el barrio del Chiado. Las vistas desde arriba son también dignas de verse. La terraza superior (con restaurante en tan ínfimo espacio) estaba cerrada.
En la parte de arriba del elevador nos encontramos con el Convento do Carmo.