Los viajes pueden nacer de las formas más curiosas. Los nuestros han empezado con ofertas de avión, un libro, una revista, la “envidia” por el viaje de un amigo… Pero a San Genesio atesino, Jenesien en alemán, llegamos gracias a FITUR, sí, la feria de turismo de Madrid. Ahí vamos todos los años por trabajo y para inspirarnos conociendo destinos “exóticos”, ¡quién imaginaría que sería ahí donde conocería un rincón de mi país, Italia! Sí, justamente en FITUR, en un pequeño stand, encontramos a una chica vestida con su traje tirolés de fiesta, hablando un simpático español con acento alemán –sí, sé que el acento alemán no suele ser simpático, pero en este caso lo era, o nos lo pareció– condimentado con algunas palabras italianas y luciendo una enorme sonrisa. Se le iluminaban los ojos al hablar de su Jenesien, un pueblo alpino a las puertas de Bolzano, la capital del Tirol del sur –Südtirol en alemán, Alto Adige en italiano–. Claramente no era una azafata cualquiera que había aprendido por otros un discurso hecho. Era una chica que trabajaba en la oficina de turismo de Jenesien y que, aunque había nacido en Bolzano, había sido atrapada por ese pueblo. Una chica, Evelyn, que no teníamos ni idea de que volveríamos a ver pronto…
Un viaje al “otro Tirol”, el conocido, el austriaco, nos dio la oportunidad de conocer el Tirol del Sur, donde pasaríamos una semana. El gran reclamo que nos empujaba a bajar: los Dolomitas (aquí puedes ver nuestra ruta en coche para hacer turismo en los Dolomitas). Y uno de los miradores más bonitos hacia esas montañas nunca lo hubiéramos conocido si no hubiera sido por ese encuentro con Evelyn. Despertar en tu hotel de montaña viendo los Dolomitas teñidos de rosa no tiene precio, pero ése no era el único escenario que nos dejaría estupefactos en San Genesio, el lugar donde hablar de magia no es un cliché.
Llegar a San Genesio: viajar entre las nubes hasta las montañas
Primer truco de magia: en San Genesio estás al lado de la ciudad pero en plena naturaleza. Llegar de los menos de 300 msnm del centro de Bolzano capital, una ciudad de más de 100.000 habitantes, a los 1.100 de este pueblo de montaña de 3.000 habitantes ya es parte de “la diversión”. Lo más rápido y sugestivo es subir en el teleférico –sale cada media hora de 8:30h a 12:00h y de 15:00h a 18:30h y se puede llegar a la estación de Bolzano con el autobús 12–. Desde ahí verás todo Bolzano desde arriba y, como no, los Dolomitas. Sólo tienes 9 minutos para hacer las fotos así que, ¡tendrás que darte prisa! Una gran bienvenida, ¿no?
Así subimos nosotros pero, ya que a la vuelta teníamos que estar pronto en Bolzano, cogimos el autobús –el 156, que tarda unos 25 minutos y cuyo servicio empieza más temprano por la mañana–. Ir en autobús con unos escolares de primaria por una carretera en sacacorchos con sus túneles fue otra experiencia. Sí, el adiós de San Genesio también fue peculiar.
El altiplano del Salto, la vía de las leyendas y los caballos Haflinger
Llegar a San Genesio es sólo el primer acto del espectáculo de magia, así que no te quedes ahí, ¡que queda el segundo acto! Sí, el que tiene lugar en el altiplano del Salto –Der Salten en alemán–, justo por encima del pueblo, a una altura de 1.300/1.400 msnm. Es el altiplano de alerces –si no te suena, es un tipo de árboles– más grande de Europa. Se puede recorrer andando, en bici –se alquilan en el pueblo– o… ¡en carro! Los caballos que tiran de los carros no son caballos cualquiera, son los caballos de raza autóctona Haflinger –en alemán– o Aveligense –en italiano–, pequeños, robustos –perfectos para marchar por la montaña–, con capa palomino –o sea de color ocre dorado– y crines rubias.
Nosotros no teníamos mucho tiempo y optamos por esta última opción, invitados por Evelyn, que nos acompañó, además, con su hija pequeña –que, para la ocasión, se había puesto su traje de fiesta tirolés– y una amiga. A las riendas del carro estaba Frank, un simpático abuelo enamorado de sus caballos, también con su atuendo tirolés. ¡Parecía una excursión familiar! Normalmente somos reticentes a hacer actividades con animales y, visto desde fuera, puede parecer una turistada, a nosotros la idea nos lo parecía, pero fue todo tan natural y agradable, y Frank trataba tan bien a sus caballos, que no pudimos hacer más que disfrutar de una tarde estupenda.
Y es que en el Salto es muy fácil y natural, nunca mejor dicho, disfrutar. El paisaje te cautiva hasta tal punto que te sientes transportado a una película, a un anuncio de TV, a un dibujo animado o a un cuento… Sí, lo de encontrarse en un paisaje “de cuento” donde todo está lleno de paz y serenidad aquí no es un tópico, es una sensación que se convierte en realidad.
El calor del sol, las caricias del viento, praderas llenas de dientes de león listos para que pidiéramos deseos y por donde galopaban caballos de crines doradas, bosques centenarios, alguna cabañita de madera tan ideal que parecía dibujada por un niño y, al fondo, las montañas: los Alpes por un lado y los Dolomitas por otro. ¿Podía haber algo más idílico y perfecto? Teníamos la sensación de que en cualquier momento descubriríamos que se trataba de un decorado, que nos encontrabamos en una extraña versión alpina del show de Truman. Pero no, todo era realidad. En pocas ocasiones nos hemos sentido tan atrapados por la naturaleza: la contemplábamos con éxtasis mirándonos con ganas de pellizcarnos para asegurarnos de que todo fuera real.
Así fue el recorrido de unos 6 km por el sendero E5 entre los dos puntos que marcaron el inicio y el final del camino: la reiterhof –escuela de equitación– Edelweiss, en Jenesien/San Genesio, y la gasthaus –posada– Langfenn, en Langfenn/Lavenna.
En el camino nos acompañaron las historias de las 12 leyendas de la zona que los niños de la escuela de San Genesio han representado visualmente en la que ahora llaman la “vía de las leyendas”. También aprendimos más sobre las costumbres locales: por ejemplo que los dientes de león se comen, en revuelto y para hacer un peculiar tipo de pesto; que en cada valle los trajes típicos son diferentes; o que a los caballos Haflinger se le da un nombre que empieza con una letra del alfabeto según el año: uno de los “nuestros” se llamaba Tanga porque su año era el de la “t”. Hablamos de la cuestión cultural y lingüística en el Tirol del sur y Evelyn nos contó lo precioso que está el Salto en todas las épocas del año.
A finales de primavera las flores de rododendros se ponen rojas; en verano –en junio y todos los viernes, para ser más exactos– hay talleres para aprender a extraer resina en los árboles como se ha hecho durante siglos en la zona cuando se usaba también como medicina; en otoño los alerces se ponen amarillos tiñendo de ese color todo el altiplano y en octubre hay fiesta de las castañas; en invierno el altiplano se cubre de nieve… Pero el día grande del año es el tercer domingo de septiembre, día de la Schupfenfest –“festa delle malghe” en italiano, las “malghe” son las cabañas alpinas–, cuando en el Salto se llena de gente de todo el Tirol del Sur, cada uno con su traje típico, que se reúne en una gran fiesta donde los protagonistas son la música y, sobre todo, la comida local que se degusta de cabaña en cabaña. Canederli, carne a la brasa, carne de caza, salchichas con chucrut, berlinesas… Mientras Evelyn nos lo contaba se nos hacía la boca agua.
Pero al final del paseo a nosotros también nos esperaba una buena comida: una merienda típica tirolesa, a base de speck –el jamón serrano ahumado–, kaminwurz –un salami ahumado–, huevos cocidos, patatas cocidas, diferentes tipos de quesos, tomates, pepinillos y el pan casero de ahí. ¡Qué delicia todo!
El lugar donde merendamos, la gasthaus Langfenn, tampoco desmerecía. Una granja al lado de una iglesia del siglo XII, la iglesia de Santiago –St. Jakob auf Langfen, San Giacomo en italiano–, juegos para niños y, sobre todo, una maravillosa panorámica de los Alpes en una zona donde antiguamente, por lo visto, había un gran mercado y feria de animales.
La lluvia veraniega de la vuelta nos hizo volver a la realidad: por lo visto hay 300 días de sol en San Genesio, pero estamos en las montañas y el tiempo es cambiante. No podía ser todo perfecto al 100%, ¿no?
Dormir en San Genesio: hoteles
Por la noche nos esperaba de nuevo la cama de nuestro hotel de montaña en San Genesio: la Landgasthof zum Hirschen, Locanda al Cervo en italiano. Nos dijeron que la comida estaba muy rica ahí pero no tuvimos fuerzas para cenar después de la merienda surtirolesa. Eso sí, el desayuno estaba genial, así como el trato del personal, ¿cómo podía no serlo en ese pueblo tan ideal donde todo el mundo parecía feliz? Incluso nos llevaron en coche a la parada del autobús.
Por la mañana nos esperaban la maravillosa vista de los Dolomitas rosados desde la habitación y justamente ese autobús que nos volvería a llevar a la realidad. Casi no nos dimos cuenta de que el wifi no llegaba a nuestra habitación, y es mucho decir en nuestro caso…
San Genesio, ¿existes de verdad?
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