Viajar se ha convertido en la nueva aspiración, el sueño, el elemento que hace que tu vida tenga sentido… No lo decimos nosotros, lo dicen artículos como el de La Vanguardia o el de Traveler. Artículos que, lo sentimos, tienen detrás a compañías aéreas, de alquiler de apartamentos, de reservas de hotel… sí, también hay un lobby de los viajes. Nosotros no podemos estar más de acuerdo en que viajar es una de las mejores cosas que se pueden hacer. Era nuestro sueño y lo cumplimos, es más, lo seguimos cumpliendo. Pero no dejan de cargarnos ciertas actitudes y frases que tratan de llevar el hecho en sí de viajar a una dimensión mística que nos supera… Está mal visto decir que no te gusta viajar –conocemos a gente a la que no le gusta pero que sigue diciendo que le encanta viajar aunque le entren sudores fríos cuando tiene que alejarse de casa más de 100 kilómetros–, te conviertes en un paria, en un pringado, en alguien que no sabe disfrutar de la vida… porque la vida se disfruta sólo de una forma: viajando. ¿Perdón?
Si quieres viajar, viaja. Si quieres quedarte en casa, quédate. Si quieres llevar poco presupuesto, adelante. Si lo tuyo es el viaje de lujo y de tarjeta gold, no esperes más. Si tu sueño es estar meses viajando, no lo retrases. Si para ti viajar es irte de vacaciones como mucho un par de semanas, disfruta. No dejes que el mundo decida por ti, que tu conocido supercool te mire por encima del hombro mientras dice alguna de estas frases.
La maldita zona de confort
Pocas personas deben quedar en España que no hayan oído hablar de la zona de confort, prácticamente como si fuera una enfermedad. Hay que salir de la zona de confort, hay que romper con la rutina, hay que “vivir”… Perdona, hay gente que vive muy a gusto en su zona de confort y que no tiene ninguna necesidad de romperla, ni de escapar. Da la impresión de que sólo se puede estar bien cuando tienes que buscarte la vida cada día. Y no voy a decir que se pueda ser feliz porque todos los grandes gurús se me echarían encima diciendo que eso es imposible: en la zona de confort no se puede ser feliz. ¡Qué sabrás tú lo que se puede y lo que no!
Viajar te cambia la vida
Ésta es una de las frases que más nos “molestan”. Cada vez que la oímos nos sentimos tontos e inútiles. Estuvimos un año y una semana de viaje y, más allá de confirmar que se puede vivir todo ese tiempo sólo con lo que llevas en la mochila, no tuvimos ninguna revelación mística ni cambió nuestra forma de ver el mundo. Viajar no nos cambió la vida. Vamos, que no alcanzamos la iluminación y, a la vuelta, seguimos siendo los mismos que éramos antes de salir de casa pero con un año de grandes recuerdos.
La vida te va cambiando cada día, lo sentimos, no hace falta irse de viaje para evolucionar y, desde nuestro punto de vista, no hay peor razón para irse de viaje que querer escapar o cambiar tu forma de ser. Si sucede, bienvenido, pero también te puede tocar la primitiva…
Déjalo todo y viaja
¿Perdona? Nos quedamos con la sensación de que la gente no sabe lo que dice o no lo piensa bien. ¿De verdad creen que todo el mundo debería dejarlo todo y viajar? Y, más aún, ¿qué pasaría después? No es que digamos que tiene que haber gente “sufriendo” por no viajar para que los demás podamos hacerlo. Decimos que no todo el mundo quiere hacerlo. Sabemos de lo que hablamos: nosotros lo dejamos todo y nos fuimos de viaje y podemos contar con los dedos de una mano a los amigos y conocidos –fuera del mundo de los viajes– que nos dijeron que hacíamos bien, de entre esos, nadie dijo que a él también le gustaría hacerlo.
Lo sentimos grandes gurús: no todo el mundo está deseando viajar por mucho que se estén empeñando desde todas partes para ganar dinero. No os engañéis, el turismo mueve muchísimo dinero y hay que alimentar esa máquina. Mientras unos lo hacen creando el deseo de ver nuevas cosas, otros lo hacen creando la necesidad de hacerlo para ser feliz. No os dejéis engañar, no todo el mundo es feliz cuando viaja… la de veces que hemos oído el “como en España no se está en ningún sitio” o el “para qué os vais tan lejos con la de cosas bonitas que hay aquí cerca” –cosas que, por otra parte, tampoco han ido nunca a ver los que lo dicen–. Está claro que esa gente “feliz de viaje” no está.
Yo no voy a sitios turísticos
Ya te han convencido, has salido de casa –aunque sea con intención de volver en dos semanas y sin dejar el trabajo– pero todavía no eres un “pro”. Eres una oveja más que sigue al rebaño y va a ver los sitios turísticos del destino: los monumentos patrimonio de la humanidad, las fiestas de interés turístico, las estrellas de las guías de viaje… ¡Mal! Los viajeros de verdad, los que inspiran, no subirán jamás al Corcovado para ver el Cristo Redentor o pagarán la entrada para visitar el Coliseo. Eso es muy mainstream y está abarrotado.
No vamos a decir que no tengan razón: siempre hay gente en esos sitios, pero, será por algo, ¿no? Nosotros siempre nos hemos definido como turistas de larga duración porque no dejamos de hacer lo que hace cualquier turista que visite un destino. Lo bueno. es que solemos añadirle cosas más curiosas como visitar una favela o los barrios alternativos de Roma.
Como el ambiente de los hostels no hay nada
Los sitios turísticos nos llevan al siguiente punto: ¿qué hay más turístico que un hotel? Pues eso, ir a hoteles es de turistas, de gente que no sabe viajar ni disfrutar del viaje. ¿Perdón? ¿Acaso no se disfruta del viaje en una cama kingsize con sábanas limpias y almohadas mullidas, baño privado con una ducha de la que sale agua caliente con la presión adecuada y aire acondicionado o calefacción? La respuesta es sí, sin duda. Antes de que pienses mal de nosotros, también hemos dormido en hostels, en habitaciones compartidas y en sitios que preferimos ni recordar. Eso no nos hace ni mejores ni peores viajeros.
Otra cosa es el ambiente. Hay de todo, pero la mayoría de lo que hemos encontrado es gente que va al hostel para encontrarse con otros que van al hostel. No para visitar la ciudad en la que están sino para ver a compatriotas suyos fuera de su país. Las conversaciones en los albergues pueden ser fantásticas y se pueden descubrir muchas cosas, pero luego hay que salir a verlas… Los conserjes de los hoteles, los camareros de los restaurantes y la gente con la que te cruzas caminando también pueden dar lugar a grandes descubrimientos.
En el tema de la mochila mejor ni entramos. Nosotros llevamos mochila porque nos resulta muy cómodo para movernos –andar por las ciudades subiendo y bajando de autobuses y metros– y tener las manos libres, pero no nos consideramos “mochileros” en el sentido que ha adquirido la palabra con los años.
Lo mejor del viaje, quedarse sin dinero
La hemos oído más de una vez, la última hace pocos días. ¿Cómo puede ser lo mejor del viaje quedarse sin dinero? No acabamos de entenderlo y, menos aún, de compartirlo. Por ajustado que sea el presupuesto siempre hay que tener una reserva para imprevistos, porque no llegas a donde querías y dormir es más caro de lo que pensabas, porque no hay autobuses –o lo que sea– para salir de donde estás y tienes que pasar más días en lugares caros… o simplemente porque sí, por salud mental.
La idea que suele haber detrás de esta frase es que la gente es fantástica –cosa que también compartimos, la gente es mucho más buena de lo que pensamos– y siempre habrá alguien dispuesto a compartir contigo. Lo malo es que, casi siempre, esa persona que comparte contigo es pobre y se quita parte de la comida de su plato para que comas tú. Tú, amigo del primer mundo, que has elegido viajar por gusto y que, cuando vuelvas a casa, tendrás un plato de comida y todas las comodidades mientras que ellos seguirán pasando penurias. ¿De verdad crees que esa forma de “compartir” es la buena? ¿No sería mejor que no te quedaras sin dinero y que les ayudaras tú a ellos a llenar sus platos de comida? Ojo, que tampoco es que tengas que ser una ONG con piernas para viajar, sólo decimos que, puestos a “compartir” nos parece que el sentido más sensato es del que viaja al que lo pasa mal allí.
Si estás feliz haciendo lo que quieres no enfermas
Los ojos como platos, la mandíbula en el suelo, los pelos como escarpias… a la pregunta de qué precauciones tomar a la hora de ir de viaje por ciertos sitios y durante mucho tiempo, la respuesta fue que “si estás feliz no enfermas”. Y no fue uno sólo quien lo dijo. Siguiendo esa filosofía gurú de que viajar es la respuesta a todas las preguntas, rápidamente se unió más gente a ese razonamiento asintiendo como si fuera lo más lógico. Asombrados de que alguien preguntara eso siendo tan evidente que es imposible estar enfermo cuando se está de viaje…
Una vez más lo sentimos: nos pusimos enfermos varias veces estando de viaje –infecciones, problemas respiratorios, gripes–, tuvimos esguinces, caídas y rozaduras. Vamos, hemos visitado el médico en varios países y eso no significa que no estuviéramos felices mientras viajábamos. Significa que hay que ser menos gurú y más terrenal. De entrada, contrata un seguro.
Qué bien se vive sin estrés y sin correo electrónico
Esta frase va de regalo. No es algo que te haga pensar que viajar es una maravilla, que estás perdiendo el tiempo por no hacerlo, que sólo tienes una vida y que hay que vivirla y el resto de inspiración de power point viajero tan de moda últimamente. Esta frase demuestra que no todo el mundo está hecho para viajar, que no todos disfrutan y que, sobre todo, no todos aprenden.
Esto no se lo oímos a un viajero de albergue sino a uno de hotel y de tour. Estábamos en Perú, cuando oímos, frente a un poblado de casas el “¡qué bien viven sin estrés y sin correo electrónico!”. ¿Cómo? Así que, tu mayor problema es el correo electrónico y el estrés, mientras que el de ellos es que no tienen electricidad para mantener los alimentos en una nevera, ni para encender una luz cuando se pone el sol, y tampoco tienen agua corriente que sale de un grifo como los de tu casa o los de tu hotel… Sin duda, te cambiarías por ellos con los ojos cerrados, porque debes tener los ojos cerrados para “envidiar” su tranquilidad y su situación desde la tuya. Ojo, que no decimos que no sean felices y que, tal vez, tampoco querrían cambiar su vida por la nuestra. Pero, de lo que estamos seguros, es de que nosotros, desde nuestro primer mundo, no aguantaríamos su vida más de una semana.
A nosotros nos encanta viajar pero sabemos que no tiene por qué ser un sentimiento universal… si ni nos gusta la cerveza, ni el alcohol en general, las fiestas o las playas, ¿por qué le va a tener que gustar a todo el mundo lo que nosotros adoramos? Desde aquí, un blog de viajes, te decimos: sé valiente, si no te gusta viajar, no te lo calles.